En el lenguaje coloquial se dice, "camarón que se duerme se lo lleva la corriente". Y por el debate político que se da ahora en Venezuela, esa expresión parece ponerse de moda y, más que eso, se hace necesaria recordarla para despertar a mucha gente que, por los sentimientos, hasta infundados, se alían con quienes son sus adversarios, por razones de clase, maneras de mirar la vida y hasta la escuela.
Las adversidades, nacidas dentro de lo que, antes por convencionalismo más que todo, se dio en llamar "chavismo", aquel amplísimo movimiento antiimperialista y en favor de trabajadores, humildes del país y por aquello de distribuir de manera más equitativa, justa, la renta petrolera y todo el producto del trabajo, han dado origen a un "fandango".
Como se sabe, la palabra fandango, según las formalidades del lenguaje, se utiliza para denominar un tipo de música y baile originario de España y de mucho arraigo en la cultura mexicana y que para nosotros, los orientales de Venezuela, tuvo o tiene el significado de desorden o guachafita. Y es que el fandango en sí mismo es una fiesta y un como desorden, donde la música, el tipo de baile, la alegría que le caracterizan, hace alusión a "despelote".
Pero el fandango, el desorden, no sólo se da en la conducta, movimiento, gritería, aspaviento, empujones e irrespeto de los espacios, sino también en las ideas y forma de agruparse. Pues lo natural es que los burros se busquen para rascarse y los humanos se agrupen según sus costumbres y creencias.
Ha sido siempre de lo más natural e inteligente que los liberales y conservadores, como masones y católicos, se agrupen en función de sus creencias. Como que, quienes son de esos grupos que convencionalmente llamamos de derecha e izquierda, lo hagan por separado.
Claro, es cierto que, tanto derechistas como izquierdistas, suelen o mejor, se organizan en grupos y hasta partidos distintos, porque siempre hay quien pone sus hitos y hasta sus mojones, entendiendo esta palabra tal como la asume el diccionario, marca o punto de separación en materia de límites. "De este mojón hasta aquel que está allá, es un espacio que me pertenece". Aunque el lenguaje coloquial venezolano también lo utiliza como sinónimo de mentira y por eso se suele decir "fulano anoche me cayó a mojones", o "cállate y no me sigas mojoneando".
Y en política, por eso de no darle preeminencia, valor sustantivo a la verdad, sino al deseo de derrotar al contrario y hasta más que eso de ganar para luego cobrar o ponerse donde hay, es usual que el discurso esté lleno de mojones.
Siempre ha sido y seguirá siendo así porque el éxito de algunos depende de hasta dónde y cuándo es capaz de engañar a buena cantidad de gente. En los deportes gana quien mejores cualidades tiene o las usa acertadamente en el momento apropiado; en las artes y la ciencia quien mejor haga uso de los valores inherentes. En la política el poder, derecho a gobernar, puede y suele suceder, sea de quien tenga mayor capacidad para engañar, difundir mentiras y hasta en gran medida.
Pero, pese todo lo anterior, que en todas partes opera, en Venezuela hay ahora una particularidad, no habitual aquí ni en ninguna parte. Y esta es que el odio entre individuos, grupos y partidos es un catalizador, acelerador, que genera un fandango, donde izquierdistas y derechistas se unen en un grupo de este lado para enfrentarse e intentar derrotar a otro grupo, igualmente compuesto por derechistas e izquierdistas. Como si la estruendosa música del fandango les hubiese hecho perder la orientación y la identidad.
Pero hay mucho más.
Mientras en México o la Argentina, los de cada espacio se unieron para apoyar sus candidatos, como que los neoliberales y derechistas hicieron a Milei presidente en el país del tango, en México, la izquierdo hizo lo mismo para elegir a Claudia Sheinbaum, ganándose el apoyo contundente del movimiento popular, en Venezuela la izquierda se une a la derecha y esta a aquella, aquí y allá, en grupos opuestos para optar por el neoliberalismo o en contra de este, por el sólo hecho de odiar a determinados personajes.
