No importa el candidato, el Estado de todos modos lo robotiza

Viernes, 31/05/2024 03:41 PM

Llegan al gobierno, montan un caballo

llamado "Estado" y descubren que es

una bestia que jinetea al jinete.

Por casi una década habíamos trabajado juntos como docentes en el mismo liceo; él era copeyano y yo lo que siempre he sido. Pese eso mantuvimos siempre una excelente amistad, tanto que usualmente, los viernes en la tarde, al terminar nuestra tarea, solíamos irnos juntos a un sitio cercano a compartir un rato. La mayor parte del tiempo, las puertas de las aulas en las cuales trabajábamos estaban frente a frente o a los lados, tanto que, en los instantes que nuestros alumnos cumplían alguna tarea, según la estrategia que habíamos diseñado, nos asomábamos a ellas a conversar un instante. Y nunca me llamaba por mi nombre y menos por mi apellido, sino por un sobrenombre que él mismo me puso.

Llegó el gobierno de Luis Herrera, le nombraron Jefe de la Zona Educativo del Estado Anzoátegui, dejó el aula y pasamos unos dos meses sin vernos. Una vez, en la celebración de un evento al cual fui invitado a presentar una ponencia sobre el aprendizaje de la historia, al cual él asistió en razón de su cargo para inaugurarlo, me lo hallé en un pasillo viniendo en dirección contraria a la mía, iba acompañado de dos personas para mi desconocidas; al verme y sin detenerse, me saludó con mucha seriedad, diciéndome:

"¿Cómo está Ud. Profesor Damas?"

Yo me detuve, miré su espalda y me dije:

-"No es él, es otro. Atrapado por el Estado y los dos personajes que le acompañan, son los mismos funcionarios policiales que, en "El Proceso", de Kafka, solían acompañar al señor K".

"Pá tras, ni pa´ cogé impulso", dice uno y dicen muchos, cuando no han montado ese caballo atávico, domesticado para dar un paso adelante y dos atrás. Cuando mucho uno hacia el frente para llegar donde antes estaba.

La política, según la percepción más generalizada, en gran medida, está relacionada con la acción y hasta lucha entre individuos y grupos para apoderarse del gobierno o sólo la palanca del poder que reside en lo que llaman Estado. Mucho se ignora, que éste, con una cultura ancestral, duradera y hasta muy poco flexible, dadas las bases que lo sustentan, determinará el hacer, ritmo y planes de quienes obtengan la victoria, pese sus ideas originales, hasta intereses y compromisos morales. Porque, más de las veces se pretende ignorar que el Estado, a ellos los va a determinar. Sin hacer referencia a quienes a él llegan ya determinados.

Este Estado suele ser un cuerpo sólido, pétreo, construido al gusto de quienes dominan la economía, eso que llaman la estructura y poco dado a permitir cambios significativos. Puede que la lucha entre quienes quieren llegar a manejarle adquiera un carácter duro, cruento, dando en veces la sensación de enemigos irreconciliables, radicalmente opuestos, pero eso no pasa de ser un espectáculo, una distracción, y hasta un sueño, como luchar con enormes molinos de vientos, creyendo se hace con gigantes y además, con la vaga ilusión de derrotarles. Aunque pudiera ser que el motivo de todo, sea el deseo de cada quien de alcanzar los beneficios personales que llegar solo al gobierno reporta. Pues el Estado suele terminar atrapando a quienes gobiernan, en el caso que alguno de ellos, pretenda cambiarle sus rituales.

Y hay quienes de antemano, donde pueden o se sienten seguros y en confianza, dicen, "voy a intentar hacer algo", ¿pero quién, qué cosa sustancial puede hacerse ante tamaña fortaleza y tan acendrada conducta? Apenas si le permiten pequeñas reformas, como esos gestos caritativos que hacen las hermanitas de la caridad sin aspavientos.

