Transiciones

Martes, 04/06/2024 12:19 PM

Confieso que, cuando leí la palabra "Transición" en algún artículo de opinión de estos últimos meses, lo que me vino a la cabeza fueron los diez libros de la vulgata marxista que me nutrieron antes de los veinte años. Según el marxismo clásico, debiera haber habido una transición del capitalismo al comunismo, la sociedad sin clases y sin Estado, a través del socialismo, cuya forma de Estado ya era el comienzo de la disipación del mismo aparato de dominación de clase, por cuanto era el predominio democrático del proletariado. Después de revisar los artículos acuales en cuestión, fue que caí en cuenta que se referían a "transiciones" desde dictaduras fascistas, como la de Franco o Pinochet, a monarquías constitucionales o democracias representativas.

Pero ha habido transiciones de muchos tipos y colores. Voy a mencionar algunas: del dominio del proletariado al "Estado proletario con deformación burocrática", como dice la clásica fórmula de Trotsky sobre el caso soviético. También, la transición del "comunismo real" al capitalismo, en Rusia y toda su órbita. Otra: la transición de un socialismo que preveía una "revolución cultural" cada cierto tiempo, como llegó a imaginarse Mao, al socialismo de mercado al estilo chino, de Deng Siao Ping y sus sucesores. En fin. Habría que precisar: ¿están hablando de un cambio de gobierno o de sistema? ¿La "transición" se refiere a un camino pacífico, de modo que se está hablando de una reforma? Mientras que una "revolución", por definición, ¿implica la violencia en el cambio?

Si a mí me preguntan, respondería al respecto, refiriéndome a la Venezuela actual: con que se dé un tranquilo traspaso de poderes de acuerdo a la Constitución, estamos bien. Eso, por supuesto, no será fácil. Primero, la oposición debe ganar las elecciones con un margen amplio. Para ello hay muchas cosas sin resolver. Michael Penfold, por ejemplo, habla de que EGU necesita 7 y pico de votos para ganar. Esa fue la cifra con que la oposición ganó la Asamblea Nacional en 2015. La mayor parte de las encuestas sitúan a EGU con casi 20% por encima de Maduro. En eso basa su optimismo la oposición. Por otra parte, hay voces que alarman acerca de la disposición de miembros opositores de mesa. No hay completa seguridad sobre las mesas y centros. Se han incorporado 8 centros de votación, pero se desincorporaron 68. La información en este sentido es fragmentaria, incompleta a estas alturas y habrá que esperar hasta el 28 de junio para saber las cifras definitivas, mediante la acreditación de los testigos de mesa designados por los partidos y candidatos. Lo que cualquiera puede ver es que el gobierno, haciendo peculado de uso de los bienes del Estado, ha montado un importante aparato electoral. Aprovechan logística de las instituciones estatales para hacer cursos y otras actividades organizativas. Hasta muestran sus reuniones de organización de su Partido en la televisora nacional. Ventajismo asfixiante.

El Registro Electoral se ha venido haciendo con censos viejos de la población, lo cual no da cuenta de los migrantes, cuya cantidad algunos sitúan en 7 millones; otras fuentes, en cinco; y hasta hay quienes lo sitúan en cuatro. Además, se encuentra el abstencionismo clásico: los que le da ladilla votar porque son profundamente "apolíticos" (aunque la política siempre se mete en sus vidas), los que no saben e, incluso, los militantes que adoptan la pose de "revolucionarios". Por otra parte, los encuestadores (por ejemplo, Seijas) dicen que la disposición de votar por Maduro está creciendo, pasó del 12% al 27% (otros dicen que a 20%) y, tal vez, pueda llegar a un "techo" del 30%. Como siempre, hay que recordar que cada encuesta es solo una foto instantánea y lo importante es observar la tendencia de las mediciones sucesivas. De modo que, restando los migrantes que no votarán por la decisión gubernamental de cerrar embajadas y consulados durante la renovación del REP, y los que se abstienen por alguna razón, tenemos 21 millones (REP según censos no actualizados) menos siete millones, menos otros tres (calculando la abstención histórica: alrededor del 25% del REP), llegamos a un universo de 13 millones de votantes. El 30% es de 3.900.000 aproximadamente. Maduro, en 2018, sacó 6248864, casi un millón menos que en 2013. En aquel entonces, Capriles sacó 7363980. Perdió por un pelito. Hoy, no está fácil para ninguno.

