Algo fracasó en la evolución humana

Sábado, 04/05/2024 12:29 PM

Una de las características de los "animales inferiores" como los humanos, erróneamente, suelen llamar a sus compañeros de estadía en el planeta, es su permanencia por millones de años en los diferentes ambientes donde se desenvuelven. Esto se debe a una conducta, el instinto, que no es producto de un aprendizaje, desarrollada por cada una de las especies y transmitida de generación en generación. Es decir, es un comportamiento animal innato, estereotipado y específico que se desencadena ante cierto tipo de estímulos externos o intraorgánicos y se continúa hasta su consumación, incluso, en ausencia de la estimulación que la provocó. Posee un carácter de supervivencia para la especie y para el individuo que la ejecuta. Es un complejo de reacciones exteriores, determinadas, hereditarias, colectivas, comunes a todos los individuos de la misma especie y adaptadas a un fin, en la que el sujeto que obra generalmente no tiene conciencia. Se define biológicamente como una pauta hereditaria de comportamiento. El instinto es común para una misma especie y posee una finalidad adaptativa cuya finalidad es la supervivencia en el medio ambiente donde se desarrolla.

Uno de los elementos característico del instinto de los animales es la repetición de la misma conducta ante los mismos estímulos exteriores e interiores, esto les ha permitido mantenerse en el planeta por millones de años. Por ejemplo, la abeja solo consume sumo de flores para construir sus panales, los cuales tienen el mismo diseño construido desde hace 130 millones de años. Nada ha cambiado. El tigre mantiene la misma dieta carnívora, es decir alta en proteínas, como aquel Dientes de Sable que recorría la selva hace 1,6 millones de años, esta dieta le permite obtener la energía necesaria para perseguir a un animal, por ejemplo a un ciervo, por un tiempo determinado hasta que lo caza, si lo agarra. Lo mismo podemos afirmar de las víctimas del tigre, por ejemplo los ciervos. Estos son herbívoros desde la época del paleolítico, según aparecen en las pinturas rupestres. Estos animales están obligados a mantener la misma dieta de sus ancestros, el pasto, para poder correr a alta velocidad para huir de sus enemigos. Algo en común tienen, tanto el tigre como el ciervo, no pueden ser obesos, ya que tal contextura pondría en peligro a la especie.

Los humanos están dotados de tres tipos de dientes, los incisivos, los caninos y los molares. Los primeros sirven para cortar los alimentos que ingerimos, es decir, se encargan de cortar la comida; los segundos, tienen por función es desgarrar alimentos más fibrosos, como es el caso de la carne y lo terceros, los dientes traseros o molares sirven para moler y masticar los alimentos, son los responsables de triturar la comida antes de tragarla. De acuerdo con lo anterior, el homínido evolucionó ingiriendo tanto una dieta de proteínas (carnes de caza, de pesca o aves) y vegetales, incluyendo frutas. Esto nos explica que tanto la contextura, como la inteligencia de los seres humanos evolucionaron sobre la base de alimentos provenientes de la naturaleza. Los humanos no se transformaron comiendo solo carne, ni tampoco puros vegetales, no eran veganos, más bien su ingesta era variada y equilibrada.

Con la llamada evolución o progreso los humanos se empeñaron en modificar la dieta de alimentos naturales. Una vez que llegó la industrialización comienza la venta y consumo de alimentos procesados y con esto la aparición de una extraña contextura desconocida por el hombre primitivo, el humano obeso. El único animal de la especie que padece de sobrepeso es el humano, lo cual pone en peligro la existencia del género, debido a múltiples enfermedades ocasionadas por los desarreglos alimenticios. El ser humano, por la mal llamada razón dejó de lado el instintito y se olvidó de la ingesta de sus ancestros. Es frecuente entre los humanos a apelar a cambios de dietas con la finalidad de perder peso, olvidándose de los alimentos naturales,

Algo en común en todas las especies de los "animales inferiores" es que no profesan ni religión ni tampoco poseen una nacionalidad, esto ha evitado que entre ellos se desataran guerras que contribuyeron al fin de la especie en forma colectiva. Contrariamente, los humanos, consecuencia de esa cosa llamada razón, inventaron las religiones, que parten de premisas falsas y las nacionalidades, resultado de la forma de cómo se repartieron entre grupos los territorios del planeta, quienes se beneficiaron y se benefician de esta separación. Millones y millones de seres humanos han fallecido por culpa de las guerras religiosas y por la defensa de la patria, y lo peor de todo, que a pesar de tantas matanzas y destrucción de ciudades completas los seres humanos no han dejado de enfrentarse, todavía hasta el siglo XXI.

Algo falló en lo que se llamó evolución. La cultura de la muerte ha estado presente a través de toda la historia de los humanos. La narrativa desde hace miles de años hasta la época actual está impregnada de la sangre emanada de la maldad, traiciones, crímenes con venenos, tracciones familiares, prevaricación, negocios de drogas, de la fabricación de armas mortales, de la destrucción ambiental, manipulaciones de la mass media, desinterés por los problemas del planeta, corrupciones, estafas, y un sin número de delitos que aumentan con el uso de la moderna tecnología.

Los humanos son los únicos animales que pagan para ver dos individuos cayéndose a trompadas, liquidar "por deporte" a otros animales indefensos en un acto brutal llamado cacería. Disfrutan mirando a un torero torturar y matar a un toro indefenso en un "espectáculo" denominado tauromaquia. Los humanos son los únicos animales que se drogan para destruir su cuerpo, quienes se alimentan de forma anómala para convertirse en obeso u obesa. Y lo peor de todo, nada demuestra que hay una disposición de los humanos a cambiar esta manera de hacer las cosas. Los humanos han perdido el instinto y se están destruyendo entre ellos. Están condenandos a los jóvenes de las nuevas generaciones a vivir las angustias de un destino difuso, donde el único valor es el dinero, sin importar la forma de obtenerlo.

