Los saltos descomunales de Juan Barreto y Héctor Navarro. En tiempos de Chávez se decía saltar la talanquera

Viernes, 26/04/2024 01:40 PM

Cuando aquellos tipos, empezando por Luis Miquilena y sus asociados se le voltearon a Chávez, creyéndole caído por el golpe de Carmona, a unos cuantos, eso no nos produjo asombro, es más, lo esperábamos y hasta terminamos como agradeciéndole a los golpistas que aquello aceleraran. Se habían ido unos cuantos que allí estaban por unos negocios en ciernes. Lo malo fue que se quedaron otros que terminaron siendo peores. Hubo entre estos, el dueño de un importante diario que acariciaba la idea le diesen un cuantioso crédito para invertirlo en Margarita y se quedó deshojando la flor. No tuvo la suerte de unos cuantos que también se fueron embuchados y quienes se quedaron para irse más tarde, pero también con "lo suyo".

Chávez, según me dijo alguien, sentía preferencia por los jóvenes, por eso en su gabinete y en cargos de gobierno de cierta envergadura, lo que incluyó ministros y gobernadores, aparecieron unos cuantos carajitos, recién egresados de universidades con títulos todavía ni siquiera apostillados. Es mejor decir que la lista es larga. Muchos de ellos terminaron siendo unos inútiles y figuras decorativas que, pese todo el poder en ellos depositados y el dineral puesto a su orden para nada sirvieron. Otros, como más auténticos, terminaron cogiéndose esos reales y se fueron al paraíso de sus sueños.

Todavía, quedan de esos, unos cuantos. Claro, ya han entrado en la edad madura, pero durmiendo en santa paz, sentados en una curul o recordando los domingos de "Aló presidente", programa al cual acudían embobados a escuchar a Chávez pronunciar discursos ya antes pronunciados y escritos aquí, en otros espacios y distintas personas, pero para ellos nuevos y sobre todo porque salían de Miraflores. Y del creer en eso como algo novedoso, nunca antes oído por ellos, cual si fuesen sólo consignas para gritarlas, repetirlas o rezos para expiar pecados que se volverán a cometer, porque ese ritual no les cambia la tendencia que traen de sus viejas escuelas, hicieron su talismán para enriquecerse y hasta quedarse durmiendo en los asientos correspondientes a los altos cargos del Estado. Ahorita mismo me acabo de enterar por las redes que, del área o ministerio de la minería, acaban de detener a alguien, de quien desde hace años esperaba que eso sucediese, pues desde lejos le veía lo mañoso y falso; en breve podría salir el nombre. Esperemos.

De los que se quedaron después de aquel frustrado golpe de Carmona y hasta la muerte del comandante, hubo un lote de jóvenes "revolucionarios", nacidos de las divisiones de la izquierda, de cuando un sector de ella, dentro del el PCV y el MIR, empezó a cambiar y distanciarse de la errada percepción o diagnóstico que le había guiado a aquello de una guerra perdida desde el inicio y por lo que al final se acogió a la pacificación.

Esos nuevos grupos de jóvenes, en buena medida liderados por comandantes guerrilleros que, pese hasta dejaron la guerrilla por el fracaso no reconocido, por lo que seguían apegados a la misma idea, hasta que Chávez les pacificó, de verdad, pasaron a ocupar cuanto cargo importante había disponible. Pero también entre ellos se colearon factores jóvenes salidos del ejército, como aquel teniente que fue gobernador de Aragua y luego ministro que manejaba los reales de Miraflores, quien un buen día, como decimos en Cumaná, "cogió su chachachá" y se fue para el país que "odiaba", mientras esperaba su chance. Y luego nació el PSUV, que dio cabida u oportunidad, para que allí se reprodujeron lo que Müller Rojas llamó "los alacranes", que concibieron al Partido como uno formado por grupos y con derecho a distribuirse los cargos dirigentes en el mismo y en el gobierno, de acuerdo a las fuerzas que se atribuían, mediante malos manejos y lo valioso que creían aportar o haber aportado.

Por cierto, resulta curioso cómo abundó entre esos personajes, hechos dirigentes de un chasquido, un movimiento facial, como el que solía hacer el principal personaje femenino de "Hechizada", Samantha, eresados de la Universidad de Mérida o la ULA. De estos, recuerdo ahora, por razones como demasiados obvias, a Rafael Ramírez y Tareck El Aissami y una larga lista, entre conocidos y anónimos.

Y hubo aquella oleada, en tiempos de Chávez, que llamaron los saltadores de talanquera, en donde resaltó por el cargo o función importante que ocupaba, aquél Ismael García, quien por sus muestras, uno sabía que "no tenía nada en la bola", salvo unos buenos pulmones y "bocota" para gritar, pero Chávez le hizo subir mucho más allá de su capacidad para vencer la "ley de gravedad". Y esto, la "ley de gravedad", supo controlar, dominar tan bien que, de un día para otro, después de haber gozado de tantos privilegios inmerecidos, salto tan alto y lejos y de manera furtiva, que dejó con la boca abierta a los campeones olímpicos de garrocha.

Juan Barreto y Héctor Navarro son de otra estirpe. Se fueron por la puerta de enfrente y hasta con la frente en alto. Si bien ambos fueron figuras importantes en el gobierno mientras gobernó Chávez, casi de inmediato entraron en contradicción con Maduro.

