Mi amigo cree que lo pertinente es deshacernos del gobierno, no importa cómo, con quién y para qué. Todo nos vendría dado

Viernes, 01/03/2024 03:33 PM

En la Venezuela de hoy, cualquier observador desprejuiciado, observa sin dificultad, que en el frente político hay una división descomunal. Hay partidos o grupos, con poder político y económico, de diferentes orígenes y procedencia, interno y externo, que los hace destacar más que todo por la fuerza de la publicidad, entendiendo esta como un medio que difunde informaciones de distinta procedencia y por diversos mecanismos y procedimientos. Pero estos, no dejan de ser eso, puntos de referencia, dado que no es determinante el poder o respaldo con el cual cuentan dentro de los potenciales votantes.

Pues al lado de ello hay una multitud de grupos que, pese se les pudiera valorar como con poco respaldo, esta apreciación cambia si les sumamos y hasta unimos. Sin olvidar que la unión es un catalizador o imán que mueve o atrae respaldos. Multitudes, ajenas a un grupo u otros, de sólo percibir la unidad y más que esto, los acuerdos expresados en programas deseados multitudinariamente, se sienten atraídos, porque recogen sus más íntimos deseos. Y un frente, entendiendo como tal una propuesta devenida de factores distintos, no sólo recoge los intereses comunes, sino también los particulares de cada grupo y ofrece además mayor garantía de cumplimiento.

Pero además, hay una determinante mayoría, esa que usualmente llamamos inadecuadamente abstencionista, que no se siente interpretado por ninguno de los pequeños universos antes mencionados. Es decir, cuantitativamente hablando, son mayoría quienes quieren un cambio y no se sienten interpretados por ninguno de los factores primeramente aludidos.

Las dificultades de la vida venezolana demandan un cambio sustancial. Pareciera inútil que nos pongamos a analizar o narrar simplemente las causas y contenidos de los cambios deseados. Eso es por demás conocido y porque se siente por los simples roces con la piel; se percibe por la angustia del venezolano mayoritario, que vive como un náufrago en medio de un mar bravo y agitado.

Para pintar, de la mejor manera lo anterior, basta pensar en el salario mínimo y las rígidas tablas de la ONAPRE que hicieron de todos los trabajadores unos miserables. Pero, aunque uno bien sabe, la responsabilidad en todo esto de las sanciones y hasta de quienes las aplicaron y de dentro las solicitaron, también conoce que es necesario una nueva definición y reconocimiento de los derechos negados, como la contratación colectiva y lo dispuesto en la constitución con respecto a la materia salarial.

Pero para cambiar todo esto no basta un simple acto electoral, hasta cumpliendo con rigidez, según la interpretación de cada quien, lo acordado en Barbados; hacen falta otras cosas, como reconocer y aceptar los cambios que es necesario introducir en la vida venezolana para que, por decirlo de manera convencional, volvamos a tomar nuestro camino; dado que el combate iniciado desde 1999, sacó de línea nuestro paso y hasta ritmo. Y no fue esto por el socialismo, dado que aquí, de hecho, pese los discursos, nunca se intentó nada de eso. Puesto no basta quererlo y hasta ponerlo como meta de una vanguardia, porque ese cambio sólo podrá ser posible, cuando la sociedad toda haya cambiado, hasta aprendido a convivir en esas circunstancias y ella misma alcanzado la capacidad de producir lo necesario dentro de unas relaciones distintas por ella creadas.

Y la propuesta socialista, dentro del escenario mundial, para lo que hay que tomar en cuenta los ejemplos de China y hasta Vietnam, no tiene pertinencia para lo inmediato, lo que no significa haya de abandonarse. El capitalismo tiene mucha fuerza y vida, tanto que, el conflicto mundial de hoy, no tiene un objetivo distinto a la multipolaridad, la búsqueda del equilibrio o distribución de los mercados o áreas de influencia entre las grandes potencias. Los países de poca significancia en cuanto a la acumulación de capital y relaciones productivas de significación, sólo optarían en aquel nuevo orden, por un tratamiento más justo. Las manifestaciones de cambio dentro del modelo capitalista existente, todavía son por demás insignificantes y casi nunca van más allá del discurso y buenos deseos de las vanguardias.

