Diferencia entre la ultraderecha y el neofascismo. ¿Qué propone la izquierda? ¿Hasta cuándo en el limbo?

Jueves, 11/04/2024 11:03 AM

Por supuesto, el lector sabe que el limbo ya no existe, el Papa anterior a Francisco, decidió eliminarlo, pero queda su recuerdo, recurso cultural y lingüístico.

Anoche, lunes 8 de abril, antes de acostarme y después de haber estado leyendo el capítulo VIII de "Don Quijote", en su segunda salida, cuando se enfrenta en combate contra unos colosales gigantes, que no son más que molinos de viento, por lo que ante la observación al respecto de Sancho, responde: —"Calla, amigo Sancho —respondió don Quijote—, que las cosas de la guerra más que otras están sujetas a continua mudanza", opté por escuchar lo que en un video, inserto ahora en la página de Aporrea.Org., el diagnóstico que hace el Prof. Brasileño Valerio Arcay, quien se define como trotskista, acerca del mundo de hoy y particularmente de América Latina.

Y hago alusión a esa frase de Cervantes que "las cosas de la guerra están sujetas a continua mudanza", dada su validez y contenido dialéctico, por percibir hasta el cansancio, como hay quienes definiéndose como "cuidados observadores del cambio", dejan que todo pase sin que sus ojos vean y su cerebro capte y menos planifiquen y ejecuten dada coherente con el carácter y ritmo del movimiento.

Lo leído de Cervantes, en esa escena, donde el caballero andante, confunde unos molinos de vientos con unos gigantes y la charla del Profesor brasileño Valerio Arcay, me pusieron a pensar lo más hondo que puedo, que no es más de media cuarta.

Y conste, no quiero decir que Arcay haya alucinado como Don Francisco Quijano, convertido por su enfebrecida fantasía en Don Quijote de la Mancha, pues en buena y bastante parte de lo que dijo Arcay, en su diagnóstico, estoy de acuerdo y hasta invito a quienes esto lean, usen este enlace, https://www.aporrea.org/actualidad/n391896.html, para escuchar esa entrevista. Sobre lo que sí quiero enfatizar es, acerca de lo que no dijo, olvidó en su disertación o eludió estudiadamente, sobre lo que el entrevistador, pese haber preguntado sin recibir respuesta concreta, quizás por discreción, optó por no repreguntar.

Arcay habla de una ultraderecha, con lo que eso implica en la lucha de clases, acogida a las normas y proceder de las sociedades capitalistas del momento, eso que se suele llamar "democracia burguesa". Una que ha terminado por admitir los avances de los trabajadores en sus luchas por sus reivindicaciones, como el salario, los contratos de trabajo, las jornadas diarias, vacaciones, aguinaldos, prestaciones sociales y en general, a un Estado que invierta en servicios para atender a la población trabajadora y hasta a la que no es. Pero también hace alusión a la aparición de una tendencia o fuerza que llama el "neofascismo", con una disposición en contra de aquello. Es decir, una acogida a un modelo más mezquino que lo que anhela y procura el Fondo Monetario Internacional, negado a reconocer los derechos de los trabajadores y hasta los ancianos y partidaria de un Estado minimizado y destinado a reprimir toda lucha por eso y al que identifica en América Latina con las figuras de Bolsonaro, en Brasil, Noboa, en Ecuador, Buckele, en Salvador y Milei en la Argentina.

Hace alusión, a un fenómeno, como lo es la expansión de eso que llaman "pequeños emprendedores", trabajadores individuales, sin sujeción a patrón alguno, entre los cuales – esto lo digo yo – estarían quienes hacen delivery y los llamados en Venezuela buhoneros, vendedores ambulantes y hasta sedentarios. Para él, la abundancia de este tipo de trabajadores, fenómeno nada nuevo, lo que no niega que ahora se multiplica con velocidad, genera una fuerza y opinión ajena a las luchas contra el capital de parte de la fuerza de trabajo, la mano de obra asalariada en el sector privado y los la al servicio del Estado, que por su naturaleza, aspira alcanzar el rol de los capitalistas, "aunque sea en sueños" -esto digo yo-, y por ello, pudiera confundirse como Quijote. Sólo que en este caso, este trabajador, no ve bien el bulto, sino se ve a sí mismo como un potencial gigante.

Y por mirarse así, como gigante o mejor querer serlo, termina siendo ganado por el discurso o el "canto de sirena", de lo que Arcay llama el neofascismo, cuyos representantes, como dije, hizo mención, pasando por alto que eso se expande por todo el continente, como que en Venezuela no es nada difícil identificarlo. Tanto que, al más lerdo de los observadores, nada le cuesta percibir como en Venezuela la oposición política al gobierno, es un archipiélago, por eso mismo, las distancias entre los proyectos y visiones de cada grupo; los partidarios de la democracia burguesa, tal como ella ha venido siendo y los de una sociedad donde predomine casi absolutamente los intereses del capital y desaparezcan los derechos de los trabajadores. En verdad, esa enorme masa de emprendedores, trabajadores por su cuenta, no tiene interés alguno en lo que sí tienen quienes están al servicio del gran capital y el Estado.

