"Es brutal ver cómo un país se degrada, se deshace, y sentir que no podemos hacer nada, que nuestra generación ya no hace nada bueno, que la siguiente no parece mejor, que nadie o casi nadie quiere o puede hacer nada por ahora, que millones se desesperan por lo que hacen sus dirigentes y los siguen votando y todo cae".
Fin de la cita.
Martín Caparrós.
La mediocridad política es muy terrible, en estos momentos que Venezuela atraviesa una situación caracterizada por la carencia de métodos eficaces de gobierno.
Hoy debido a la severa crisis económica la política está tomada por la mediocridad, la cual mina su credibilidad en la población. Es ahí donde reside el problema de la democracia venezolana. Las falencias que la sociedad detecta en la gestión gubernamental se deben a que los políticos no están a la altura de los compromisos que ocupan en el gobierno. Esto no es culpa de la democracia.
La crisis política en Venezuela no se detiene. El espectáculo de la política mediocre con poca gente preparada, y con buenas costumbres que busquen solucionar los problemas del país, esta mala praxis debe llevarnos a pensar cómo salir de este caos. Por muchos años esta vergüenza internacional se ha venido repitiendo con políticos ineptos e ineficientes que se burlan del pueblo venezolano, envanecidos por el poder, el pago de favores, y las malas costumbres. Los hechos y acciones irracionales que ejercen estos ciudadanos que llegan a cargos públicos rebasan la capacidad de razonar, puesto que no les importa el honor ni la dignidad de la familia venezolana menos las de ellos.
En lo que va de este primer trimestre 2024, la ciudad petrolera de El Tigre y San José de Guanipa del estado Anzoátegui, después de las 12.PM parecen unos pueblos fantasmas, la mayoría de los comercios lucen solos, y las calles desiertas, ante la falta de compradores debido al desempleo, y la alta inflación, ya que no existen empleos dignos y productivos. Estas dos ciudades las pongo como ejemplo, porque así lucen todas las ciudades del país a esa hora, según informaciones obtenidas de lectores en todo el país, que el gobierno puede verificar. El presidente Nicolás Maduro debe ordene una investigación sobre esta caída de la economía productiva venezolana que perjudican su candidatura presidencial para su reelección este 2024. Esto ha puesto al descubierto el engaño, la ineficiencia y corrupción de una década perdida y de quienes se han beneficiado con puestos clave o han sido reciclados en la administración pública para cumplir consignas partidistas; la corrupción, el conflicto de intereses, escándalos, rivalidades, confrontaciones, las disputas internas entre hienas, alacranes, vampiros y malabaristas que juegan a la política únicamente distrae a la gente de los grandes problemas nacionales. La degeneración de la política lleva décadas de descomposición, pero el entusiasmo por la corrupción se multiplicó gracias a la influencia de colaboradores, de gobiernos regionales y municipales mediocres, asambleístas y politicastros que ahora buscan espacios en gobiernos estadales y municipales, a fin de constituirse en piezas clave en el encubrimiento del atraco y la desvergüenza.
El show mediático y el espectáculo del maquillaje funcionan sin recato alguno, en la política estadal y municipal, las encuestas, el estado de propaganda y los políticos profesionales calientan el ambiente con engaños, cuando se avecina el nuevo proceso electoral presidencial 2024. La sociedad no debe dejarse engañar, la acción ciudadana debe ser masiva y contundente para no caer en cursilerías, consejos, lisonjas, chanchullos, negociados por la corrupción institucionalizada que engaña al pueblo y enriquece al mediocre.
La mediocridad imperante no es producto de falta de inteligencia. Ésta sobra en nuestro país. Lo que la genera es la improvisación y el empirismo. Quienes llegan al poder, creen que su experiencia y su sentido común, son suficientes. Como candidatos ofrecen todo lo que les puede dar votos; pero si ganan en las elecciones no saben qué hacer para cumplir con sus ofrecimientos de campaña. No comprenden, además, la diferencia entre ganar una elección y gobernar. La mediocridad, a su vez, genera corrupción porque el sistema que rige la administración pública es de baja responsabilidad. Esto se agrava cuando hay concentración de poder en una sola función del Estado.
Estas falencias las arrastramos desde el inicio de nuestra conformación republicana. Ésta también es responsable de la deficiente formación de los políticos. Hay un divorcio entre las élites intelectuales y la clase política, que mantiene distancia con la filosofía y la ciencia política, dado su carácter abstracto, que ignoran las argucias de la política.
En estos momentos, Venezuela está sufriendo los resultados de estas disociaciones. Entre un sector opositor mayoritario, y el gobierno se libran luchas de espaldas a la realidad y a la población. Esto erosiona la credibilidad ciudadana en la democracia. El Gobierno apuesta a la estabilidad política, a costa de su legitimidad. La oposición se encarama en el desgaste del Gobierno, y antepone sus intereses minúsculos a los del país.
Los problemas de los que se ocupa la clase política son los que ellos generan en sus luchas internas. No miran hacia afuera, hacia las demandas sociales más acuciantes, y cuando intentan hacerlo fracasan, por desconocimiento e incapacidad operativa.
Los ciudadanos reclaman, pero no saben cobrar cuentas a sus gobernantes por su desempeño. A pesar de sus fracasos y abusos, los mandatarios confían en la amnesia de los ciudadanos y retornan triunfantes en las futuras elecciones.
La mediocridad y la corrupción desfiguran el valor de la política. Y pervierten a la democracia.