Los cambios de gobierno suelen ser un cambiar la manera de vestirse, de caminar, hablar y más usualmente de colores, todo decidido, en última instancia está decidido por él mismo, apoderado de la cabeza de los nuevos gobernantes, para hacerle creer al común de la gente se haya ante un ente distinto y redimensionar sus esperanzas. Pues si algo preocupa a quienes de verdad viven acondicionando al Estado, es que vivamos soñando aunque nos creamos despiertos. Por eso, aquello de "fulano desde que llegó a ese cargo es otro, ya no es el mismo de antes. Si nos ve, se dice no me acuerdo". Tal como le pasó a mi amigo. A este, hoy, no lo deja hablar aquél, el mismo que mañana no dejará hacer uso de la palabra a quien a él antes se lo impidió. Los entes empresariales cambiarán los nombres de líderes, como quien en una carrera, entrega el testigo pero la meta, dirección y ritmo en gran medida serán los mismos. La Fedecámaras de hoy, de haber un cambio, será la misma de mañana; quizás, sólo de ser necesario, cambiaron a quienes están al frente.

Y cuando hablo de cambios de gobierno incluyo hasta los más pretendidamente audaces y llenos de sueños, como los de guerrilleros barbudos, que pueden terminar atados a un Estado que se adueña de todo y a ellos les pone de gerentes y a llevar una vida antes no soñada y menos pensada.

Porque también es verdad que el Estado es un organismo vivo que se mueve por una fuerza y dirección inercial desde su nacimiento, de cuando los primeros humanos se organizaron para regular las relaciones entre ellos. Los cambios son sutiles para cubrir sus propias fallas y pequeñas grietas que generan el tiempo y los combates.

De modo que el Estado no es una máquina que se apaga cuando un gobierno termina su período, a espera que el nuevo la prenda y de allí en adelante sea otra, pues ni siquiera se mimetiza. No. El sigue vivo, encendido, palpitante, actuante, con su ritmo y dirección antes determinada, tanto que todo nuevo gobierno que intente detener su movimiento o cambiarle el rumbo, se hallaría como cabalgando un caballo que se resiste le impongan un rumbo y dirección distinta a la de sus mañas y querencias. Si el nuevo jinete le incomoda o intenta desobedecer o seguir con la rutina, se levanta sobre sus dos patas traseras, brinca hasta obligar al jinete dejarse llevar por él, aflojar las riendas y hasta quitarse las espuelas.

Y ese Estado tiene esas mañas "adquiridas" de quienes han tenido fuerza para domarle y domesticarle, lo que implica imponerle una determinada conducta. Lleva un traje, coraza, , muy sólida, nada flexible, construida por años que tampoco se cambia a cañonazos. Él no existe o está allí para que cualquiera venga a hacer lo que se le parezca. Si las nuevas órdenes, emanadas de los puros deseos de los nuevos gobernantes, que no entran en su cultura, viejas y arraigadas costumbres, o lo que es lo mismo, como él está diseñado y acostumbrado a caminar en un determinado sentido y ritmo, reacciona y hasta puede derribar al nuevo jinete. Lo que no es sólo tumbarle al suelo, sino también cambiarle sus propósitos. Lo que sería una manera de lanzarlo contra el suelo y obligarlo a volverse a montar pero dejarse llevar por la cultura de la montura. Hay demasiadas muestras como el Estado, termina domando a quien intentó hacerlo con él.

Chávez, por ejemplo, montó el caballo – tómese en cuenta que él era o fue llanero y como tal debía saber de caballos y el cómo montar y cabalgar, no es como uno, de botes y cuando más péñeros – y no obstante, tuvo que ponerse a intentar a hacer cambios, ajustes, en todo lo concerniente a la bestia, como las riendas, más largas o cortas, las espuelas e intentar adiestrarlo a ver si podía despojarlo de la vieja cultura animal y hacerlo, en la medida de lo posible, más humano, según su percepción. Y pese todo los amarres que hizo, el caballo del Estado, se le resistía y tendía a tumbarle hasta con su nueva silla. El golpe de abril del 2002 de "Pipino El Breve" o Carmona Estanga, más breve todavía, fue un fuerte salto o estremecimiento del caballo, no de "Pipino", como lo fue también el laberinto de la "meritocracia petrolera".

