Ni tan tibio…

Martes, 02/07/2024 01:34 AM

A propósito de mi reciente artículo titulado "Venezuela, un espacio tibio de la guerra fría" (https://www.aporreaorg.cdn.ampproject.org/c/s/www.aporrea.org/amp/actualidad/a332095.html), un estimado amigo hizo el siguiente comentario: "Ni tan tibio…debo señalarte que en agosto habrá maniobras militares conjuntas con Rusia, China e Irán. Probable presencia de soldados bielorrusos, nicaragüenses y cubanos. De hecho, la Marina venezolana ha hecho maniobras en la costa atlántica nica. La compra de armamento ruso y chin de última generación es mucho mayor d lo que se supone. En cuanto a Guyana, la base aérea en la costa occidental del Cuyuní fue culminada en tiempo record. Ya está operativa. Y ya terminaron la pavimentación de 500 metros de carretera en la isla de Anacoco. Esa isla en el río Cuyuní es una plataforma para avanzar sobre el territorio Esequibo".

También hacía referencia mi amigo a unos planes de invasión militar a Venezuela en 2019, el "Plan Puma", que dirigiría el Comando Sur de los Estados Unidos, con el apoyo de los ejércitos de Argentina, Brasil, Colombia y Chile. Entonces, eran presidentes Trump, en Estados Unidos, Iván Duque en Colombia, Jair Bolsonaro en Brasil y Sebastián Piñera en Chile. Por supuesto, el cuadro político ha cambiado de entonces acá. Pero ni siquiera en aquella se notaba mucha voluntad de los países latinoamericanos de cooperar con ese plan nefasto. Al parecer, sirvió de disuasión una "pequeña ayuda" Putin, quien situó unos potentes radares y algún armamento en los estados de la frontera occidental venezolana.

De modo que sí: Venezuela, inevitablemente, está considerada en los planes geopolíticos y militares de las grandes potencias que hoy se enfrentan en una guerra fría que tiene sus puntos calientes (Ucrania, Palestina, Jordania, Siria) y tibios (los mares adyacentes a Asia oriental, el Pacífico, Irán, etc.).

Las tensiones globales en medio de la nueva Guerra Fría son un contexto inevitable de las tensiones de la política nacional. Yo destacaba en mi artículo anterior, que ese tema no aparece en los discursos de la campaña electoral, ante el predominio del espectáculo, la demagogia, las manipulaciones emocionales, las aspiraciones esperanzadas, los abusos de poder, las violaciones de derechos y algunas nociones muy controvertidas, pero que, finalmente, no son elementos de distinción clara, como es el caso de la privatización de los bienes del Estado, específicamente los esquemas de asociación de la industria petrolera con compañías extranjeras, pues ya el gobierno ha avanzado en ese campo, además que es evidente el tendido de puentes hacia la burguesía criolla y hasta los acreedores globales que solo están interesados en cobrar y que les paguen, en especie o en miles de millones de dólares.

En ese marco, tal vez las declaraciones del Ministro de Defensa, Padrino López, adquieren significaciones adicionales, aparte de la evidente parcialización electoral, al arengar a las Fuerzas Armadas en torno al dilema entre una presunta propuesta colonialista y otra, supuestamente, nacionalista. Por supuesto, el lenguaje utilizado pertenece al vocabulario y la propaganda propia de todo un largo período de las luchas revolucionarias en el mundo, también contextualizado en una Guerra fría: la que hubo entre 1947 y 1991. En aquellas décadas, al entrar en crisis los imperios coloniales europeos y proponerse Estados Unidos como su sustituto en el mundo, hubo un auge de las guerras de liberación nacional, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial, el crecimiento del llamado "campo socialista" a partir de las revoluciones china, cubana y de varias nacionalidades africanas, además del destacado lugar del combate del Vietnam que derrotó al imperialismo norteamericano.