Es decir, interpretando a Arcay, uno puede decir que el escaso desarrollo del capitalismo industrial y sus derivados en América Latina, por los efectos del control imperialista, donde al servicio de este debería crecer la clase obrera y los trabajadores todos, incluyendo a un Estado que también crecería y prestaría sus servicios dentro de ese proceso, se ha traducido en la multiplicación de una fuerza de trabajo individualista, esa de los pequeños emprendedores y vendedores, que se sienten atraídos por el mensaje neofascista. Y por esto, sostiene que esta tendencia toma fuerza en América Latina. Por esto, digo yo, toma fuerza la tendencia a desentenderse, no importunarse por las luchas políticas, no habiendo ya casi las de los trabajadores por sus derechos de clase y hasta llegar a importarle quien gobierne, más si este hace en buena medida lo necesario para que el Estado se minimice y abra con libertad a la acción individual y no de clase.

Como dije al inicio, buena parte de lo que dijo lo comparto, pero como todo en la vida, tiene sus límites, uno llega hasta donde puede y hasta debe.

En un momento de lo que, en verdad no fue una entrevista, en sentido estricto, sino una invitación a exponer sus ideas, el presentador, llamado Luis Bonilla, hizo una pregunta para mí crucial, pues es la misma que me vengo haciendo desde hace muchos años. Y esta fue, palabras más o menos, "¿y en medio de ese cuadro cuál es el papel de la izquierda y específicamente de los partidos que se definen como tales?

El entrevistado, Valerio Arcay, continuó abundando en el análisis que venía haciendo y, no sé si por olvido o de manera deliberada, para no abordar un tema muy sensible en el campo de la izquierda, ese relacionado con lo que llaman truculentamente y hasta como justificación por no saber qué hacer, reformismo, optó por evadir o simplemente no responder la específica pregunta de Bonilla.

Porque Arcay, en un momento de su disertación, como también nosotros lo hemos dicho muchas veces, el planteamiento de cambiar la sociedad capitalista de ahora por una socialista, no tiene validez si se asume como si el cambio estuviese a la vuelta de la esquina y por eso que algunos prestidigitadores llaman un fuerte estallido y decisión estatal. Ese sueño que embriagó y atrapó a los guerrilleros de largas barbas, convertidos en dioses y sus adoradores de antes y ahora. Por esto invito a leer mis artículos sobre este tema, en particular el titulado "Garrafales errores de la izquierda. Del relámpago de Toby Valderrama al rompimiento abrupto de la sociedad de Marcelo Colussi".

https://www.aporrea.org/actualidad/a315527.html

Pues para quienes creen que el socialismo está a la vuelta de la esquina, toda lucha en favor de los trabajadores, en cambiar la sociedad, está sujeta a la toma del poder por una vanguardia que de inmediato, usando el aparato del Estado haría los cambios. Y pese este proceder se ha asumido antes en distintos sitios, hasta en Venezuela, tal cambio no ha sido posible, ha terminado encunetado, desviado hacia otro camino o en la simple derrota por las fuerzas enemigas. Siendo estas hasta débiles, pero que se hacen fuerte al poner de su parte, a quienes podrían estar de otro lado si se manejan las cosas como debe ser, teniendo presente la principal contradicción y en consecuencia los correspondientes aliados y objetivos, para que haya cambio en favor de una sociedad más justa.

Pero Arcay, que como dije se define trotskista, dijo algo sustancial que también comparto y forma parte, pues según su juicio ha venido produciéndose en el mundo un cambio paulatino del modelo capitalista en favor de los trabajadores, como las innumerables conquistas que estos han alcanzado a lo largo de la lucha de clases dentro del modelo y que el neofascismo, ese que amenaza al mundo y particularmente a América Latina y hoy tiene su vocero más significativo en Milei en la Argentina, intenta desaparecer o minimizar, para lo cual se gana a la inmensa multitud de trabajadores independientes, al margen de la lucha de aquellos derechos, valiéndose de un discurso y propaganda cargada de sentimientos, subliminalmente contra quienes trabajan bajo dependencia, los jubilados y hasta incapacitados y una multitud de frustrados por las luchas políticas y la incompetencia de los políticos, incluyendo en gran medida a la izquierda cada día más debilitada, marginal y dispersa, por no hallar cómo insertarse en el día a día y de manera concreta y específica en la lucha por los derechos de la clase trabajadora y el movimiento hacia el cambio.

Y es bueno hacer mención al fenómeno venezolano, donde la lucha entre los sectores enfrentados manejan todos los recursos y pronuncian distintos discursos, pero en esas confrontaciones, pocas veces, aparecen los trabajadores luchando por sus derechos y, los discursos de los políticos, eso no mencionan, sino todo se centra en el control del Estado.

Y Arcay, pudo haberse decidido, de manera deliberada, por abstenerse de responder la pregunta de Bonilla, por evitar que, al formular una propuesta práctica y realista, como acerca de la necesidad que la izquierda se acerque, hasta fraternalmente, a todos los movimientos democráticos que luchan por los cambios de una dimensión al parecer insignificante y en veces injustamente calificados de reformistas, lo que es insertarse en el movimiento real, sin pensar en estallidos mágicos e inusitados, determinados por vanguardias de puritanos, de fantásticos prejuiciados y malas evaluaciones, metidos dentro de un traje metálico y protegidos por una escafandra, como el Quijote, todo lo miran de acuerdo a las lecturas de los viejos libros de caballería.

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