Vivo a menos de 500 metros de un tinglado comercial que no creo pueda competir con él ninguno, no digo ya en la capital sino también en la Comunidad de Madrid, en uno de cuyos municipios de la periferia que crece con velocidad de vértigo en población y lógicamente en construcción, sino en toda España. No voy a decir cómo llaman al tinglado. Lo que sí necesito poner de relieve es que veo en él un templo sagrado, un lugar consagrado al consumo que si es el motor del sistema económico y en general del neoliberalismo, también es la causa de la degradación tan vertiginosa como el crecimiento de la población en torno a él, de una Naturaleza condenada al desmoronamiento precisamente por el maldito consumismo…
Es tal el aluvión de ansiosos visitantes de este lugar, que dudo mucho que La Meca reúna más gente cuando toca. Porque aquí es diaria la riada de consumistas por tierra, mar y aire. Sobre todo tropecientos autobuses que hacen insoportable no sólo compartir con ellos el eventual desplazamiento, sino también el efecto llamada. Pues así llevamos por lo menos diez años y siempre, como es costumbre, un fenómeno sociológico que va a más… hasta que otro lugar similar comercial movilice a las bestias consumidoras por otro fenómeno bastante frecuente: la moda de cambiar sin más de Centro comercial, como he ido observando en la zona durante años donde unos Centros pierden interés por la aparición de otro nuevo al que acuden como moscas quienes, además del síndrome de consumir, padecen la patología del cambio sin otro motivo que el cambiar…