Hablemos de nuestra historia. De la Carta de Jamaica se pudiera advertir el peligro de regresar el ALCA(RAJO) (I)

Jueves, 23/05/2024 03:09 PM

Nota: Para qué sirva de referencia al lector, en esta serie de artículos sobre la historia de Venezuela y particularmente acerca de la Carta de Jamaica, dado que hacemos referencia al proyecto estadounidense del ALCA, pondremos el siguiente texto acerca de lo que este proyecto significa a manera de recordatorio:

A pesar de la palabrería neoliberal que lo presenta como un virtuoso esquema de integración comercial, el ALCA es mucho más que eso. Es la culminación de un secular proyecto de dominación continental, la realización práctica de las ideas forjadas en 1823 (¡un año antes de la batalla de Ayacucho, que puso fin al proceso emancipador en Sudamérica!) por quien fuera el quinto Presidente de EE UU, James Monroe, y sintetizadas en la doctrina que lleva su nombre. El ALCA es el postrero triunfo del monroísmo, disimulado bajo los mantos engañosos de una simple integración comercial.

El exsecretario de Estado del "gobierno norteamericano, Colin Powell, decía que: «nuestro objetivo es garantizar para las empresas norteamericanas el control de un territorio que se extiende desde el Ártico hasta la Antártica y el libre acceso sin ninguna clase de obstáculo de nuestros productos, servicios, tecnologías y capitales a un mercado único de más de 800 millones de personas, con una renta total superior a los 11 billones de dólares». Atilio Borón

https://ve.scielo.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1012-25082004000200003

Día 6 de septiembre de 1815, en Kingston, Jamaica, Bolívar responde una misiva de Henry Cullen, comerciante de origen inglés residenciado en la isla. Se le ha preguntado acerca de la visión que tiene sobre nuestra América, su destino y sobre otras cosas más, como su proyecto político. Bolívar responde con el brillo intelectual y fundamentalmente con la amplitud de miras que tiene sobre la América nuestra, acerca de lo que acontece y en buena parte lo que ha acontecido en el continente todo y en el mundo. Pero hay algo trascendente, vislumbra lo que pudiera suceder en función de las tendencias de los bloques económicos y lo que en América hispana debiera suceder para no quedar atrapada y mantenida en lo que la España la convirtió:

"Bajo el orden español, los americanos no ocupan otro

lugar que el de siervos para el trabajo, y cuando más

el de simples consumidores".

Lo hace con la mente abierta de hombre quien, como dijo una vez Rafael Correa, el expresidente ecuatoriano, "pensaba en siglos y miraba en continentes". Por esto mismo expuso:

"Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria".

Es la opinión, si se quiere todavía temprana, lejos estamos de la batalla de Carabobo, un poco aún de la reunión del Congreso de Angostura y del inicio de la hazaña que le llevará al sur a constituir la Gran Colombia, del hombre que, como dijera el historiador cubano Francisco Pividal, caminó sobre el planeta, "cinco veces más que Alejandro, Aníbal y Napoleón, juntos", pero agregamos nosotros, no para constituir imperios o gobiernos personales, sino crear repúblicas libres y promover la participación de la gente en el diseño de su destino, procurar que el continente como componente territorial, geográfico, humano, económico y político avanzase de manera armónica y cambiar el destino que según su aguda percepción, estaba previsto para nosotros, si no superábamos el esquema de pequeñas repúblicas dispersas, política y económicamente, mientras al norte se consolidaba un bloque sólido con un proyecto de dominio y control, para el cual jugaríamos el rol de "patio trasero", productor de materias primas.

Era la vuelta de aquello del "Laissez Faire" que los ingleses aplicaron por años a los norteamericanos, aún independientes y que, para el siglo veinte, intentaron aplicarnos con el nombre de ALCA, pero en una fase mucho más elevada y despiadada, sólo que en "Mar del Plata", por la brillante gesta y actuación diplomática de Hugo Chávez y Néstor Kirchner, se le derrotó de manera apabullante.

Pero más todavía, en 1815, si bien es verdad ya había estado en Europa y pudo estar allá mientras Napoleón Bonaparte se hizo coronar emperador, caminando más a través de los libros de historia y los documentos que informaban del pasado y presente del acontecer mundial, que lo que evaluó Pividal, como para haber comprendido la dinámica de aquel tiempo y escrito lo que está en la Carta dirigida a míster Cullen. Pero en su recorrido por Europa estuvo acompañado, para no decir conducido, por quien fuese su maestro en la temprana juventud caraqueña; aquel extraño personaje, humilde educador de escuela primaria quien, en su tiempo, en aquel tiempo de la Venezuela colonial, había alcanzado en el campo de la educación y el manejo de las concepciones más modernas sobre ese campo, un nivel envidiable para cualquier académico, especializado en el área, de Europa u otra parte del mundo. Maestro que llegó a contradecir las teorías pedagógicas tenidas en el viejo continente como lo más moderno y proponer otras más frescas y correspondientes a la realidad de su espacio y tiempo, el mismo que sentenció sabiamente "Inventamos o erramos".

Recorrió Bolívar Europa, en el período posterior a la revolución francesa y pudo observar de cerca las ruinas de esta y escuchar las enseñanzas de aquel sabio maestro, Simón Rodríguez, Carreño o Robinson.

Todavía no ha transcurrido un año de la muerte de Boves en la batalla de Urica y el deterioro que esta significó para las fuerzas patriotas. Quizás por eso, y el haber salido derrotado y precipitadamente del país a reorganizar su pensamiento, pensar cómo recomponer sus maltrechas relaciones con el resto de la vanguardia republicana de Venezuela, con la que se quedó escondida en los morichales, riberas de los ríos y en todo recodo donde se podía evadir la represión del ejército enemigo hasta ese momento triunfante y la que salió junto con él o por otros caminos hacia afuera; no había podido evaluar con la intensidad necesaria la significación del aquel fenómeno casi telúrico que significó José Tomás Boves.

Posiblemente, no había medido en su exacta dimensión las razones por las cuales aquel hombre a quien con frecuencia los historiadores llamaron impropiamente "el asturiano", al margen que haya nacido en aquella región de España, pero que tenía la connotación de extraño, ajeno, fue capaz de arrastrar tras de sí inmensos contingentes de combatientes enardecidos. Los mismos historiadores que aparecieron después de muerto Bolívar, tomaron las consecuencias como causas y explicaron el fenómeno Boves, su "magia" para reclutar enormes contingentes en el odio racial y las propuestas de él fundamentadas en aquel resentimiento y en otros simplismos.

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