Hablemos de nuestra historia. De la Carta de Jamaica se pudiera advertir el peligro de regresar el ALCA (III)

Sábado, 08/06/2024 03:28 PM

Pero a esta altura, se hace necesario llamar la atención, como para Bolívar, nuestra América del Sur comienza en el mismo espacio que los españoles conquistaron y colonizaron a partir de la llegada de Hernán Cortés. Es lo que el en otras oportunidades llamará la América "antes española".

Para él no hay marcha atrás porque:

"Más grande es el odio que nos ha inspirado la península que el mar que nos separa de ella, menos difícil es unir los dos continentes, que reconciliar los espíritus de ambos países."

Y luego, sobre lo mismo agrega:

"Más vasto es nuestro odio que el océano que la separa de nosotros, y menos difícil es juntar los dos océanos que conciliar a las dos naciones".

Como para fundamentar eso que él ha llamado "odio" hace mención a la siguiente información:

"A Venezuela se le atribuía casi un millón de habitantes, y con toda verdad puede afirmarse que una cuarta parte ha sido sacrificada por los terremotos, por la guerra, el hambre, la peste y las migraciones, estas causas con excepción de la primera, son todas efectos de la guerra".

Pero su denuncia va más allá de los límites de Venezuela, Bolívar no tiene concepto y vocación provincial, piensa en la América "antes española toda". Por esto dice en ese documento:

"Este panorama abarca una escena militar de dos mil leguas de longitud y en su mayor ancho, de 900 leguas de extensión, en la cual, defendiendo sus derechos o doblegándose bajo la opresión de la nación española, se encuentran 16 millones de americanos".

Pero ante ese "panorama" al parecer nada espera de las entonces grandes potencias; por lo que ha observado se pregunta:

"¿Está Europa sorda al llamado de su propio interés?¿Está ciega, que no puede discernir la justicia?

Luego agrega:

"¡Cuán decepcionados hemos quedado! Porque no sólo los europeos, sino nuestros hermanos los norteamericanos, han sido espectadores indiferentes de esta gran contienda que por la fuerza de sus motivos y los grandes resultados que persigue, es la más importante….."

Por esta afirmación del Libertador, o queja con respecto a la actitud indiferente de los Estados Unidos, es bueno leer la siguiente relación en materia de reclamos por parte de nuestros libertadores para se nos prestase apoyo, por lo menos reconocimiento y se estableciese con la nación venezolana las elementales relaciones diplomáticas:

Cuando Miranda se entrevistó en 1805 con Thomas Jefferson, presidente del país del norte y James Mason, Secretario de Estado, en solicitud de ayuda nada obtuvo. Le alegaron las buenas relaciones entre ellos y España y la vigencia de un decreto que prohibía a los particulares la exportación de armas.

Desde 1810, los nacientes gobiernos independientes de América hispana aspiraron establecer relaciones comerciales con los norteamericanos. La respuesta a ese deseo la dio bien pronto el Congreso norteño, en el sentido que sólo establecerían vínculos con ellos, cuando hubiesen alcanzado el rango de Estados soberanos e independientes. Esto implicaba que tal calificación la harían los propios Estados Unidos, según su conveniencia y en vista sus buenas relaciones con España.

Mientras tanto, los americanos del norte se mantendrían neutrales y en sana y provechosa paz con la nación ibérica.

El presidente Monroe en 1817, después de la "Carta de Jamaica", juzgó el conflicto de América meridional como una "guerra civil, no de independencia" entre, como afirmara él mismo, "bandos o partidos que son mirados sin preferencia por los poderes neutrales".

De remate podemos agregar que una disposición de 1818, prohibía a los suramericanos cualquier acción, dentro del territorio norteamericano, dirigida a ayudar las guerras de independencia.

La relación es larga e incluye la invasión de la isla Amelia y el envío de embarcaciones yanquis con provisiones y armas para el ejército español, pese haberse declarado el gobierno de Estados Unidos neutral.

En carta del 29 de julio de 1818, dirigida al agente diplomático norteamericano J.B. Irvine, en uno de los tantos enfrentamientos con las autoridades de aquel país, Bolívar acusó a los yanquis de intentar romper el bloqueo que la naciente república impuso contra España y les dijo, "para dar armas a unos verdugos".

En 1819 se reunió el Congreso de Angostura y se decretó la República, Estados Unidos se negó a reconocer nuestro gobierno.

En 1820, cuando el propio gobierno español, a través del Armisticio y Tratado de regularización de la Guerra, reconoció nuestras fuerzas, el gobierno norteamericano continuó desconociendo nuestro gobierno.

Todavía se negaron a hacerlo para 1821, cuando se libró la batalla de Carabobo y se instaló el Congreso de Cúcuta.

