"Por principio, mientras fue funcionario diplomático en el exterior, jamás se negó a atender a un compatriota que quisiera hablar con él. Los recibía en la embajada y los trataba con amabilidad profesional (…)" Suniaga
No sólo él, sino todos los que participaban en la contienda, los civiles y los militares, los expresidentes y los ministros, los hombres de negocios y los representantes de las trasnacionales querían llegar al poder por cualquier vía, situación que colocaba a Diógenes en el centro de la diana y las presiones que se ejercían cobre la cabeza de quien cargaba con los apremios de la tamaña responsabilidad entonces. Medina sentía que estaba entre dos aguas, ya no contaba ni siquiera con Eleazar, su antiguo compañero de armas, que como presidente le encargó trasladar a la familia de Gómez fuera de Venezuela y a buen resguardo. Era su Ministro de Guerra y Marina, y ahora como presidente El Ronquito lo tildaba de darles fuero a los comunistas permitiendo huelgas y reclamos. Escalante era su preferido paisano y abanderado con el apoyo del Partido Democrático Venezolano, y el beneplácito del Congreso bajo el medinismo, y un sistema electoral que, a través de firmas, segundo grado, elegía a quien sería el primer mandatario. Escalante acumulaba 70 firmas, lo que ya le daba ventaja sobre el resto de los candidatos para las elecciones de 1946.
Betancourt y Leoni habían estado en Washington conversando con Diógenes Escalante, y sin duda con los funcionarios estadounidenses y el apoyo directo del senador Truman, republicano, quien debía estar enterado de la situación en Venezuela y apoyaba fuera su amigo quien abriera el cauce para la libertad y la democracia que el norte venía exportando hacia la región, frente al comunismo que se les estaba colando por todos lados gracias a sus agentes de venta ideológica. Pero, todo se derrumbó, el giro imprevisto del destino torció las aspiraciones personales y los deseos y aspiraciones difusas entre propios y extraños que confiaban en que habría relaciones más cordiales en la región, donde los Halcones del norte planeaban sobre el patio trasero lleno de materias primas y riquezas por explotar, como lo venían haciendo desde finales del siglo XIX. No era como se creyó un repentino e imprevisto declinar de las facultades de Diógenes Escalante en el acto, pues los incidentes habían dado indicios de que algo grave estaba por ocurrir en la persona del "Pasajero de Truman" cuya personalidad se desmorono, arrastrando lo que pudo haber sido y no fue. El gobierno había propuesto a Viaggini, pero fue rechazado, en tanto que la tensión iba en ascenso y en el termómetro nacional se elevaba la temperatura y las agitaciones cuartelarias con participación de los partidos políticos, dibujaban otro panorama más sombrío para las garantías de que el presidente Medina pudiera culminar su mandato.
No todos tenían suficientes credenciales para ser candidatos de altura para medirse con los del gobierno, la oposición todavía era débil frente a la fuerza de los militares y sus armas prestas a cualquier eventualidad, que era como se había resuelto el lance por mantener el poder a como diera lugar y permanecer en él lloviera, tronara o relampagueara, porque el Estado era el mandamás de turno y sus acólitas mesnadas. El disparador de las sirenas que perturbaron el ambiente fue en el momento de la reunión con el presidente Medina y su gabinete para que Eleazar desayunara en Miraflores, pero el nominado no se presentó. Por qué no, pues porque le habían robado sus camisas, era el lunes 3 de septiembre de 1945. Ramón José Velásquez, secretario de Escalante acudió al Hotel Ávila, en San Bernardino, donde se hospedaba, y notó que Diógenes actuaba de manera incoherente, sin sentido. Recibe la llamada del coronel Ulpiano Varela, jefe de edecanes del presidente Medina, y de Arturo Uslar Pietri, ministro del Interior, que se enteran de lo que ocurría. Hugo Orozco, cercano de Escalante, tenía sus apremios en cuanto a la salud mental de su amigo antes de viajar a Venezuela para aceptar la candidatura presidencial. Es extraño que en aquel caso no se le diera la importancia que ameritaba tal situación; no era poca cosa la que estaba en juego y se sorteaba para Venezuela. De pronóstico reservado por sus características, que repercutirían tremendamente en aquellas circunstancias prematuras por lo que se cocinaba a fuego lento. Lo cierto fue que, al no concretarse la primera opción, la segunda sí tuvo concreción.
