Stress o burnout: alea jacta est

Martes, 16/07/2024 01:23 PM

Me disculpan mis lectores por el exceso de términos psiquiátricos y médicos en esta columna. Igualmente, por el latinazo, propio de un abogado petulante, y no de un modesto periodista. Pero en estos últimos días previos a las elecciones, se destapa el basurero o la ensalada (no es lo mismo; pero igual amontona elementos heteróclitos en un mismo espacio) que tenemos en la cabeza, y que son escupidos con el ritmo del desenfreno, los nervios y el estrés electoral. En realidad, me proponía pasar una rápida revista de varios acontecimientos que le agregan emocionalidad a lo que ya rebosa de pasiones y emociones revueltas, como en una película animada de Disney.

Todo el mundo sabe qué es el estrés, pues lo viven a diario. Menos conocido es el nombre de esa enfermedad, el burnout, que es epidemia en los trabajos demasiado extenuantes en lo físico, intelectual y emocional. La persona que enferma de burnout queda "quemada", consumida, por un profundo cansancio o una depresión grave. La frase en latín también es conocida; significa: "la suerte está echada", y es atribuida a Julio César cuando este cruzó el río Rubicón, rebelándose así contra el Senado para iniciar una guerra civil. Es decir, el próximo emperador había llegado a un punto de no retorno en su carrera hacia el poder absoluto. A poco más de una semana, yo asumo que la inmensa mayoría de los votantes ya ha tomado su decisión, han cruzado el Rubicon de su deliberación, y es muy difícil que la cambie.

Las emociones masivas, las histerias colectivas, los contagios emocionales, son previas a las redes sociales, pero estas sí contribuyen a generalizarlas con mayor velocidad, porque cualquiera puede convertirse en fuente de bulos, los rumores se difunden con mayor rapidez. Estos son tiempos vertiginosos llenos de mentiras elaboradas a propósito. Se ha dicho que estar enganchados al celular viendo memes y a las diatribas y noticias (muchas de ellas falsas), ocasionan perjuicios graves a la salud mental. Todo eso se potencia en una campaña electoral altamente polarizada y llena de incertidumbres. Pero algunos eventos tienden a aumentar la temperatura, como se dice en aquella canción de Chino y Nacho, los Cadillacs y Gente de Zona: "sube la temperatura".

Y no solo es la campaña venezolana. También la norteamericana tiende a incrementar el calor emocional. El atentado a Trump, del cual salió ileso salvo un agujero en la oreja, parece una secuencia de la película "Matrix" cuando el protagonista elude una balacera y observa en cámara lenta su trayectoria, doblando las piernas hasta alcanzar una postura imposible dada la existencia de la fuerza de gravedad. Por cómo van los comentarios, el que va a pagar el pato es el jefe de seguridad, Mayorkas, y la jefe de Servicio Secreto, Kimberly Cheatle. Por otra parte, una foto épica (el líder con la cabeza ensangrentada levantando el puño) pude catapultar la candidatura del ultraconservador republicano y hasta sus rivales demócratas estiman que bien puede llevarlo a la presidencia en noviembre. Esto crispa los nervios de los llamados "globalistas". Agrupados en el Partido Demócrata, señalan que Trump, no solo es amigo de Putin y contrario a mantener la OTAN, lo cual tiene impacto directo en la guerra indefinida en Ucrania, favoreciendo a Rusia, sino también es ferviente partidario (como su candidato a vicepresidente, Vance) a cerrar las fronteras, desechar las tímidas medidas ambientales para desatar una explotación intensa y extensa de los hidrocarburos, mientras que en el plano cultural se impone la misoginia y el racismo. Es más, la primera declaración de Vance le echó la culpa a los demócratas por el atentado, por su campaña de "odio" (¡!) contra el abanderado republicano. No hay que perder de vista a este cristiano sionista, relativamente joven; es decir, un relevo de la ultraderecha norteamericana. Biden articuló una buena respuesta, rechazando la violencia como método de resolver problemas en una democracia. Pero hay analistas que señalan que todo esto no es más que la preparación de una guerra civil que sería la culminación de la caída del Imperio Norteamericano en el mundo. No lo sé, pero, como diría Rigoberto Lanz: ¡cógeme ese trompo en la uña!