Aquella "Guerra Fría" instauró un "equilibrio del terror" entre las dos potencias nucleares, la URSS y los EEUU, y así, mientras de un lado se apoyaba (en parte porque no había otra opción) a las revoluciones y luchas de liberación nacional, que encadenaron objetivos históricos diferentes, el socialismo y la independencia patriótica; por el lado norteamericano, se desarrolló una política de "contención del comunismo" que justificó no pocas intervenciones directas e indirectas, a través de golpes militares de corte autoritario y terrorista. Aquella Guerra Fría, también tenía lugares con variada temperatura. Tal vez el planteamiento no alineado contribuyó a bajar un poco la temperatura, gracias a gobiernos nacionalistas, muy diferentes entre sí, como eran Yugoslavia, la India y Venezuela. Por otra parte, asistimos a lo que los teóricos trotskistas llamaron "la crisis del stalinismo". Hitos de ese proceso fueron, ya en la década de los cincuenta, la independencia de la Yugoslavia de Tito de las imposiciones soviéticas. Luego en los 60, el conflicto chino-soviético, con justificaciones ideológicas que fundamentaron el señalamiento de que la URSS, en la década de los sesenta, se había convertido en un "socialimperialismo" que sometía a los países de su órbita mediante tratados económicos y político-militares como el CAME y el Pacto de Varsovia, mientras China adelantaba, mediante su "revolución cultural", la destrucción de una presunta burguesía surgida en la propia burocracia del Partido Comunista en el poder. La URSS, haciendo valer su doctrina de la "soberanía restringida" de los países bajo su ala, invade Checoslovaquia y hace abortar un ensayo de democratización del socialismo real, así como lo hizo diez años antes con Hungría. La década siguiente, los setenta, se produjeron conflictos armados entre países supuestamente socialistas: Vietnam acabó con los Khmer Rouge de Camboya, quienes estaban ejecutando un genocidio para instalar una sociedad ultra-igualitaria, con el apoyo chino. La China de Mao, a su vez, respondió a los vietnamitas, todavía llenos del prestigio de haber enfrentado y derrotado al imperialismo norteamericano.

De modo que la primera "Guerra Fría" de equilibrio del terror nuclear, ya tenía sus complejidades ¿Cómo entender, por ejemplo, que el líder más arrechamente revolucionario, como era percibido por cierta ultraizquierda devocional, Mao Ze Dong, hiciera una alianza estratégica con el ala más derechista norteamericana, con Nixon, nada menos? Un historiador británico, de inspiración marxista, Benedict Anderson sugirió que la razón se llamaba "nacionalismo", categoría que brindaba una identidad colectiva tan fuerte como el parentesco y la religión, más determinante que las simples ideologías políticas, como el comunismo.

En todo caso, se mostró que la geopolítica, una especie de "disciplina", creación de pensadores reaccionarios y filonazistas, se había colocado por encima del internacionalismo marxista y hasta del cosmopolitismo liberal. Ni el capital ni el proletariado tienen Patria, decía Marx. Los hechos del siglo XX demostraron que no era cierto. Hay varios imperios y todos quieren su "espacio vital", quieren sus "colonias". Hay una raza, una cultura, unas creencias, superiores, que están llamadas por la Historia o por Dios o por las bolas de Alá, a dominar a las otras. Como diría Nietzsche, el filósofo más pertinente en esta época: todo es Voluntad de Poder, de Dominio, de expandirse, de crecer, de someter.

Ahora bien, ¿es pertinente traer el lenguaje y los conceptos de aquella Guerra Fría del siglo XX a la actualidad? En aquel entonces, todo tenía su recubrimiento ideológico: comunismo o democracia. Ahora, la cosa es mucho más complicada. O, tal vez, más clara y descarada. Se trata de intereses desnudos: económicos (o sea, del capital) o políticos (defendidos con discursos acerca de la supremacía de una raza o de una cultura sobre la otra). Ahora, hay nostalgias imperiales, tanto del lado norteamericano y europeo, como del lado ruso y chino. La pelea es por los mercados, por las materias primas, por las finanzas, por el agua, hasta por la población. Por eso suena terriblemente obsoleto el discurso del general Padrino. Esconde algo: la intención de apoyarse en alguno de los imperios, para defenderse del otro, siempre y cuando yo mantenga el poder. Suena a oportunismo geopolítico.

Y a nosotros, los venezolanos, ¿qué nos toca en este mundo tan violento y desalmado? Buscar mantener la temperatura de la confrontación a unos grados estables, vivibles. Disponer de cierta autonomía e independencia que nos permita, al menos, tener lo que necesitamos para vivir. Resguardar y hacer respetar nuestro territorio, nuestra soberanía, nuestra autoestima, si no nuestro orgullo. Mantener una tradición de libertadores, no de dominadores ni, mucho menos, pro imperialistas, sea en inglés, en mandarín o en ruso.

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