No recuerdo si ocurrió el 4 de febrero de 1992 ó el día siguiente cuando el entonces bicameral Congreso Nacional sesionó de urgencia para considerar lo de la rebelión militar bolivariana contra "la guanábana" AD-COPEI.
Tampoco tengo certeza de si Morales Bello presidía la Cámara Alta o la Baja pero eso da igual porque en estricto sentido ese congreso era la casa de las leyes, lo que por obligación todos y cada uno de sus integrante tenían que defender al menos en el cuido de la forma; mas, así no fue.
El respeto a la ley, de todas todas, es condición sine qua non para coexistir en una paz estructural. Sin paz no hay cabida para desarrollo democrático alguno en firme. La paz debería beneficiar a todos los ciudadanos pero parece ser cierto eso de que el Dios de cada quien le pone sombrero al que no tiene cabeza.
En desbordada prepotencia como nunca antes --que sepa yo, en la historia de Venezuela-- el jerarca adeco David Morales Bello en pleno Congreso Nacional y a todo gañote vociferó que había que matar a Chávez, éste, Jefe de la Rebelión Militar Bolivariana, no obstante que el Comandante Chávez ya era prisionero de la casta gorila a esa hora y a sabienda de todos, que es lo más grave: ¡matar a un prisionero!
Pero vayamos aún más a fondo del asunto, era enarbolar descaradamente la llamada "doctrina betancourt" cuyo epónimo era Rómulo Betancourt: "¡matar primero y averiguar después!"
Como es de elemental suposición, puesto que él era un legislador de alto coturno, Morales Bello no podía ser juez ni fiscal pero hizo de tales a la vez en arenga estrepitosa dictando una sentencia que estaba fuera de la ley marco, la Constitución de 1961, ley que como a todo adeco culoapretao --¡paradójico!-- le sabía a mierda.
(pido perdón a usted lector o lectora por el anterior breve trato escatológico que he dado al tema, no es mi estilo pero el asunto es crudo)
Por cierto, a la sazón regía, como es sabido, la Constitución de 1961, constitución que no fue diseñada ni sancionada por el pueblo sobre cuyos hombros habría de recaer su peso sino que fue impuesta por las cúpulas de ambas cámaras, senadores y diputados, y en particular más específicamente esa ley fue elaborada por el bufete de Morales bello previa anuencia de los gringos, así de arrastrada era la cosa, nada que ver con la "Constitución Bolivariana de la República de Venezuela" que hoy rige a nuestra querida patria desde 1999.
Más que Hemiciclo aquello era Hemicirco venezolano, no romano como el de Nerón quien, por cierto, también era adeco.
Ahora Maduro ha propuesto al pueblo venezolano en estricto apego a nuestra Carta Magna una consulta popular para hacer una reforma constitucional la mar urgente e imprescindible pero ya la prosopopeya adeca junto con la de sus derivados, sucursales y afines entrompó contra Maduro.
Mas, el pueblo consciente lo que va es pa’lante con Maduro y con Diosdado a decidir lo que ha de ser: calabozo definitivo para tanto sinvergüenza.
Yo también me sumo a esa jornada popular de apoyo a la propuesta de Maduro aunque soy un poco atarantado pero me gusta callejear con ese pueblo maravilloso del que aprendo, el pueblo chavista.
Es sencillo, si el ladrón, el traidor a la patria, el terrorista fascista roba al pueblo, traiciona al pueblo, mata al pueblo, entonces el pueblo ha de tener un instrumento para sacarse el clavo pero siempre bajo el amparo de la ley, nunca fuera de ella. El respeto a la ley es esencial para convivir en paz.
Una cosa es que el pueblo apruebe o desapruebe una ley y otra muy distinta es que pretenda aplicarla con sus propias manos como sí lo hace el fascismo. La justicia revolucionaria sigue sus propios canales debidamente acreditados; mientras que el fascismo pretende llevarnos a confrontaciones fratricidas, peine para justificar la voracidad del gringo.
Los fascistas no respetan ley, el fascismo se lleva la ley en los cachos tal como el sujeto de marras; de ahí que preservar la paz sustentable pasa por ponerle un cortafuegos a esa amenazadora casta.
Al efecto, entonces veamos al menos algo que se desprende de la propuesta de calabozo definitivo para criminales incorregibles:
En principio es un disuasivo para que los ávidos de obtener riqueza sin trabajar cojan culillo.
Segundo, para que el convicto del caso tenga tiempo suficiente para arrepentirse mil veces de su crimen y pueda podrirse en paz cuando le toque el momento de frio y de silencio.
Tercero, que estando ahí en su calabozo el reo sirve de espejo para quienes tienen las agallas al acecho.
Cuarto, para que el dinerito que entre al Fisco Nacional no sea dilapidado sino repartido debidamente al pueblo que lo puja con su esfuerzo.
Quinto (no hay quinto malo), para al fin y al cabo usar la escoba y librarnos del fascismo.
Adenda:
Por añadidura, yo en lugar de Maduro, antes de nombrar a alguien en un alto cargo donde se administre dinerito, encierro al postulado en un calabozo durante al menos una hora apenas para que éste experimente la sensación de estar prisionero y luego lo planto en el cargo no sin antes deletrearle la cartilla.
Ñapa:
Recuerdan al llamado "Plan Bratton" instrumentado por Iván Simonovis y Alfredo Peña: "¡Plomo al hampa!"?, plomo es matar y hampa para ellos es el pueblo trabajador, es o no acaso una expresión de la "doctrina betancourt"? Así también el llamado "plan condor". Cierto que el condor vuela alto, muy alto, pero que come, no es caso carroña, mierda, porquería?
¡Pues, eso era el pueblo latinoamericano para el fascismo!