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Siempre me ha causado escozor o recelo, esas gélidas sonrisitas de ciertos "dirigentes" esos que, por un golpe de suerte, llegan, sin ton ni son a encumbrarse en el empíreo de las más audaces y tremebundas decisiones políticas de nuestro país. Por esas sonrisitas nos han jodido más que por las mismas sanciones gringas. Recuerdo que, aquel ex gobernador William Dávila Barrios tan aficionado a las poses (o muecas) en vallas y carteles, inundó a Mérida de una cursilería llamada OPERACIÓN SONRISA. En donde quiera y cuando uno menos lo pensaba se encontraba con aquella cagada de sonrisita en algún cartel. También recuerdo que hice un reportaje sobre esas angelicales poses en que muchos políticos aparecen, digo, en vallas, poster y afiches (como si fuesen modelos de peluquería) y OTRO ex gobernador de Mérida, quien se molestó por lo mismo, lo cual significó la muerte del semanario El Paso de los Andes. En esa nota yo trataba de decir que en ningún cuadro o representación gráfica de nuestros próceres éstos jamás aparecen sonriendo, mucho menos con una insustancial y fofa sonrisita. (Les estaba negado como a los verdaderos santos).
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Pero es así en el mundo de la política de partidos. Los carentes de originalidad, de autenticidad, cultura o conciencia política para llegar a donde llegan, lo han tenido que hacer entre otras burdas ténicas, con una gélida y descuajada sonrisa, a veces ampulosamente desparramada en unos labios tersos y menguados. Pero esas sonrisas, a la vez no dejan de ser un gancho para muchos incautos o imbéciles. Por arte de una actuación y de prácticas meramente intuitivas, estos seres nulos, convierten esas sonrisas en luminosos lazos para ensartar o encantar (a destajo) a crédulos o papanatas. Por lo general, tienden con ellas a dejar una estela de candidez, una especie de vaguedad ontológica, de duda, de profundidad y de un indeterminado compromiso con los valores sociales de su ambiente, de su entorno.
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Por eso, estos seres empañados por tales sonrisitas evitan en lo posible hablar en público. Les basta sólo para conquistar, andar moviéndose (siempre como de paso, apurados, muy ocupados en empresas misteriosas). Se les ve estilizaditos, estiraditos, paseando de un lado a otro sus heladas muecas, de muñequito de guiñol, haciéndolas estallar como pamplinas. El lector que sabe leer entre líneas ha conocido muchos personajes de este jaez en el medio político nuestro. Me los podría señalar.
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Esas desleídas y "encantadoras" sonrisitas, lo más parecida a una mueca, insisto, se cotizan muy alto en centros burocráticos y entre habladores de pasillo, Valen oro. Y hay, quienes ven ella genialidades enconchadas, principios ideológicos sin nombre todavía, proyectando además deslumbrantes luces en cualquier terreno: en jurisprudencia, geopolítica, economía, petróleo, organización social, operatividad financiera, y ojo, ¡MUCHO OJO!, un especialísimo y agudo sentido de ubicación en decisivos cargos para sus amiguetes. Para escoger cuadros espectaculares en alcaldías, gobernaciones, ministerios, Registros, Notarías, jueces y fiscales. Y tener vara larga para todas estas cosas y en muchas otras dependencias. Porque esas sonrisitas provocan arrobamientos angelicales que anuncian transparencia, pulcritud e integridad moral del más alto calibre.
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Estas meteóricas sonrisitas nos han costado millones de ojos de la cara, y se han estado paseando como Pedro por su casa por todos los pasillos sagrados de nuestra democracia: congresos nacionales e internacionales, en mítines y grandiosas reuniones para defender la patria. En esta hora hace más falta que nunca DETECTARLAS!!!!!
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Y mucha gente, qué triste, acaban comprándolas, enzarzándolas, negociándolas. Se venden bien cara, por cierto. Se convierten en modelos que emulan muchos inescrupulosos jóvenes, generando por lo falso y fraudulento, una muy especial y abominable clase de equivalencia. Y lo cierto es, que cuando a esas sonrisitas las cogen con las manos en la masa, de ipso facto desaparecen y dejan transparentar lo que realmente son: la horripilante mueca, lo verdadera, lo neto, lo real de ellas. Y uno se pregunta entonces: ¿CÓMO COÑO FUE QUE NOS ESTUVIERON EMBAUCANDO TANTO?. Desgajadas, tal cual son y han sido siempre. Pero son tan duchos en saber llevarlas que son capaces de engañar al mismo Cristo, MUERTOS DE LA RISA, y haciéndolo durante todo un cuarto de siglo. ¡IMPRESIONANTE! Todo un cuarto de siglo para a la final podérselas arrancar y verlos tal cual son, pero ya tan tarde cuando nos han descalabrado y jodido tanto…
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Particularmente debo decir, que tengo rayos especiales para ver en las personas a través de cualquier máscara, y también tener un especial detector de gases intestinales y sonrisitas imbéciles. Nací así, y no puedo (me es imposible) evitarlo. Con los adecos y copeyanos, nos hartamos de sufrir a los fulanos Dientes Rotos (léanse al genial cuento de Pedro Emilio Coll), aquellos políticos de partido que en sobándoselos con la lengua, sugerían que se encontraban en trances filosóficos profundos, en pensamientos trascendentales, buscando resolver los terribles problemas sociales en los que de siglo en siglos nos vemos inmersos. Esos Dientes Rotos abarrotaron las curules de nuestro Congreso de la República, los Gabinetes del Puntofijismo, nuestras academias y universidades, nuestros cuerpos diplomáticos, nuestros centros culturales. Y luego, por un desgraciado descuido venimos, de pronto, a caer en el ESTADO de las sonrisas pajudas. ¡Impresionante!