Si, hoy después de tantos tropezones, caídas y decepciones, estoy como turulato; ideas y palabras se me revolvieron y me puse a escribir y me salió lo que sigue. Si me entienden los felicito y si no mejor.
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Los griegos tuvieron más dioses que gente. Los había para todo y cada vaina. Uno de la lluvia, el trueno, los mares y como diría Joselo "y por allí te vas".
En La Ilíada y la Odisea, obras cumbres de la literatura universal, todos los dioses tienen cabida; como uno para cada cosa y hasta para cada quien. Pero también en las islas solitarias se podía encontrar a alguno que no le gustaba rejuntarse o no hacía honores a eso que llaman el gregarismo que, además sabían de toda vaina, a quienes llamaban oráculos, tipos que sabían y saben de todo y a todo, tanto que, hasta en veces, parecen rancios; saben de antemano que caballos van a ganar y hasta cómo andan hoy los puntos entre Maduro y Edmundo. Por cierto, este Edmundo, como esos oráculos, tampoco le gusta rejuntarse con todo el mundo, tanto que inventó una nueva forma, más cómoda, burguesa, pero muy influida del buen gusto de la vieja nobleza, hacer campaña electoral, sin mezclarse entre la gente, para que, como mínimo, no se le peguen los sudores, desde su casa y a través del celular. Lo que sus seguidores llaman una estrategia novedosa, genial, propia de tipos como él, pues no importa carezca de humanismo y sociabilidad.
Eran, en cierto modo, vuelvo a los oráculos, unos dioses menores que le marcaban el rumbo a mucha gente, como hay todavía mucho de esos que hasta cobran, si no por consulta, si una cosa que llaman el diezmo, que significa el 10% de lo que recibas. "¡Dame lo mío que es de Dios!" Y sindicalistas que, en lugar de luchar por el salario se ponen del otro lado, contra los asalariados y usted les escucha dando discursos sobre materia salarial, no derivados de las luchas que son inherentes a lo que dicen ser, sino como aprendidos en las escuelas universitarias del capitalismo clásico; hablan como los monetaristas y los dueños de las fábricas.
Aquiles fue un héroe, heroico y casi invencible guerrero, que con su espada, lanza, arco y flecha, se desplazaba a gran velocidad en el campo de batalla sin tocar el suelo; fue el guerrero de los pies alados e hijo de la diosa Tetis. El hombre del talón sensible y uno de los combatientes de la guerra de Troya. Pese ser hijo de dioses, le agarraron por su punto débil, el talón. Lo que desde los griegos es valedero decir que cada quien tiene su caída y su precio. Y que su momento le llega.
Pensando en aquello, uno que no cree que Platón o Sócrates puedan explicarnos eso a partir de la interioridad humana, del puro idealismo y la poesía, pues la Ilíada y la Odisea fueron esto y, por demás grandiosos poemas, concluye que tuvo que ver con aquello geográfico del archipiélago griego.
Es decir, así como veían lo geográfico y la existencia en cada una de aquellas islas una ciudad, creyeron que también el cielo estaba dividido en islas y que cada fenómeno tenía a alguien que lo determinaba, lo controlaba y hasta pasaba el recibo mensual.
No es como Platón dijo, que eso estaba en el mundo de las ideas, que estas flotaban en la atmosfera y uno las agarraba; algo así como las opiniones e informaciones o desinformaciones corren por las redes y el tonto o interesado las atrapa, hace suyas y le da su propio impulso y dirección.
El oráculo de Delfos era como el que más estaba cerca de la gente de la verdad, el futuro y las respuestas a las adivinanzas. Pero en cada isla griega, entre más solitaria mejor, había también su oráculo. Unos y otros competían por la preferencia de la gente. Y en eso, sin duda, más que el sólo gusto o deseo de la gente, lo determinaba el punto donde el oráculo hacía sus consultas. Como eso que llaman los puntos de ventas o comerciales exitosos. Como ahora que cada sector tiene su encuestadora, que da los números que convenga, tanto que paren sus propios realidades, una para cada quien.
Pero también algo así como cuando las vírgenes de Coromoto, patrona de Venezuela y la del Valle, de los orientales, se dirigían desde Margarita a Carúpano a visitar a la virgen patrona de este pueblo. Habiendo llegado aquí la noticia que, un vendaval en alta mar, ente Margarita y Carúpano, estremecía y amenazaba con hundir al barco donde venían aquellas dos vírgenes, un hombre saliendo del santuario de este pueblo, se arrodilló en medio de la calle, volteó hacia la entrada de aquél, mientras mantenía la mirada y los brazos en alto e imploró:
-"Virgen de Santa Rosa, protege a las virgencitas de Coromoto y el Valle".
