Los venezolanos nos preparamos para participar en un nuevo proceso electoral. Proceso sobre el cual pueden hacerse varias lecturas. En una primera aproximación de su análisis, nos advienen las siguientes:
Desde la perspectiva interna:
La participación de once (11) candidatos a la presidencia de la república, demuestra la importancia que los venezolanos le asignamos al acto electoral. Nos dice que, en Venezuela se acabó la polarización política y, ahora, vivimos en paz; en el ejercicio pleno de nuestra democracia participativa y protagónica. Que el "chantaje" perdió su fuerza, como praxis política en la oposición. Se constatan las diferencias entre quienes quieren seguir transitando los caminos del golpismo, la desestabilización, y el intervencionismo extranjero; y, quienes creen que la vía correcta, para hacerse del poder, es la electoral. Se evidencia que existe un pugilato sobre quién habrá de liderizar, a ese sector, después del evento electoral. De ello se deriva que, mientras para la llamada plataforma unitaria, el 28 de julio es la última oportunidad para salir de Maduro, y por ende del Chavismo; para el otro sector, el 28 de julio es un punto de partida para su relanzamiento como fuerza política. El apoyo de COPEI a la candidatura de Luis Martínez (AD), debe verse más allá de un simple acuerdo burocrático. La oposición, agrupada en la plataforma unitaria, sigue convencida que su "clase media" es el único sector generador de opinión política. Para ellos, el pueblo no cuenta. Los malabarismos realizados, para la selección e inscripción de su candidato, pusieron al descubierto que, su intención de participar en el venidero proceso electoral presidencial, no es sensato. Convencida de ser poseedora de una moderna "lámpara de Aladín", la llamada plataforma unitaria presentó otro "outsider", Edmundo González Urrutia, cuyo único mérito es haber participado, en el golpe de abril del 2002, como asistente de "Pepe" Rodríguez Iturbe, canciller designado por Pedro Carmona Estanga.
Desde la perspectiva externa:
El mundo del siglo XXI es otro. La globalización y la mundialización de la economía y de la sociedad, muestra sus falencias. En el rostro de las potencias capitalistas de occidente, está dibujado el fracaso y el terror. El fascismo es, de nuevo, el método a través del cual pretenden seguir dominando a sus (los) pueblos. El mundo ha dejado de ser unipolar. Estados Unidos ha dejado de ser la única potencia económica y militar del universo. Europa, el ángel con que escribió la historia de occidente se le ha desdibujado, lo ha perdido. América Latina, África y Asia están decididos a trazar una nueva senda, construyen sus propios caminos. El mundo se ha hecho multipolar. Emergen nuevos bloques de poder. Las llamadas áreas de influencia de la hegemonía capitalista, avanzan en la construcción de nuevos modelos de relacionamiento. La dominación está siendo sustituida por la cooperación y la solidaridad. La oposición apátrida, corrupta y fascista, asociada en la llamada plataforma unitaria, no se ha dado cuenta de esta nueva realidad mundial. Siguen creyendo que el neoliberalismo mantiene los encantos con que se adornó en los años ochenta de la centuria pasada. No logran entender que los gobiernos supremacistas de Estados Unidos, viven su peor crisis de la historia. Se plantean cómo detener a China y Rusia, convertidas en nuevos bloques de poder, las cuales hoy están presentes en buena parte de sus áreas de influencia. Esa oposición es tan escaza que no logra entender que para el gobierno de Estados Unidos, su mayor preocupación es cómo recupera su poder económico y político.
Como corolario, de estas reflexiones, podemos decir que, cuando esa oposición pide más sanciones contra el pueblo venezolano, demuestra su carencia de perspectiva política. No entiende que, en la actual coyuntura internacional, la economía estadounidense necesita más de nuestras riquezas minerales, que nosotros de ellos. No entienden que, para ser político, y para hacer política, se requiere tener "olfato político".
De nuestra parte, las cosas están claras. Tenemos programa de gobierno. Le damos los últimos toques a nuestra maquinaria electoral, para que cumpla a la perfección sus tareas. El Polo Patriótico está unido. Pero, sobre todo, Nicolás está en la calle, junto al pueblo, acompañándolo para consolidar sus planteamientos contenidos en las 7T.
No hay la menor duda. Nicolás Maduro, seguirá siendo el Presidente Constitucional de todos los venezolanos.