Los corruptos de ahora. ¿Atrapamos los huevos o llegamos a la serpiente? ¡La dejarán impune?

Miércoles, 17/04/2024 02:38 PM

Nota: La información sobre Tareck El Aissami, como retardada, quizás por esos vericuetos o entuertos de la Ley, hasta por la necesidad de tener todos los pelos en las manos y quizás por medir con serenidad los efectos que pudieran derivarse de ese trascendente acontecimiento, me hizo recordar este trabajo, de unos años atrás, que al mismo tiempo trajo un recuerdo más viejo.

-"¡Padre, perdóname -dije-, pero mi alma está por encima de la espuma de jabón! Tengo el firme propósito de marcharme del negocio.

Edgar Allan Poe

Allá en mi barrio, mi aldea, solíamos decir, "yo no sé si son vainas mías, pero parece que la cosa no es como la estamos viendo". Allá lejos, detrás de la línea del horizonte pareciera que se engendra un vendaval. Hay como algo oculto. Y es que la redondez de la tierra esconde cosas a la mirada más zahorí. Pero también es cierto, pues la vida es demasiado rica y sorprendente que todo, aunque sea a la larga se sabe y salta a la vista, como que la curva se endereza.

La gente cree y uno también que la lista de corruptos es más larga. Sucede que hay unos corruptos "más pendejos que otros". O quizás para decirlo mejor, suele suceder que los magos y mandones de largo tiempo, tejen mecanismos para pasar desapercibidos. Existe la serpiente y esta pone sus huevos. Puede suceder que ella, deliberadamente, para escaparse del acaso, a estos abandone y quienes la buscan no la hallan, sólo a aquellos hallan en la escena.

Siempre recuerdo uno de los tantos cuentos de Edgar Allan Poe, pues escribió unos cuantos, en el cual el asesino de una mujer en una casa de vecindad, visitante habitual de aquel espacio, por serlo, pasó desapercibido por largo tiempo, cuando se intentó a averiguar quiénes habían visitado o qué extraño llegó ese día a aquel espacio ese día. De tanto verlo llegar allí y ellos verlo, los vecinos no lo pensaron como un visitante y menos un extraño.

Tanto tiempo en los cargos de mando, casi como eternamente, más sin hacer nada trascendente, que suene o se sienta, hace que el funcionario pase desapercibido como el cartero del cuento de Poe. Y, es más fácil, pasar desapercibido o ser considerado inocente o ajeno a lo acontecido, cuando se tiene poder y amigos poderosos. Y más aún, si cree que el corrupto es como una columna de las cuales depende el equilibrio del todo. Y lo es peor aún, si este guarda claves, coordenadas y hasta secretos sutiles que pueden llevar a las cuevas donde se ocultan los secretos y esconden debilidades, los pecados mortales y la Caja de Pandora.

Por algo parecido a lo que ahora sucede, pero en el mundo de la banca, en los tiempos del banquero Orlando Castro, en 1988, escribí el cuento que a continuación repongo. Por supuesto, el personaje que allí teme ser víctima de todo, como suele suceder, pues siempre los más pendejos terminan pagando las culpas, es un muchacho humilde. No obstante, pudiera ser valedero usarlo como referencia pues "nunca están todos los que son". Y, en veces, hay unos más vivos, apoyados y hasta cuidados que otros, para que nunca se llegue al fondo de las cosas. O lo que es lo mismo, siempre se pone un límite para que la vida no se acabe.

Aunque para ser justo, equilibrado y no vender falsa imagen, los pecadores de ahora puestos al descubierto, detenidos, llevados a proceso, tienen tanto peso como quienes todavía eluden la justicia y hasta les ayudan a que logren sus propósitos. Y los primeros mencionados eso quieren, les sirve, pues sería una manera para más tarde salirse con la suya. Es como pagar una buena póliza de seguro.

Revienta por lo más delgado

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