Es decir, él pidió a la virgen de Santa Rosa, por debajo de la escala, por lo menos en Venezuela, pues esta es apenas la patrona de Carúpano, mientras que la de El Valle, lo es el del oriente todo y la de Coromoto, la de Venezuela entera.
Es decir, cada quien le gusta el guarapo de su mamá.
De todo aquello, de la épica griega, de ese divisionismo territorial, de las Ciudades Estados, de dioses para cada cosa, pudiera venir eso de las parcelas políticas. Donde líderes de una región, impuestos por sus reales o de quienes quieren tenerlo, hacen las paces o mejor se acuerdan con las de otras que a su vez tienen el mismo origen, para organizar una patota nacional que controle al país. Eso sí, siempre habrá una patota regional, que se convierte en centro, desde el centro, pero porque tiene a su disposición mayores recursos y, ya sabemos que, entre más masa más mazamorra. Dicho de otra manera, por muy patota que uno crea la de uno, siempre hay unas con más carburo en la panza que otras, como las caraqueñas que no sólo mandan allá sino que se reparten el control de las de menor jerarquía en el resto del país.
Por ejemplo el gobierno es una patota, Fedecámaras es otra, con intereses fundamentales distintos, pero de repente descubren que algo les une y por lo que conviene atenderlo. Se acercan, pero como en todo, siempre hay alguien que tiene más carburo, empuje y menos deberes, por lo que termina imponiendo su ley. Más si mi "socio" del camino, hasta la vuelta de la esquina, no hace uso de las enormes fuerzas que tiene, para no tener que atender luego los compromisos que contrajo conmigo.
Pero ha habido héroes de verdad, no hombres vanidosos, capaces de grandes cosas en la vida real, fuera de la literatura épica, aquellos inventados y cantados por Virgilio y Homero, como el Mariscal Sucre, quien no sólo es el Mariscal de Ayacucho, "el Abel de América", como le llamó Bolívar o uno de los verdaderos símbolos de la lucha contra el neocolonialismo, pues como dice Vladimir Acosta, refiriéndose a la batalla de Ayacucho, "porque habiendo sido al mismo tiempo la última batalla de la independencia y la primera de la Patria Grande, sería también la única opta para servir de punto de partida, al menos simbólico, a la lucha actual y moderna de nuestra América por esa unión, independencia y soberanía por las que tanto hemos luchado en vano y que hoy se nos enredan y alejan cuando justamente las necesitamos más que nunca". Vladimir Acosta. Ayacucho II
Y ese héroe, de la independencia y referente fundamental junto con Bolívar para nuestras luchas, era tan meticuloso y sensible que cuidaba, no sólo que sus hombres estuviesen bien armados, saludables, para lo que diariamente hacia revisión detallada de su fuerzas sino también que sus soldados comiesen oportunamente y lo necesario, estuviesen bien abrigados en las noches, antes de él comer y acostarse. No era indiferente a las calamidades de ellos, no se conformaba con discursos llamando a resistir las calamidades. Sabía bien que los descuidaba y olvidada, aparte de inhumano del gesto, podían desertar en cada vuelta y un 28 coger un rumbo distinto al que se marcaba en la vanguardia, desertar y hasta pasarse al enemigo.
Pero un buen día, en Macedonia, en la Grecia misma, un tipo que llamaron Filipo II, se percató que aquella dispersión no iba para ninguna parte y los hacía muy débiles e impuso su poder sobre todo el archipiélago griego y creó el Imperio Macedónico. Lo que no quedó allí, sino que tras suyo, su heredero, su hijo Alejandro Magno, llamado también El Grande, desbordó las fronteras griegas y creo un imperio de más amplitud, de gran actividad comercial, donde desapareció la esclavitud y los dioses se achicaron en número y muchos perdieron la licencia. Todo eso fue antes que apareciese el cristianismo y su idea de un sólo Dios para todo el mundo. Quizás, digo, la obra de Filipo y su hijo Alejandro, de alguna manera, pudo influir en lo de un solo dios, solo que luego las religiones optaron por pensar que ese era el suyo. O, al mismo, empezaron a llamarlo de manera diferente.