Y Chávez, pese se diga lo contrario, no pasó de los intentos de domar al caballo, darle largos discursos al oído como quien le canta a un niño, arrullarlo para que duerma, pues hasta su misma gente, acogida a las querencias y la cultura inercial del animal, comenzó a hacer lo de siempre y lo que el caballo permite, como la corrupción, los negocios fraudulentos y formación de grupos, destinados a mantener inalterable su derecho a seguir siendo como lo habían entrenado o mejor adiestrado. Es una de las maneras del caballo, para terminar amansando a quienes pretenden cambiar su rumbo y sus costumbres. Tanto que Chávez lanzó o promovió leyes y planes y al final, esas leyes fueron ignoradas y los planes cambiados, al gusto atávico del caballo. Pues este, más bien como por atavismo, está determinado por las bases, la tierra sobre la cual se asienta y camina, que es la misma de siempre y es ella la misma que lo alimenta y cambiarla es un trabajo lento y largo en donde deben entrar muchos, miles y hasta millones, a quienes generalmente nada les facilitan para que hagan su tarea y hasta se les niegan lo que sea menester, creyendo que como está es suficiente y sólo hace falta un buen jinete y una cuadrilla de hombres que le cuiden y apasienten.

Hay versiones que hablan del "asesinato" de Chávez, no sabría decir nada acerca de eso, pues lo fantasioso suele imponerse; es más fácil adherirse a una fantasía que ponerse a jorungar, más si debe hacerse entre los muertos. Pero tampoco se han dado respuestas que permitan negar esa versión.

Lo cierto es que después de muerto, habiendo hecho Chávez lo que hizo, como bregar duro con aquel caballo, pero sin duda ayudado por unas espuelas, unos caballericeros ineficientes y un látigo por demás lacerante, como lo fue el cuantioso ingreso petrolero y sin experimentar los efectos nocivos de las sanciones, relacionadas estas con un Estado de mayor jerarquía, hasta intercontinental, las cosas en lo formal empezaron a cambiar. Como que el caballo pudo tranquilizarse, dejó de pegar saltos y sobre todo, a adquirir su paso tranquilo y firme, pues el nuevo jinete, carente de muchas de las cosas personales, pero más que todo de aquellas "armas que aflojan cualquier tornillo" y de domadores y adiestradores en el arte de la cabalgadura, empezó a ponerse a tono con el movimiento, ritmo y dirección, que imponía al nuevo jinete. Es decir el caballo, dejó de ser el animal que se intentaba dominar y se volvió dominante, como siempre había sido. Y lo que es peor, los vicios enquistados por la vida misma, que se agazapan en los hombres, esperando la oportunidad apropiada para desatar sus instintos, que ya en tiempos de Chávez habían hecho daño, ahora viendo al caballo "como libre", recuperado su donaire y actuando de conformidad a su instinto, se explayaron y se impuso aquello de "ponme donde "haiga", en lugar de preguntarse para qué sirvo o ponerse a la orden para servir con lealtad a los principios y valores que, por lo menos, estaban expuestos en el discurso del comandante muerto.

Ya el viejo pero poderoso caballo, recobró el control absoluto, pues en verdad nunca lo perdió y ha logrado ratificar el rumbo que le fue impuesto desde que nacimos como nación y empoderado de nuevo de la cultura de cuando reventó aquí el primer pozo petrolero; aunque en verdad siempre, antes de eso lo había sido, sólo que los tantos zafarranchos llamados "guerras civiles", dieron la sensación que era como un rato un caballo loco y otra uno amancebado. El petróleo sale del pozo sabiendo para donde irse, por supuesto, no en barriles como creía Delsa Solórzano, sino en los enormes tanques de los buques. Es cosa de afinar sólo pequeños detalles.

Y es que ahora el caballo se siente a gusto, pues mira a su alrededor si no los mismos caballericeros si, en estos, la misma conducta de antes, como dejarle que galope a su placer.

En fin de cuentas las sanciones no le hacen daño, como nunca le han hecho a quienes las han solicitado y hasta reclaman se mantengan y profundicen. Quienes por ahora lo jinetean y le llevan por las riendas, pues sólo las sostienen, dado que él impone el ritmo y rumbo del caminar y trotar, pero que viven bajo la ilusión que le controlan, no hacen sino seguirle su paso y moverse al ritmo y placer en sus querencias.

Quienes quieren ser los nuevos jinetes y caballericeros, sólo para seguir en lo mismo pero darle más soltura y permitir que pueda relacionarse de la mejor manera con aquellos caballos padrotes

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