El misterio del misterio, la insondable cuestión ni develada ni desvelada persiste a través de los tiempos como desafío constante para la curiosidad humana. ¿Por qué sí o por qué no? Es la pregunta fundamental que resuena en los anales de todo pensamiento habido y por haber, los que se consideran anteriores como el mito, la magia, la religión, y luego como filosofía y como ciencias, todas ellas sin distingo, puesto que buscan la verdad a su manera, como ha sido hasta hoy. Basadas en teorías, pensar las ideas que se entrelazan en un intento por descifrar lo indescifrable, que en perspectiva filosófica contempla como un motor de búsqueda por saber conocer, llamando las cosas por su nombre, reflexión sobre la existencia del yo en el universo de posibilidades que nos rodea. Por su parte las ciencias abordan el enigma metodológicamente claro está, con análisis empíricos y búsqueda de respuestas desde lo que se observa, y la experimentación sobre lo que no. Sin embargo, ambas posturas a veces antagónicas por sus criterios, reconocen que ciertos misterios pudieran estar más allá de su alcance, es decir de la comprensión humana, por ello la invitación en aceptar desde las incertidumbres, siguiéndole las huellas a quienes han indagado más hacia adentro con humildad y perseverancia. Hay mucha tela que cortar para hacerle el traje a lo real, la intención está, pero vedada por lo mental, lo cognitivo, la cosa que decimos, no la que realmente pensamos, encubierta por los velos de Akasha, nuestra intención en el instante que decidimos desde que nos consideramos como personas con sus personalidades, en un mundo construido sobre cosas que no son, para que encajen y sean, como las ideas, que se concretan en pensamientos como cosas que sean tangibles como los objetos que hemos creado, y siendo que estamos presenciándolos como observadores en la terminal de los presupuestos, vamos tejiendo con el hilo de nuestra propia madeja en el tiempo que nos hemos dado, en la credulidad de la caducidad como si hubiera sido gestado, en tanto circunscribimos lo dicho en el plano del escenario donde ocurre todo lo que transcurre desde que arrancó la existencia. Siendo que es la experiencia de la existencia acumulada como herencia en la memoria, ésta se repite tantas veces como sea necesario, para que se fije como algo cierto y verdadero, enfrascados como estamos en narrativas propuestas desde los inicios de la civilización o de ellas, que ancestralmente se dieron como formando parte de interpuestos argumentos que colocamos en textos y contextos y los deshacemos en base a creencias hondamente arraigadas, de las cuales nacen otra ideas pergeñadas en el término de la distancia que nos separan de sus asideros, y que son la base del constructo de una persona y su personalidad compartida con las demás y el entorno. Si bien se trate de la creación o de la evolución, cada aspecto al respecto será dual, abrirá o cerrará posibilidades disímiles, diferentes, que permanecen hasta ser sustituidas en la medida de las necesidades que creamos porque en ellas creemos como sujetos humanos, con virtudes y falencias, sentimientos por medio, sobrevalorados por arraigados desde un supuesto principio como inicio concebido como un bien o un mal, que provoca reacciones y urticarias sobre lo real, todo lo concebible y posible, elaborado desde la palabra, el verbo y su predicado que anima al pensamiento a ser lo que cree ser, fuera del espíritu que encarna y está presente, siendo consecuente de la constancia de los actos y sus consecuencias, que a veces, y la mayoría de las veces no se suscriben ni se asumen, pero que allí anidan, y es el ego que busca desesperadamente ocultarlo. Desde lo ancestral se ha perpetuado en la especie lo que hay por devenido desde dentro, pero se ha preferido erróneamente que lo que está sea lo que hay afuera, craso error por quienes insisten en descuidar la guía que marca el sendero como la ruta que cada uno debe transitar por sí mismo, según la experiencia de su existencia permanente como acontecer, cambio y transformación. Ciertamente no todo es la mente, ella expresa lo que hay afuera y se desentiende de lo que yace dentro. La permanencia es efímera, las ideas quedan como evidencia del pensamiento que anidan en ella, en las abstracciones en que cada uno tiene cifradas sus correspondientes esperanzas, según sea su criterio al respecto. El milagro de la vida en el planeta como seres, es extraterrestre, bien porque hayamos sido creados por algo, alguien, alguno o algunos, que se dicen dioses, lo que es imposible comprobar o demostrar. Solo la pura conciencia está y es partícipe de los logros que responden desde su íntima y suprema inmanencia incluso antes de que el tiempo fuera, siendo en sí misma donde anida el vacío y es plenitud en todo. Como la propia singularidad ahí, como partícula infinitesimalmente, incierta, que no es algo, objeto de teorías fundamentadas en teorías. Lo que está es, y se manifiesta como quiera que sea, en su momento oportuno en la existencia, en tiempo y espacio donde lo sutil tienen expresión manifiesta en el mundo, el universo y el cosmos, que es la medida de todas las cosas, con sus rasgos característicos, y en compartimientos estancos, donde cada pensamiento acciona compelido por la complejidad que lo envuelve en la multidimensionalidad de cada nivel escalado, para ir a planos subsiguientes, donde las superficies son dimensionales, abstractas, etéreas como todo aquello que tiene forma para los sentidos, es decir, lo ilusorio.
Misterio del misterio ni debelado ni desvelado
Por: Franco Orlando
Miércoles, 13/03/2024 11:16 AM