De transición han venido hablando opinadores de todo mi respeto: por ejemplo, Víctor Álvarez y John Magdaleno, este último basado en estudios históricos. En otro tono, reclamando un giro moderado a la oposición, se han expresado Ochoa Antich y Fuenmayor. Hasta los presidentes de Brasil y Colombia han planteado la conveniencia de un "pacto de convivencia política y no persecución", aunque esa iniciativa se contradice con su última decisión de no enviar observadores, ni siquiera veedores, a los comicios venezolanos. Las propuestas de "transición" tienen como marco conceptual un individualismo metodológico propio de la teoría de la decisión racional en la economía y el conductismo psicológico. Es decir, el supuesto de que los actores políticos son "sujetos racionales" que calculan su comportamiento, buscando maximizar sus ganancias y minimizar pérdidas, tomando en cuenta incentivos positivos y negativos (castigos).

La propuesta de Álvarez es interesante. Es directamente política y con base teórica en lo de los incentivos de los actores. En ese sentido, para lograr que Maduro y su gente "ceda" la presidencia y se produzca una transición exitosa, deben eliminarse los incentivos negativos (sanciones personales y de todo tipo, garantizar la no persecución, eliminar la recompensa que ofrecen por su captura las autoridades norteamericanas) y ofrecer incentivos positivos como una diputación vitalicia (como hicieron en Chile con Pinochet, que se lo tuvieron que calar varios años de Senador). Claro, como ya advertía Popper, en la realidad hay mucha mayor complejidad que en cualquier modelo teórico. Por ejemplo: ¿cómo se ponen de acuerdo los miembros de cada equipo? ¿Cómo manejas pugnas y reparto de ganancias y pérdidas? ¿Y entre bases y líderes? ¿Cómo queda el aspecto jurídico (recordar decisiones en el Cono Sur; todo el tema de la "justicia transicional", el "perdón" a señalados por violar derechos humanos y ser corruptos milmillonarios)? ¿Y las emociones "espontáneas"? ¿Cómo se controlan a los "locos"? ¿Y los "pasados de vivos"? Pero también hay otros actores: Estados Unidos (obvio, las licencias, control de producción petrolera, la extensión de las sanciones), China (inversor en Guyana y préstamos en Venezuela y América Latina, al tiempo que se prepara para la guerra por Taiwán), Rusia (concentrado en su guerra con Ucrania y, posiblemente, con toda Europa y Estados Unidos), Irán (que anunció recientemente que iba a inundar el mercado petrolero y tiene su peo con Israel), Cuba (al borde de la inanición), Brasil (liderando el BRIC, no le interesa mucho rollo en Venezuela). Muchas manos en el caldo lo ponen morado. Cada uno buscará su ganancia, tendrá su "decisión racional".

Los partidarios de MCM/EGU dirán ¿y por qué estos chavistas antimaduristas tendrían que darles la pauta a los dirigentes opositores? Álvarez fue un destacado ministro de Chávez y quizás uno de los que desarrolló más la teoría de las diferentes variantes de propiedad que, en parte, nutrió las propuestas de reforma constitucional de 2007. Desde 2013, creo, se separó de Maduro y ha elaborado importantes análisis de los errores de política económica del gobierno y su giro neoliberal desde 2018.

En este enredo, siempre hay que saber distinguir entre los deseos y la realidad. Deseamos un país que resuelva sus problemas en democracia y libertad, con los mejores talentos en la parte técnica, con amplia recepción de inversión, con un Estado descentralizado, eficaz y eficiente. Con una Constitución que se cumpla en su mayor parte. ¿Eso se llama "transición"? Pues, sea la transición.

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