Lo que se está viviendo en el planeta es algo sombrío. Los líderes mundiales ya no disimulan sus compromisos con el gran capital. Los fabricantes de armas, las opulentas corporaciones de la industria militar hacen negocios a montones a costa de la muerte de miles de inocentes. Se habla de forma inclemente y coloquial de una Tercera Guerra Nuclear; de misiles, drones, submarinos, portaviones, naves con armas nucleares, de guerra interestelar, de IA para aplicarla en la guerra, robots soldados, armas químicas y biológicas, armas de alta energía laser, misiles guiados, modernos bombardeos…Es una industria que apunta a la destrucción de un planeta que le pertenece a todos los terrícolas, un lugar donde vienen a pasar los rigores de una estadía por un tiempo determinado.

Crecí en un mundo recién finalizada la Segunda Guerra Mundial, un período cuando se repetía la crueldad de los humanos, donde la verdad y la mentira se debatían para que los triunfadores hicieran gala de la "justicia" y los perdedores, se convirtieran en víctimas de esa justicia implacable. No quedaba más remedio que creer en las verdades de los ganadores, porque los perdedores no tenían las suyas. Se habló de holocausto, de genocidio, se hicieron películas, se escribieron novelas, se exhibieron documentales, se publicaron miles de reseñas periodísticas donde los triunfadores contaron sus hazañas. Los derrotados permanecieron en silencio, no tuvieron nada que contar, eran los malos, los otros eran los buenos.

Después de la Segunda Guerra mundial se habló de la guerra de Corea, la guerra Fría, la guerra de Vietnam, la guerra por la crisis del canal de Suez, la guerra del Golfo, la guerra árabe israelí, la revolución Cubana, la guerra por la independencia de Argelia, la guerra del Sinaí, la guerra civil de Guatemala, la crisis del Congo…en fin, necesitaría más espacio para enumerar el número de conflictos donde se produjeron víctimas de todo tipo: soldados, infanticidios, civiles, genocidios, destrucción de ciudades, culturas desaparecidas, huérfanos, viudas…y todo lo que se deriva de las sanguinarias guerras que los humanos no han podido, ni quieren superar por un solo motivo: la guerra es un buen negocio que genera buenas ganancias para los fabricantes de armas.

Insisto, en la evolución de los humanos algo se trastocó y en aquella metamorfosis lo transformó en un ser destructivo y cruel. Han pasado muchos años de aquella inhumana Segunda Guerra Mundial y aquellas frases o delitos como solución final, genocidio, violación de los derechos humanos, holocausto, gueto, apartheid, campo de exterminio, fosas comunes, crímenes de guerra, que consideré que más nunca escucharía, ni leería en la prensa, hoy por hoy, son comunes. Al presente son términos normales que aparecen con frecuencia en el conflicto eterno sin solución entre Palestina e Israel. Con una diferencia, aquellos ganadores de la Segunda Guerra Mundial como EEUU y los países de Europa que condenaron a Hitler y a funcionarios nazis por la comisión de esas violaciones, los gobernantes de esos mismos países proceden como cómplices de los crímenes de guerra por los que los nazis fueron juzgados y condenados en los juicios de Núremberg.

Es sorprendente que EEUU y la UE ante la realidad del genocidio contra el pueblo palestino en la franja de Gaza, propiciado por el gobierno sionista del criminal Netanyahu, el carnicero de Gaza, se niegan aceptar y condenar los infanticidios, los bombardeos a hospitales, los hogares destruidos, los 35 mil muertos en su mayoría niños y mujeres, las fosas comunes donde los sionistas inhumaron a más de 300 enfermos palestinos y obstaculizan la entrega de comida a los refugiados víctimas de los bombardeos. La prueba palmaria de esta complicidad es el envío de armas "made in USA" para ser utilizadas en la extinción de la población palestina, además, impiden, ante los organismo intencionales, la condena del gobierno genocida de Israel, así mismo, bloquean toda propuesta de la comunidad internacional que exige el fin de los bombardeos criminales contra la franja de Gaza y contra Rafah, la zona de refugiados.

Algo fracasó en la evolución humana, el instinto se perdió y con este el de preservación de la vida, desde el más elemental como es la falla en alimentación, hasta la destrucción de la humanidad por la amenaza de una guerra nuclear. Lo que está sucediendo en Palestina es una prueba de esta autodestrucción del planeta en manos de unos pocos gobernantes, todo consecuencia de una nefasta creación del estado de Israel por la ONU a costa de las tierras de Palestina. Solo para que el estado sionista actuara de vigilante de los intereses de las compañías petroleras de occidente que operan en el Oriente Medio. Israel es una especie de sucursal de USA, subsidiada con dinero y con armas de EEUU.

Sería bueno que los humanos recuperaran el instinto heredado de sus ancestros, que sean más instintivos que razonables. La razón ha contribuido a destruirse entre ellos, en cambio, el instinto ha preservado los "animales inferiores" por millones de años. Acertó Charles Darwin cuando sentenció: "La esencia misma del instinto es que sigue independientemente de la razón. La inteligencia se basa en la eficacia de una especie para hacer las cosas que necesitan para sobrevivir". Lee que algo queda.

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