La Venezuela política amanece con resaca.
La emoción por las Corinas no tardó en transmutar a incertidumbre y luego a decepción, a pesar de que todos sabían que la sustituta no podía ser más que un gesto. Machado ya había fallado en obligar al "régimen" en aceptar su candidatura, como había prometido, y nada indicaba que lograría inscribir a una sustituta que prolongara su opción al estilo argentino de "Cámpora al gobierno, Perón al poder".
Si algunos pensamos inicialmente que el escenario pudiera repetir una versión ampliada de lo ocurrido en Barinas, esto quedó rápidamente descartado ante la razzia del gobierno contra los cuadros de Vente.
No podía ser de otra forma.
El madurismo es un animal cercado por el rechazo popular, las millonarias recompensas sobre sus cabezas y las causas por crímenes de lesa humanidad que cursan ante la Corte Penal Internacional. Dejar el poder sería a costa de sus propias vidas.
Quienes trabajamos en los pasillos de Miraflores conocemos bien el ethos que define la cultura política madurista: "solo muertos saldremos de Miraflores". Una frase que resonaba especialmente durante la noche del 14 de abril de 2013, cuando los avances del conteo de votos del CNE no favorecían a Nicolás.
El escenario electoral lo ha configurado el gobierno a su medida para, sobre dos maniobras, intentar superar el 80% de rechazo de su candidato Maduro: dispersar el voto e incentivar la abstención. Lo primero lo intentan con la pléyade de candidatos alacranes; lo segundo, incitando la indignación que resulta de su juego sucio y represión contra la opción triunfadora de la primaria opositora.
Contra la primera maniobra, se impone concentrar el voto. Con dispersión, no hay voto efectivo. En este sentido, Manuel Rosales, por su estructura y capital político, es quien luce con mayores probabilidades de ganarle al gobierno.
Contra la segunda, participación masiva.
Lograr participación masiva y voto efectivo depende de la libertad que la candidata Machado le brinde a su base para votar por el candidato de su preferencia, pero votar.
Ante la animosidad evidente entre Rosales y Machado, solo un poder superior sobre ellos podrá hacerlos coincidir en la táctica: la Casa Blanca. Erikson tiene el primer gran reto de su gestión.
La candidatura de Rosales no exime de riesgos a Maduro. Con Rosales. quizás el madurismo hasta tenga negociado un camino de salida que no implique cárcel y su eliminación política. Es posible imaginar que, si el voto opositor es abrumador y cuenta con el apoyo movilizador de Machado, quizás podamos despedirnos de la trágica historia que el madurismo ha significado para Venezuela.