No sé exactamente los motivos que entonces llevaron a Navarro a irse del partido de gobierno. Supongo, por mi propia experiencia, que por la concepción grupal que predominaba, entre quienes tomaron el mando, muerto Chávez, por lo que de una vez se sintieron excluidos. Supongo así, porque viví esa experiencia, pero desde el principio, en vida de Chávez, dado que los partidos, primero el MVR y luego el PSUV, en mi ámbito, fueron manejados por dos grupos en pugna, en donde no había cabida para mí. Quienes no estábamos identificados con el grupo civil, pese sus orígenes guerrilleros o el militar, el salido del ejército, no existíamos. Podíamos asistir a las reuniones, hasta cumplir tareas, pero nuestra voz no era escuchada y menos nos miraban, como si fuésemos de vidrio, no teníamos derechos y la exclusión se dio en todos los ámbitos

Juan Barreto, si mal no recuerdo, siempre tuvo su grupo personal; no sé si por una visión distinta o su volumen, llamado Redes, fuera del MVR y del PSUV. Y por esto formaba parte del mal llamado "Gran Polo Patriótico", al cual, desde los tiempos de Chávez, por un grave error de concepción, éste nunca "le paró", salvo para nombrarlo en los discursos. Y por esta práctica, muerto Chávez, aquella cosa como sin fuerza, ni función ninguna, aparte de la de apoyar en las elecciones y en actos políticos multitudinarios, portando buena cantidad de banderas, terminó muriendo. De los partidos que lo formaban, los más o casi todos, optaron por hacerle oposición a Maduro y sus políticas. Y en esto no hay nada censurable; pues si lo que haces no me parece bien, es pertinente que me vaya de tu lado.

Héctor Navarro, hasta donde sé, fue militante del MVR y del PSUV. Las razones íntimas de su separación de Maduro las desconozco. Se fue acompañado del Dr. Giordani y supongo, por los méritos intelectuales de ambos, que por discrepar hondamente de lo que empezó y continuó haciendo Maduro como gobernante. Giordani, desde los tiempos de Chávez, dejó muestras, libros escritos, de sus discrepancias con el presidente al cual le servía de ministro, quizás esto mismo determinó su temprana ruptura con Maduro. Y esto es aplicable a Navarro. Ambos se fueron pues por discrepantes, como Barreto, con la frente en alto y un historial digno y hasta ejemplarizante.

Navarro empezó a hacer activa oposición al gobierno formando parte de un selecto grupo de intelectuales prestigiosos y honestos con una visión de izquierda. Sus críticas al gobierno, bastante frecuentes, muchos las compartimos.

Pero el amigo Héctor Navarro, actuando en función de un diagnóstico apresurado y por esto mismo equivocado, cometió un grave error. Inoportunamente, por su iniciativa, acompañado por alguien, pidió o pidieron ser recibidos por Juan Guaidó, cuando ese cuestionable y cuestionado personaje, cometió el disparate, que se volvió una infamia, de declararse presidente interino. Ese gesto de Navarro y quien o quienes le acompañaron resultó tan desacertado que casi se convirtió en un suicidio medianamente colectivo, pese entonces nadie habló de salto de talanquera.

Pasó el tiempo, Barreto con sus redes acuestas, que las puede llevar de un sitio a otro pues no son muchas y poco pesan, seguro que bastante menos que él, continuó su camino y su discurso que con el tiempo se iba diluyendo; ya no era aquel de los tiempos de Chávez. Como cambió Maduro, si es que este cambió, porque no sé qué pensaba antes de verse obligado a decir lo que Chávez indicaba o incitaba.

Y caminando, intentando hacer camino por que estos no los hay, pues se hacen al andar, como dijo Machado, aunque estos queden llenos de huecos y zanjas, por falta de instrumentos y tiempo, los dos, Barreto y Navarro, en una vuelta, tratando de salvar un cerro, por la parte de abajo, se encontraron uno al lado del otro, siguieron junto el camino, ya que mejor es andar acompañado que solo y, como si algo hubiesen pedido en común, se hallaron un duende y de él se pegaron como náufragos en medio del mar agarrados a una tabla.

Y al alimón, se aferraron a una garrocha, la tabla de la que antes hablamos, pegaron un salto descomunal. Hasta Barreto, pese su enorme peso corporal y sus redes a cuestas, voló en demasía al lado de Navarro y fueron a caer en el patio de María Corina. Ellos dos, en pareja, batieron todos los récords antes establecidos, dejaron a Ismael García, hecho un pendejo, en lo del salto de talanquera. No se conformaron, como uno esperaba y hasta quería, planear un vuelo hasta el patio de vecinos cercanos que, por compartir los mismos espacios, el de las calamidades y porque algunas afinidades hay, sino para llegar al lado más opuesto y lejano, como buscando a ganador y los bienes que esto reporta.

Sólo espero que hayan aterrizado bien, sin daño alguno, sin ningún hueso roto y que, en donde cayeron o mejor, se propusieron caer, les premien como merecen, por lo menos, por tanta audacia. A Betancourt sus saltos le beneficiaron y a Germán Escarrá, tan pesado como Barreto, antes dio un salto de talanquera, quizás no tan alto, pero significativo por su sentido contrario y lo útil que ha sido a sus anfitriones; por lo que tiene tribuna.

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