Tengo un viejo amigo a quien mucho aprecio, formado desde joven dentro de la lucha sindical del magisterio, quien agobiado por sus propias dificultades materiales, las mismas de todos nosotros y por estar metido aun en su vejez de ahora, en aquellos menesteres, ha llegado a la conclusión que, lo primordial y hasta lo único de hacer por ahora, es salir del gobierno.

Esa conclusión suya, como con extrema comodidad o mejor facilismo, le lleva a plantearse y plantear a los suyos, como salida inexorable e inmediata, apoyar, casi acríticamente, a quien sea menester, sin importar más nada; basta que este o esta, su candidato o candidata, tenga los votos necesarios para lograr el objetivo que cree primordial. Y él cree que los tiene. Da por un hecho, pese los años metidos en política, que lo que él cree, imagina debe hacerse, como favorecer de inmediato a los trabajadores y en especial, como él estrictamente piensa, a los del Estado y en especial a los maestros, está en la mente y programa del candidato o candidata que cree con poder para lograr la meta que se traza como determinante, "salir del gobierno". Y además mi amigo, a quien sé lleno de buena fe y ajeno a intereses mezquinos, da por un hecho que el solo salir del gobierno, es garantía para que su candidatura cumpla con todos los buenos deseos de él. Jura que todo está determinado por la mala fe del actual gobernante y entonces cualquiera que a Miraflores llegue, particularmente la que ha escogido, porque la ve con más fuerza o lo han inducido a percibir el asunto de esa manera, pondrá como meta inmediata e irrenunciable lo que él sueña y espera para los suyos.

Para él, pese toda la experiencia vivida, eso es lo determinante. "El sentido común", que pone por delante como piedra filosofal y fundamento científico le dice, que cualquier candidato, visto por él, lleno de buena fe, llevado a Miraflores, cambiaría todo esto, hasta de ipso facto. Pues, a su parecer, todo es un asunto de buena fe y deseos. Es la lucha entre Dios y el demonio. Si desplazamos a éste del poder, donde se instaló ilegalmente y por la fuerza, abrimos de inmediato las compuertas al bienestar. No importa saber qué piensan, representan quienes arriben al espacio y rol del derrotado y tampoco que, buena parte de los que ahora están con el estado de cosas existentes, fácilmente identificables, que no son los trabajadores y entre estos los maestros, causantes de sus luchas, sigan estando en la nueva composición del Estado, físicamente o por intermedio de sus visiones e intereses. Para mi amigo, al parecer, se trata de una lucha entre el bien y el mal.

Pero hay algo que anima de manera particular a mí amigo, a quien he seguido su proceso de cambio o adaptación, y esto es, lo emocional. Su candidatura de ahora, pertinente y necesaria para producir un cambio en favor de los maestros, está llena de un hondo sentimiento contra quien ahora gobierna. Y eso le lleva a la conclusión que, habiendo llegado al gobierno quien él aspira y apoya, haría todo lo contrario, como volver a sus representados, objetos de sus luchas, al bienestar de antes. Su candidatura, por el sólo hecho de odiar a quien ahora hace de presidente, revertiría el status actual de los maestros. Es un asunto emocional y de sólo llevarse la contraria.

Cuando cayó Pérez Jiménez, acontecimiento que todavía celebramos, los grupos que determinaban el accionar del gobierno en asuntos como lo económico, lo que comprende la materia salarial, siguieron con el mismo poder y determinación, sólo tuvieron que cambiar los nombres y apellidos de sus agentes en el nuevo gobierno. De esa experiencia recuerdo, como el grupo Mendoza, de Eugenio Mendoza, que tuvo alta influencia en la dictadura, tanto que tuvo varios ministros en esta, en la democracia, el nuevo gobierno, siguió con el mismo poder, sólo tuvo que cambiar de agentes o los nombres de los ministros. Destituidos de los ministerios sus representantes, partidarios de la vieja dictadura, les reemplazaron por caras nuevas, "demócratas" que se encargarían que todo siguiese como venía. Algo parecido a lo alegado por "El gato pardo", cambiemos para que nada cambie.

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