Por estos lados, también las noticias deparan suspensos y emociones que ni "Rápidos y furiosos". Continúa el marcaje del gobierno a la gira de MCM y EGU construyéndole una épica digna de Wonder Woman a la lideresa quien, sí, convoca grandes multitudes por donde pasa. Pero más grave que ello, son las detenciones arbitrarias a gente común que coopera con la abanderada de su gusto, el cierre de modestos establecimientos donde se alojan o paran a comer los dirigentes de la oposición. Aumentan las amenazas del gobierno. Maduro llegó a insinuar que desataría un movimiento armado o una insurrección contra un posible nuevo gobierno de EGU. Igual, Freddy Bernal, anunciando una oposición feroz. Y Padrino López lleva al cúlmine estas amenazas cuando afirma que no acatarán un gobierno que no sea "bolivariano". Todo esto crea una gran incertidumbre acerca de qué pasará en Venezuela después del 28. No solo quién ganará los comicios, sino si el otro reconocerá. Todavía circulan rumores de medidas de última hora y hasta de un posible fraude. Pero todo esto no es más que veneno emocional adobado con fakes. Hasta ahora.

Varios días duró la diatriba acerca de la concentración de MCM y EGU en la UCV. Circuló un fake con un supuesto comunicado de las autoridades rechazando la actividad. Y se desató un debate donde. Incluso, figuras conocidas de la oposición, expresaban que la decisión de esa movilización violaba la autonomía universitaria, demostraba la arbitrariedad y la arrogancia de la lideresa y otros "cariñitos". Hasta circuló otro fake donde los dirigentes de la Plataforma Unitaria de la Oposición rechazaban la actitud de su lideresa. En realidad, no hubo tal prohibición, sino un documento técnico donde se exponían los riesgos que conllevaba, para la conservación de las obras de arte del recinto universitario, la realización de ese acto de masas. Pero hubo rasguños y mordidas dentro de la oposición. Hasta hubo universitarios ilustres que expresaron que cambiaban su voto. No sabemos la repercusión de esto. Las Universidades suelen ser burbujas.

También hay una guerra de encuestas. Destaca una intervención de Francisco Rodríguez, respaldado por CECA, una empresa cuyo directivo aparece en un recordado programa de TV donde se felicitaban las televisoras por el golpe del 11 de abril, donde se llega a la peregrina conclusión de que hay un empate "técnico" entre EGU y Maduro. Digo "peregrina" por varias razones. Primero, porque no ha ocurrido un evento determinante de este cambio en las tendencias de varios meses medidas por las encuestas más prestigiosas. Segundo, el "sesgo" (un error sistemático) se refiere a que las encuestas no pegaron sus predicciones varias veces, lo cual no es nada nuevo. Hay miles de factores que influyen en que los resultados de una encuesta (la intención de voto) no se proyecten tal cual en los resultados efectivos de la elección. Tercero, la discusión metodológica no ha terminado. Yo no soy un especialista en estadísticas, pero me parece que las críticas de algunos de los conocedores de ese campo del saber, son bastante sustanciosas. En todo caso, no se trata de una discusión académica. A pocos días de la elección, un debate sobre el carácter predictivo de las encuestas es evidente que tiende a descartarlas como instrumento predictivo, en general. Y lo único que se ha confirmado es lo que han mostrado las matrices FODA: el gobierno cuenta con la fortaleza de los recursos de todo tipo que le depara el uso de los del Estado, ya fundido con el Partido; mientras que la oposición se apoya en el masivo descontento hacia unos gobernantes que no han resuelto, en varias décadas, los más importantes problemas de la población.

Lo irónico es que se sabe que hay una negociación en marcha, entre Estados Unidos y el gobierno de Maduro, donde el principal interés es, por una parte, aprovechar la riqueza petrolera del país, evitar demasiados acercamientos al enemigo geopolítico (Rusia y China), detener la migración y presentar algún resultado político a las elecciones norteamericanas de noviembre, y por otra parte, mantener el poder expresado en control de los negocios apropiados (los particulares de cada uno, pero también los de los militares), la liberación de las sanciones personales (no olvidar que pesan sendas recompensas sobre Maduro y sus adláteres) y la preservación de un futuro para el aparato madurista ante una eventual derrota electoral.

A nosotros, gente de a pie, solo nos toca desear una transición en paz, difícil, claro, pero que todo redunde en una recuperación de la Constitución y una mejora de las condiciones de vida de los venezolanos.

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