Tardíamente, cuando ya Bolívar ha consolidado su poder y se dispone a seguir su lucha liberadora en el sur, el gobierno norteño decidió reconocer a la Gran Colombia.

Es decir, la historia, los hechos, confirmarían aquella duda, sospecha, envuelta en aquella queja dolorosa de Bolívar en la Carta de Jamaica.

Dedica suficiente tiempo El Libertador a exponer sus ideas acerca del sistema de gobierno que pudiera nacer entre los pueblos americanos. No obstante se muestra discreto y comedido acerca de lo que pudiera suceder:

"Es lo más difícil vaticinar cuál será la suerte del Nuevo Mundo, establecer algunos principios sobre su constitución política, y predecir la naturaleza o clase de gobierno que finalmente adoptará. Cualquier conjetura relativa al porvenir de esta nación me parece arriesgada y aventurada. Durante sus períodos iniciales, cuando la humanidad se hallaba obnubilada por la incertidumbre, la ignorancia y el error ¿podría acaso haberse previsto qué asumiría para su preservación?¿Quién habría osado afirmar que tal nación será república, aquella monarquía, esa pequeña, la otra grande?

En este texto Bolívar desautoriza a quienes suelen calificarle de profeta, cuando oteando en el porvenir fundamentado en su experiencia, conocimiento de la historia, las costumbres sociales y las tendencias de la economía y política, formula alternativas o hace pronósticos acerca de lo que habrá de sobrevenir.

Le parece para el momento "difícil" predecir "qué será del Nuevo Mundo", lo que no quiere decir que esté desarmado frente aquellas circunstancias y desasistido de ideas acerca de lo que debería hacerse y carente de razones en qué fundamentarse.

Porque está claro y definido que:

"Formamos, por así decirlo, un pequeño género humano. Poseemos un mundo aparte, cercado por diversos mares, extraños a casi todas las artes y las ciencias, aunque ya experimentados en los hábitos comunes de todas las sociedades civilizadas".

Algo de todo aquello, de los "hábitos comunes de todas las sociedades civilizadas", habrá de nacer entre nosotros, tomando en cuenta que tenemos nuestras propias peculiaridades.

Justamente, por estar lo suficientemente informado y dotado de conocimientos e ideas acerca de cómo debe organizarse el Nuevo Mundo, tomando en cuenta de los rasgos de sus antiguas relaciones con España, lo que esta continúa aspirando acerca de nosotros y las conocidas formas y exigencias del desarrollo de nuestro vecino del norte, Bolívar en esta Carta amplía su viejo concepto, ya vislumbrado en "El Manifiesto de Cartagena", acerca de la forma de gobierno que a su parecer debería estructurarse para nosotros y sobre todo en la relativo a la unión del continente formado por las "antes colonias españolas".

Piensa que los Estados americanos:

"Han menester de los cuidados de gobiernos paternales que curen las llagas y las heridas del despotismo y la guerra. La Metrópoli, por ejemplo sería México, que es la única que puede serlo por su poder intrínseco, sin lo cual no hay metrópoli".

Esta opinión pareciera fundir la idea de crear naciones, por lo que habla de "los Estados americanos", atendiendo quizás al origen de su nacimiento y lo determinado por la larga imposición hispana, pero introduce su visión acerca de la unidad continental, de bloque. Por eso habla de México como "Metrópoli", por supuesto de todas esas naciones.

Pero también descarta reinados e imperios y por distintas razones piensa:

"que los americanos ansiosos de paz, ciencias, artes, comercio y agricultura, preferirían las repúblicas a los reinos, y me parece que estos deseos se conforman con las miras de Europa".

Por algo ha dicho "deseo más que otro alguno ver formar a la América la más grande nación del mundo".

Pero además, en esta Carta de Jamaica de 1815, vuelve a mostrarse contrario al sistema federal, por considerarle débil, muy complicado y propio de sociedades más avanzadas que las nuestras.

Ya en "El Manifiesto de Cartagena", del 15-12-1812, le señala como una de las causas fundamentales de la caída de la primera república, tanto como para decir:

"Pero lo que debilitó más al gobierno de Venezuela fue la forma federal de gobierno que adoptó, siguiendo las máximas exageradas de los derechos del hombre, que autorizándolo para que se rija por sí mismo, rompe los pactos sociales y constituye a las naciones en anarquía. Tal era el verdadero estado de la Confederación. Cada provincia se gobernaba independientemente; y a ejemplo de éstas, cada ciudad pretendía iguales facultades alegando la práctica de aquellas, y la teoría de que todos los hombres y todos pueblos gozan de la prerrogativa de instituir a su antojo el gobierno que les acomode".

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