Era la bisagra entre dos épocas, y la disputa entre los gomecistas chopo e piedra y las juventudes en ciernes graduados en la Academia Militar bajo instrucciones de los prusianos chilenos; y de los jóvenes cabeza calientes de la Generación del 28 que se aprestaban con el amanecer de la IV República a pujar los cambios de regímenes, de cacicazgos y del escenarios de aquella Venezuela todavía rural en su población mayoritaria, pero jalonada por los nuevos tiempos que llegaban con las primeras revoluciones en América del Sur, la que se manifestó en México, en 1910, y en Rusia en 1917, luego la guerra intraeuropea y la mundial, en las cuales Venezuela se mantuvo neutral; aunque participando a través del suministro del petróleo y de los intereses de Gómez con los alemanes, más que con los norteamericanos. El progresivo avance humanos también impulsaba los sueños y utopías. Pobreza, analfabetismo, marasmo, atraso, pandemias, hambre y el olvido de los caporales, que se ocupaban más de las bestias, que de los individuos en aquella cambiante realidad en la atrasada sociedad estratificada desde los tiempos coloniales, y peor segregada en toda la geografía nacional, sometida por caudillos principales y secundarios en cada región controlada por las huestes mejor armadas y también equipadas por Castro y Gómez, que le dará a éste su permanencia durante 27 años de los treinta y cinco desde la Revolución Liberal Restauradora, hasta el Golpe de Estado contra Isaías Medina, presidente electo por presiones militaristas.
El régimen dictatorial se eternizaba. Las miradas desde el hemisferio comenzaban a apuntar hacia el país petrolero, donde varias corporaciones se aprovechaban de los inmensos recursos que no podíamos ni sabíamos explotar. Las concesiones venían desde la presidencia de Gómez, los ingresos y los intereses no favorecían a las masas, sino a las camarillas que se construían sus mansiones en el Paraíso, con hipódromo y grandes alamedas donde hasta bungalow con jardines a las faldas de la Cota 905. Arrancaba así otra época, la IV República avanzaba con los convocados y los convidados de piedra para el convite entre élites copando aquellas colinas de Caracas, donde representantes diplomáticos plenipotenciarios de muchos países se residenciaban, con acendrados intereses de apellidos musiús que se habían instalado con la era petrolera, los negocios y el comercio en las principales capitales del país. Pero para que todo estuviera a tono de aquellas circunstancias se requería de un cambio en el escenario político, social y económico, un cambio radical, y el pase de las responsabilidades del Estado a los civiles, la hora de los dictadores parecían haber pasado, la de Mussolini, de Hitler de Franco, y la lista larga en Latinoamérica, enfrentados por los partisanos, los anarquistas y los comunistas, que pusieron fin al fascismo y nazismo finalizando la II Guerra Mundial, y la polarización entre los dos bloques consolidados, a los que se adherían militares y civiles de pensamiento reaccionario.
Eran tiempos en los cuales la socialdemocracia atravesaba el Atlántico o descendían desde el norte con sus doctrinas y sus ideologías. Escalante fue partícipe de La Sociedad de Naciones precursora de Naciones Unidas, cuyo objetivo era mantener la paz y la cooperación internacional, en medio de tensiones y nuevos conflictos, entre aliados de la Unión Soviética, el Reino Unido y los Estados Unidos, decididos a mantener el conflicto, por aquello de que en río revuelto la ganancia es de los pescadores. Se reconfiguraban las fuerzas aliadas. En tales coyunturas que a veces detiene el tiempo social a favor en contra de Occidente o de Oriente, más vapuleado que aquel, con las intervenciones y violaciones flagrantes al derecho internacional en detrimento de los intereses endógenos, que las corporaciones, punta de lanza de las potencias, cavaban nuevas trincheras contra los comunistas. Entonces los cambios que en progreso «sin prisa, pero sin pausa», se alineaban con los intereses y lineamientos de Estados Unidos y las transnacionales prosperando con la sustracción de los recursos que la derecha le entregaba a los capitales extranjeros, luego de la coima respectiva, desde que Betancourt le preparaba el Golpe de Estado al General Medina, en alianza con jóvenes militares.