Pasaron los años, llegamos a Hegel, quien tantos años después que uno se pierde en el camino y en la cuenta, que Heráclito de Éfeso hablase del movimiento y el cambio, con aquello de "nadie puede bañarse dos veces en el mismo río", habló de la dialéctica, del movimiento y todos los factores o elementos que influyen en eso. O del cambio que implica un movimiento como integral que a las cosas mueve tanto y en tanta magnitud que se transforman en otra cosa y estas a su vez coadyuvan para el cambio de otras y el universo todo. Porque el universo está en permanente movimiento y cambio, según Hegel y también Marx. Ya no es que el río de ayer se fue completo por el precipicio hacia el mar, o lentamente, que es el morir, recordando a Jorge Manrique, o que las cosas que uno cree tener en la mano ya no son las mismas, sino que ellas cambiaron y cambian por distintos factores. Y al final aparece Marx y al movimiento, el cambio, por la lucha de contrarios hegeliana, le añade lo material o la lucha de clases, por la distribución de los productos del trabajo. Lo que se llama el materialismo dialéctico. Dios, si acaso queda como pendiente, pues el espacio es inmenso y no la aldea que creyeron quienes inventaron las religiones y la idea de Dios, por lo que viendo al mundo tan chiquito, quienes revisaron lo griego de casi un Dios para cada cosa y para cada quien, creyeron que con un Dios bastaba.
Todo eso fue un cambio trascendente, tanto que aumentó el número de personas que negaron o niegan la existencia de Dios. Entre estos están aquellos que habitualmente llaman ateos, quienes, oficialmente, aparecen reconocidos como tales, por sus declaraciones y empecinamientos en el siglo XVIII, es decir un cerro de años después de Cristo. Lo coincidente en ambos bandos, es que ninguno de ellos exhibe prueba contundente.
Sin embargo el tamaño del espacio, tanto que cada día más asombra, deja muchas interrogantes y más cuando a lo que uno accede por la simple percepción de los sentidos y mecanismos más complicados, observa que lo existente es como un enorme mantel, inmedible, donde cada puntada está dada con una precisión y racionalización tal, que la anterior y la siguiente están íntimamente relacionadas y en perfecta armonía.
Este misterio no resuelto deja y dejará, ¿quién sabe hasta cuándo? la interrogante acerca del origen del universo y como se manejan sus tinglados.
Los Incas y aztecas, para hablar de lo que todo el mundo habla, porque sus misterios en buena medida fueron revelados y de los otros de este continente que pocos se estudian, como si no hubiesen existido, creyeron, de una manera muy poética, racional, hasta sensata y agradecida que su dios era el sol. No hace falta justificar lo que ellos pensaron y hemos dicho. Era uno solo. Un sol. Los más aprovechados, en un momento, inventaron que uno de ellos era hijo de aquél y los demás, sus más cercanos y por ende, junto con él, formadores de la corte y el poder. Entonces, pareciera tener valor decir que, por casualidad, pero no es exactamente así, en estas culturas americanas también se admitió que el gobernante, hijo del sol, sólo podía dejarle el poder a su descendiente y no a alguien que no estuviese en la línea descendiente del dios padre o el astro rey.
Por cierto, imitando a lo europeo, sin que la historia y la literatura descolonizadora se haya ocupado de desmentir eso, se dice que los gobernantes aztecas e incas, como lo mantuvo Garcilaso "Inca" de la Vega, en "Los Comentarios Reales", esos gobernantes, hijos del sol, eran reyes.
Por esto mismo, hasta las "materialistas dialécticos", esos que dicen no creer en un Dios, que en la vida social, en gran medida, le da sentido y orientación a los cambios, la multitud y particularmente la clase obrera, en verdad, en el fondo o por la espalda, viven rogando por la aparición de un Dios, uno que exista y tenga poder, que esperan aparezca, por aquello de "aquí lo hace falta es un dirigente, un hombre con bolas" que nos lleve a "asaltar el cielo". Los trabajadores, las masas pareciera que sólo sirven para llevarles al poder, cuando generan disturbios o mediante las elecciones. De allí para adelante, le entregan el poder al sobrevenido, así como también a quienes a éste acepten como tal, pues él necesita su corte. Y es bueno, llegado aquí, recordar aquello de Cantinflas, "Si todos somos iguales, pero sucede que hay unos más iguales que otros".
Y hay quienes a Marx tienen, no como un hombre genial, que en mi parecer, bastante de eso tuvo, que pese todo alguna que otra vez se equivocó porque, para mal o para bien suyo, era humano, sino como alguien que dejó todo resuelto y engranado como el enorme mantel que es el mundo. Y hay líderes que, estando vivos, son admirados y admitidos como dioses que se las saben todas, nunca se pelan, son como oráculos griegos, como pasó con Stalin. Los muertos también, solo que aquellos están en su cielo particular. Menos mal que Ali Primera, dijo sensatamente, Bolívar no es un santo para prenderle una vela". Y del Mariscal Sucre, también vale decir lo mismo.
Y es que este 2 de mayo, amanecí como si me hubiesen dado una golpiza, tanto que perdí el sentido, no de lo real, sino del hablar como Don Francisco Quijano.