Chávez no necesitó leer a León Bloy, él mismo era León Bloy…

Miércoles, 05/06/2024 12:02 PM

  1. Era yo estudiante en el Pedagógico de Caracas, corría el año 1967, cuando a través de Winston Campos, comencé a relacionarme con la obra de León Bloy, escritor francés, nacido en 1846 y quien en su adolescencia fue un rabioso anticlerical. Luego, su amistad con Barbey d’Aurevilly, fue haciendo que se acercara al catolicismo. Llegó así a convertirse en un católico radical, al que los curas le tenían pánico. Conmigo, desde esa época, conservo sus obras: "El desesperado" (1889), "La salvación por los judíos" (1892), "La sangre del pobre" (1909), "Diario apocalíptico y profético" (1892-1917).

  2. A partir de la lectura de Bloy, me estuvo rondando la idea de escribir un trabajo sobre los pobres. Reuní bastante material, pero imbuido en otras ocupaciones a la final no tuve el tiempo ni la serena disposición para lograr este proyecto. De lo que estoy seguro es que la única salvación posible en este mundo sólo es posible a través de la pobreza.

  3. Cuando escuché esa sentencia maravillosa de Chávez de que SER RICO ES MALO, sentí la campanada de que teníamos como presidente a alguien que estaba más allá de ser un simple político de partido. Yo creo que aquí casi nadie entendió bien lo que Chávez quiso decir, y aún tenemos a "chavistas" que procuran olvidar (o para nada mencionar) esta grandiosa y terrible sentencia de nuestro Comandante: SER RICO ES MALO. Decía León Bloy: "La experiencia de mi vida cruel así como la meditación religiosa, me han enseñado que NO PUEDE HABER BUENOS RICOS y que la misericordia únicamente se puede encontrar entre los pobres… soy exactamente, estrictamente, un cristiano pobre y humillado, nada más". La Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) se horrorizó cuando Chávez dijo SER RICO ES MALO, porque la cúpula eclesiástica de todos los países, existe y se sostiene por la clase adinerada y por la sangre del pobre, porque a la vez la sangre del pobre representa el dinero y la fortuna de los ricos. Por algo en abril de 2002, la cúpula eclesiástica al mando del jesuita Luis Ugalde se unió a la clase empresarial, al antro de los sindicaleros de la CTV y a 80 generales de las Fuerzas Armadas para derrocar a Chávez. Chávez poco después hablaría del tumor que corroe a la CEV.

  4. He releído muchas veces "La sangre del pobre" (en una edición argentina de 1968), plagada de líneas resaltadas o subrayadas en casi todas sus páginas. Allí nos dice este gran escritor católico León Bloy: "El rico es un ser cegado y embrutecido, al que no es posible detener más que con una guadaña o con un puñado de metralla arrojado a su vientre". También dice Bloy: "¡Ah! Sé muy bien que la riqueza es el más terrible anatema, y que los malditos que la detentan, en perjuicio de los miembros doloridos de Jesucristo, están destinados a tormentos indecibles, pues se halla preparado para ellos la Mansión de los Alaridos y de los Terrores".

  5. Y uno leyendo a Bloy se convence de que la sangre del pobre, insistimos, es el dinero del rico, y en cambio él sostiene que la sangre del rico es un pus fétido manado de las úlceras de Caín. De modo que los verdaderos caníbales desde siempre han sido los ricos, devorándose la carne de los pobres, y por eso dice Bloy: "se sabe que la carne de los pobres es apetitosa, con ella hay bastante para la mesa y el lecho. El pobre es un condimento que tiene el mismo valor que una trufa o un afrodisíaco".

  6. Dice el escritor Louis Gatumeau, sobre Bloy: "No escribe, gruñe, ruge. Su nombre —algunos no lo pronuncian más que con los dientes apretados-. Ha asestado tales golpes a nuestras glorias más robustas, que el público permanece un poco estupefacto. Fingen admiración hacia este CATÓLICO SUBLIME, que se confiesa con esplendor, y se alejan del genio literario".

  7. "Lastima los nervios - Louis Gatumeau -: Pisotea las ideas. Expone suntuosamente en espantosos libros, y a veces con una dulzura sollozante, las carroñas humanas que infestan la vida. Vomita fastuosamente su asco por las cosas que habitualmente nos maravillan. Nunca un torrente semejante de lamentaciones ha descendido desde la altura de lo Absoluto para barrer la admiración benévola del público erudito… Al toque de angustia de un escritor triturado por la miseria, del que cada libro era una confesión arrancada por la tortura, una hostilidad silenciosa. Escasos amigos se dirigieron hacia este prodigioso. Se acercaron al Leproso gentes extrañas, algunas ingenuamente, sentimentalmente, otras soberbiamente, otras crapulosamente, algunas empujadas por una fuerza misteriosa. Nadie le amó. Nadie le ha seguido. Había en ellas, junto a este resplandeciente desesperado en oración, demasiada humanidad. Este loco se dirigía al martirio. Y además, verdaderamente, su Absoluto estaba demasiado poblado con los perros gruñidores de la Pobreza. Expulsó a aquellos que merodeaban en torno suyo sin fe y por diletantismo y se quedó solo, impenetrable. Sin embargo ¡qué luminoso el misterio de este tierno corazón! ¡Qué poco orgullosa era la actitud del doloroso al que tantos amigos y enemigos trataron de desfigurar!"

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