El diario de Oscar Heck – 16 de mayo del 2024

Jueves, 16/05/2024 04:24 PM

Hasta ayer se ha estado botando el agua de las tuberías de aguas blancas. Eso ocurre solo cuando llega el agua, por supuesto, lo cual ocurre rara vez. Durante los largos días, semanas, y meses entre cada llegada del agua, las tuberías se pudren más, por ende, cada vez que el agua llega, se bota más en las calles, por todos lados, o sea, se pierde un porcentaje de agua más elevado cada vez.

Esto se hace evidente particularmente durante los dos o tres meses antes de cualquier elección cuando de repente se despiertan los gobernantes y funcionarios públicos de su aparente letargia, y parecieran decirse, si no les activamos el agua, no votarán por nosotros, o algo así, como para rehacer cada vez su predecible show electoral frente al pueblo que ellos --- desde sus carros de lujo y clubes privados --- creen pendejo, y nada más, es un show que cada vez se les explota más en la cara, porque, como ayer, en la buseta, caminando por las calles, y en el pueblo (vivo lejos del pueblo) donde fui ayer, la gente lo comentaba, sí señor.

Ayer empecé a trabajar a las 6:15 AM, en las calles bordando las playas, así como hacen centenares de residentes locales rebuscando sobrevivir, limpiando calles y quioscos playeros, recogiendo las basura que la gente deja en las playas, vendiendo sombreros, dulces, obleas, camarones, ostras, pescado, pañitos, y juguetes para los niños visitantes, etc., ¿y yo?, bueno, hago como ellos, pero con mis productos propios originales, y si me funciona cómo creo, conocerán esos productos y podrán venir a comprarme algunos.

Para que sepan, muchos de quienes trabajan en las calles y en las playas, duermen en las calles porque no tienen cómo pagarse algún alquiler, ni tienen casa, ni familia cerca de aquí, pero yo tengo mi taller, gracias a Dios, como dicen aquí en Venezuela.

Regresé a mi taller a las 8 PM, y trabajé en mi taller hasta las 11 PM, montando mis proyectos. Comí una panqueca con una salchicha, y media sopa de pescado en todo el día, pero ya tengo la costumbre, así como la gran mayoría de nosotros los pobres del país, y somos mayoría.

Caminé como 6 o 7 kilómetros ayer, cargando normalmente entre unos 4 y 13 kilos de materiales en mi morral, a veces camino hasta 20 kilómetros (pero no con tanto peso), simplemente porque no tengo cómo pagarme un taxi, aunque a veces sí tomo la buseta.

Bueno, ese ha sido un típico día para mí desde enero cuando, después de 53 años viviendo con mi gravísima enfermedad genética que me dejó en cama en mi taller durante más de 3 años y medio, me ocurrió un milagro, y la enfermedad desapareció por completo, gracias a Dios, como dicen aquí en Venezuela.

Gracias por escucharme.

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