Hay supuestos anti monetaristas y anti neoliberales, apoyando candidatura que se define partidaria de la minimización del Estado, de privatizar todo, no lo que sea pertinente, como dicta la racionalidad y contrario a lo que han dicho creer a lo largo de su vida porque por sus diferencias con otra candidatura que, sin aspavientos, ha optado por lo mismo, solo que se muestra discreta o hace in discurso en contrario.
Pero hay algo más grave y definitorio, hay "antiimperialistas" que están haciendo causa común con quienes pidieron y piden más sanciones contra Venezuela o mejor dicho a la economía venezolana y con ello para la gente humilde toda que no tiene ingresos y menos dólares para subsistir, y no digamos que con dignidad, pues sino simplemente eso, subsistir.
Eso que llaman impropiamente ideología, en Venezuela se ha vuelto un fandango como ya dije, pero también un sancocho de morrocoy con gallo. La indignidad no tiene límites y conste que no es indigno ser de derecha o de izquierda, pero si siendo de una concepción u otra o habiéndolo dicho por mucho tiempo, de repente, con el mismo discurso, aparecen al lado de quienes piensan y optan por metas totalmente distintas.
Es deleznable ver formando parte de un gobierno que tiene un discurso antiimperialista y socialista, aunque los hechos poco sirvan para sustentarlo, a personajes muy conocidos y roles importantes, significativos, que nada de eso son y menos lo ocultan. Pero también lo es, quienes sin declararse neoliberales, monetaristas y partidarios de la privatización, sino exhibiéndose como contrarios a eso, opten por candidatura que tiene la entereza y la honestidad de decir u ofrecer salidas de aquella naturaleza.
Uno pudiera estar en desacuerdo con una candidatura monetarista, neoliberal, partidaria de privatizar hasta el aire, es derecho de cada quien asumir la realidad como le parezca, según sus intereses y percepciones, pero eso no nos justifica para que sintamos por ella y quienes la apoyan odio o desprecio. Pero si es despreciable quien, habiendo tantas opciones, pese pudieran no parecer ganadoras y hasta el derecho de mantenerse al margen de todas ellas, alguien que se ha definido toda la vida contrario al neoliberalismo, monetarismo y hasta el capitalismo, partidario de Chávez y sus políticas, por haber sido marginado del gobierno o haber roto con éste, aparezcan apoyando lo que antes combatieron y lo que es peor, dicen combatir.
El fandango en el lenguaje coloquial de mi espacio venezolano y mi tiempo, como antes dije, es sinónimo de desorden y el "sancocho de morrocoy con gallo", un enredo o confusión. Y esto pasa o mejor le acontece a una buena cantidad de ciudadanos de poca formación, cultura y hasta perspicacia política que suelen creer que se trata de un asunto de candidaturas o candidatos y ningún interés prestan al discurso y contenido de los programas de estos. Justamente por eso, hay quienes dicen con entera libertad, sin prudencia alguna, "lo digo por la calle del medio, estamos por privatizar todo".
Pero es inaceptable, pues no vale decir incomprensible, haya gente que no sólo tiene edificantes títulos académicos, hicieron y hacen discursos contra el neoliberalismo y hasta el imperialismo, por lo que ocuparon altas posiciones en los tiempos de Chávez, ahora aparezcan, como si fueran unos simples idiotas y no unos temerosos, pues pudiera haber algo oculto, apoyando lo que por años han dicho combatir. Y sería peor si es porque temen ser objeto de "sanciones" por el rol que antes ocuparon.
La gente PCV, esa a quien quitaron su tarjeta y mucho de los derechos inherentes a su partido, pese sus diagnósticos y planes en nada se acercan al movimiento real, nunca lo han hecho, y es y ha sido coherente y digna, enfrenta al gobierno, sus razones le sobran, pero no por eso se pasa al bando del enemigo fundamental, el imperialismo, neoliberalismo y monetarismo, partidario de "privatizar todo".
Es decir, el PCV, que han acorralado y marginado, no se metió en este fandango y sancocho de morrocoy con gallo de ahora. Sus idílicos sueños, esos de confundir la realidad con sus deseos, lo que Cervantes hizo de manera deliberada, son de vieja data, hasta del momento mismo del nacimiento.