Hoy domingo, Día del Carajito… (Anunciamos que la página ENSARTAOS ha sido hackeada…)

Lunes, 22/07/2024 12:54 PM

  1. Hoy domingo (21-7-24), Día del carajito, a las 8:30 de la mañana, en el sector donde vivo, suspenden el servicio eléctrico. Se apaga el mundo, no sabe uno que está pasando allá fuera, y para completar nuestra página recibe un segundo ataque esta semana, el que se mete en ella leerá "This Accaunt has been suspended" (esta cuenta ha sido suspendida). ¿Hackeada? Hay, pues, que cerrar la computadora y dejar de escribir, apagar los fogonazos de notas y de informaciones que producimos y recibimos en medio de una campaña mundial que está desatada contra Venezuela… Podría continuar leyendo el libro sobre la "Criolla Principal" de Inés Quintero, que llevo por la página 145 (Editorial Alfa), pero prefiero salir a dar una vuelta.

  2. Me arreglo, cojo mi bolso, tomo una buseta y me dirijo al centro. Veo a unas tres jóvenes con sus respectivos carajitos en brazos. Son sobre todo las madres las que están pendientes de este día. Hace un sol implacable, y de paso olvidé traerme una botellita de agua. Hay mucho movimiento en la calle. Dentro de una semana habrá elecciones presidenciales, pero no hay la agitación política de otros tiempos, en los que apenas uno entraba en una buseta hay jetas temblorosas arrechas echando sapos y culebras, como enloquecidas, No olvidemos que Mérida es un territorio dominado por la clase conservadora que aún no ha dejado de ser la dominante.

  3. Todo esto de madre con sus carajitos, llevados de la mano, arregladitos, tiene que ver con el Día del Niño. Ya yo pasé por eso hace tiempo y con mi actual pareja carecemos de retoños. Ahora suben parejas jóvenes con sus alborotados chamos, a los que seguramente llevarán a comer, tal vez, un helado. Los niños se lo merecen todo, y como decía Martí, todo lo que hacemos en este mundo es por los niños. Me vienen a la memoria otros domingos, en los que yo salía con mis muchachos alborozados, entonces hacía lo mismo, íbamos a un parque o a alguna plaza y los veía corretear hasta el cansancio y al final del paseo, pues, volvía, lánguidamente a casa. A encerrarnos, a ver televisión, y a esperar que el largo e interminable día feneciera en la dulce calma…

  4. Ahora veo el trajín que le toca a otros, con sus encantos y sus penas, y me digo, Dios, por todo lo que uno ha pasado, y que nunca más volverá a repetir. Le hemos dejado esos encargos a otros. Tenemos nietos, pero esos están lejanos… Por doquier lo que hay es muchachos, un florecer sin pausa, que tiene sus exigencias y sus traumas, y pienso en la gente que repentinamente va y se enamora para empezar una vida con otra pareja y vienen también y le hace muchachos. Hombres que tienen muchachos de distintos troncos, y siguen "sembrando". Conocí a un tipo (irresponsable) del oriente del país, abogado y que de joven fue boxeador, cuyo placer máximo era embarazar mujeres y luego dejarlas. Me contó que había perdido la cuenta, y que el calculaba tener unos treintas hijos regados por Venezuela, y con cuanto orgullo lo decía este gran hijo de puta… la última vez que lo vi estaba amancebado con una llanera que había conocido por internet y se la trajo a Mérida… esto iba pensado cuando casi estaba llegando al centro.

  5. Estamos en la parada final y queda vacía la unidad, y caemos al vórtice de ese punto donde hay cientos de comercios: chicheros, fruteros, docenas de buhoneros, lugar altamente congestionado, y hoy más que nunca, por doquier ofreciendo juguetes. Veo explayados en el suelo multitud de juguetes, con precios a 40 bolívares cada uno (a un poco más de un dólar). Veo también grandes parales colmado de gorras con los colores de la bandera y las ocho estrellas de Venezuela, algo que seguramente la gente busca en la actual campaña electoral. Me dirijo a la Plaza Bolívar, y mi puesto predilecto frente a la Gobernación está ocupado. Al pasar por la estatua ecuestre me detengo a ver, cómo cientos de palomas (las ratas aladas) han formado allí sus nidos o estancias, sobre las piernas del héroe, sobre sus brazos y su espada. Y además formando todo un amplio y blanco cagadero.

  6. Sigo andando, paso por Casa Bosset y está cerrada, tuerzo hacia IMMECA y también la encuentro cerrada. Avanzo hasta la avenida 8, para después bajar hacia Las Heroínas. Paso por la capilla El Espejo y veo unos payasos haciendo piruetas para los niños. Recuerdo que allí, en esa capilla, en una cripta especial, está enterrado mi querido y viejo amigo el padre Santiago López Palacios. Son criptas en las que únicamente entierran sacerdotes. El cementerio que está al lado de esta capilla se llama El Espejo, y en él reposan los restos del famoso Machera, quien, a principio de lo ochenta, a plomo limpio se enfrentó a todo un pelotón de la policía y liquidó a varios. Machera es casi un santo, hace muchos milagros y su tumba vive llena de rosarios, estampas y notas que le dejan sus creyentes. En Mérida existen otros dos seres milagrosos, Jacinto Plaza (se declaraba ateo y protector de los pobres) y Gregorio de la Ribera (quien asesinó a un hombre y anduvo huyendo como desgraciado).

  7. Continuo la marcha y poco antes de tomar hacia Las Heroínas me topo con un toldo donde unas chicas han instalado un altavoz con música llanera, y allí pintan en la cara de las niñas motivos como rosas o mariposas. El día de los niños es también el de las mujeres, el de los juegos, el de los cantos. Las mujeres son niñas eternamente, así siempre lo he sentido. Tomo hacia el Teleférico y en sus instalaciones no cabe un alma. Son turistas que pese al terrible calor van embutidos en gruesas chaquetas de lana. Me interno por sus congestionados pasillos y en medio de multitud de niños que corretean o bailan al son de unos payasitos. Mujeres con sus niños en brazos, que pronto serán hombrecitos y ellas ya se sienten orgullosas de tenerlos, pero… algunas sin sus parejas. Hombres que llevan de la mano a un niño, un niño que quién sabe dónde estará su madre. En todo este recorrido no me he topado con un solo conocido.

  8. Emprendo el regreso, sintiendo que nada es como antes, ni siquiera el regreso de los sueños después de haber sido protagonistas de tantas victorias y aleccionadoras derrotas.

  9. En la llamada Jaula, del Puente de la Pedregosa, refresco mi gaznate con agua de coco, y le llevo uno a mi mujer, mi niña…

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