Invitación al socialismo

Martes, 26/03/2024 12:49 PM

Es importante tener convicciones, y convicciones relacionadas, vinculadas por valores afines. No se pueden defender convicciones contradictorias, no se puede ser socialista y capitalista a la vez, usando como excusa la libertad de elegir mediante unas elecciones chimbas, la libertad de optar por el socialismo o por el capitalismo. No se puede ser socialista por el solo hecho de patrocinar la falsa libertad de la democracia burguesa. Es importante defender el socialismo sin contradicciones ideológicas para que no hayan desviaciones morales y éticas, para que los discursos no sirvan de excusas a estas desviaciones, para que la moral de los abogados, y mucho menos las agencias de publicidad, sustituyan la acción de los políticos que dicen ser socialistas.

En el campo socialista ser político es pensar, actuar, hablar, escribir drásticamente distinto que los políticos que compiten en el campo de la democracia burguesa, que por deformación de la política son volubles, amorales, oportunistas; el socialismo no es una opción libre, trata de una revolución social, es un compromiso ético con nuestras convicciones, y una obligación moral con nosotros mismos, para serles fiel hasta donde nos sea posible, hasta que se agoten frente a otras opciones morales más perfectas. Porque nada es humanamente eterno, solo nuestro afán de perfección trasciende a nuestras convicciones más sinceras, pero estoy seguro que tampoco la democracia burguesa es eterna, como los socialistas de papel no lo quieren hacer creer..

El caso Farías. La promesa de "la mano invisible del mercado" es la misma promesa de prosperidad económica y social de Jesús Farías, de que en el capitalismo el mercado se autorregula y entonces veremos "la luz al final del túnel". Nada que ver con Marx, que demostró en su obra la naturaleza salvaje de los precursores del capitalismo, la violencia y la sangre que hay y que hubo que derramar para la acumulación del capital; no hay nada de "metafísica" o de "divino" en esos orígenes, el capitalismo nace de la codicia, de la violencia y el desprecio por lo más sagrado, la vida natural y la vida humana, así ha sido hasta hoy, y ningún deseo de Jesús Farías lo va a cambiar. El problema de Jesús Farías (del madurismo) es ante todo teórico e ideológico, además de moral.

Los renegados como Jesús Farías son espíritus cansados, como todos aquellos que pasan de ser marxistas a liberales en un abrir y cerrar de ojos. Un político como Julio Escalona, hasta el último día de su vida fue un crítico incisivo del gobierno "contradictorio" de su pupilo Maduro, igual lo ha sido hasta ahora Luis Britto García, por nombrar a dos intelectuales comprometidos con sus ideas marxistas, que no se desviaron con tanta truculencia como Farías y sus jefes de los objetivos revolucionarios socialistas, sobre todo en un terreno tan evidente como el de la lógica, el sentido, de una economía socialista frente a la lógica radicalmente distinta del Capital que tiene otra dirección.

A nosotros nos resulta muy útil definir al capitalismo como una lógica, "la lógica del capital", tal y como lo hizo Chávez en la "presentación" de su Plan de la Patria (la cual fue mutilada en la versión falsa de Maduro), porque el capitalismo y el capital como conceptos marxistas remiten a un sistema lógico completo que abarca de forma coherente una idea de ciencia, una cultura, un lenguaje, leyes, instituciones de Estado, formas de propiedad y poder, economía (teórica y política), relaciones sociales de producción y prácticas de vida, es la lógica con la cual se estructura el conocimiento de la clase dominante dentro de una sociedad y una época como la nuestra. Vencer eso es un reto humano titánico, digamos que doloroso, frente al cual muchos se cansan o se asustan; el espíritu del hombre burgués ha hecho cuerpo y duele descarnarlo, su moral se ha encarnado, muchos presos de sus propias inclinaciones, por decir algo, ignorantes de sus gazmoñerías pequeñoburguesa, aflojan la lucha a medio camino.

Vencer al capitalismo es básicamente desarrollar en nuestro cuerpo un desdén por los estímulos materiales del capitalismo. Se lo vence en la consciencia y en el cambio de nuestras prácticas de vida, de nuestros hábitos, hay que creer y ser terco con eso. Y cuando se cree verdaderamente en algo también se aprende inclusive a ser hipócrita, en el sentido más noble de la palabra, para poder protegernos de los efectos sociales que ejerce una masa apestada de malos hábitos, ignorante, chillona, dirigida por seres igualmente apestados, constantemente tratando de influir en nuestra forma de vida; hay que ser firmes para no terminar compartiendo la pacatería pequeñoburguesa, hablando de socialismo, como Jesús Farías, Diosdado, los Rodríguez y Maduro, y actuando como farsantes demagogos, que se creen socialistas solo por dar discursos morales socialistas, convencidos de que lo que no hacen a favor del país y de la gente más necesitada es socialismo, creyéndose sus embustes, mientras en sus vidas íntimas y familiares se comportan como impúdicos aspirantes sociales, cargados de ventajas, haciendo trampas con un orgullo podrido, como podridos son todos esos vicios que pasan por virtudes en el mundo pequeñoburgués.

Sin conciencia política, de clase, sin la inteligencia y el conocimiento crítico suficiente, nadie sería capaz de reconocer los avances de la humanidad, discriminar lo bueno de lo malo, en la cultura, el arte, la filosofía y las ciencias, aunque sean nacidas de la misma sociedad burguesa y dentro de la lógica del capital, porque ¿de qué otro lado no se puede rescatar a la humanidad? De ahí la importancia de la obra de Marx como pensador revolucionario, junto a muchos otros pensadores honestos, que pudieron mediante la crítica distinguir los avances revolucionarios dentro de lo decadente, el valor humano del conocimiento artístico y científico frente a el valor de cambio de la mercancía; si queremos rebelarnos en contra del sistema dominante hay que tener bolas para reconocernos como espíritus esclavos del dinero y de los vicios del poseer, pero también como personas dignas,… si queremos romper el hechizo de la codicia y la ostentación.

Mejor para el espíritu humano es CREAR que POSEER, pero el hombre del capitalismo, pensando salvarse de su fracaso de forma individual y egoísta, pierde su vida acumulando "mercancías" y dinero, como un banco; ni siquiera las colecciona o las ahorra, sino las acopia, y además codicia las riquezas ajenas, sin saber exactamente para qué, sin contar con que el tiempo humano es finito. Lo único que nos hace menos mortales, trascender en el tiempo – si vencemos al capitalismo – es la obra humana, ES CREAR, CONSTRUIR Y LEGAR para el futuro de nuestra especie, para acrecentar la gran obra civilizatoria y espiritual de la humanidad. El socialismo es parte de esa obra y quizás la única manera de sostener viva a nuestra especie y la vida que le da sustento.

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