Por fin llegó el día electoral

Sábado, 27/07/2024 11:38 PM

Creo que mucha gente se siente aliviada porque finalmente llega el día electoral. Las últimas semanas han sido realmente extenuantes, tanto para los involucrados directamente en la contienda, como para sus seguidores, los analistas, la prensa independiente (si es que existe) y la comprometida con alguno de los bandos y el público en general que, aunque no quiera, siente las tensiones existentes en el ambiente, su enrarecimiento por los enfrentamientos que ocurren y la atormentante campaña proselitista permanente de los polarizados: el gobierno con Nicolás Maduro, que se lleva el premio de esta categoría de tormentos, y la PUD – María Corina con Edmundo González Urrutia, que hacen lo imposible, sin lograrlo, por desplazar al gobierno de este primer lugar. Es tal el tormento propagandístico gubernamental en radio, TV y propaganda física en las calles, que sólo en las redes se ve igualado el gobierno por sus opositores más beligerantes.

En esta vorágine de declaraciones y acusaciones de unos contra otros, en las que han estado ausentes las propuestas de enfrentamiento de los problemas del país, la escasa, pero a veces encomiable propaganda de los otros candidatos, sirve como un respiro en la desazón generada por el lenguaje altisonante de los polarizados, y es recibida con simpatía por la generalidad de la gente. Fermín, con su hablar pausado, su verbo convincente, sus claras explicaciones en el lenguaje común, trae sosiego y tranquilidad a su auditorio. Ecarri, con su verbo encendido, sus ilustraciones histórico culturales, su denuncia acompañada de propuestas de soluciones y su llamado de atención hacia lo que es prioritario para nuestra nación, llena el inmenso vacío que existe en la actual competencia. Márquez, atinado en sus discursos y señalamientos, pone al gobierno en su sitio en relación a su dependencia y seguidismo del imperio que tanto critica.

Con seguridad, los enfrentamientos y las denuncias de lado y lado se agravarán el propio día de las elecciones, pese a las prohibiciones legales e ilegales existentes. Seremos sorprendidos por informaciones falsas, de lado y lado, en el transcurso de las votaciones. Muchas veces nos preguntaremos si es verdad lo que leemos y escapará a nuestra comprensión el beneficio y beneficiario de esa "fake", como ahora las llamamos, en lugar de utilizar la palabra castiza "falso o falsa". No faltará el amigo o familiar que nos informe de lo que alguien "muy bien enterado", pues ocupa posiciones en el alto gobierno o en la alta oposición, le ha dicho casi confidencialmente, pero que inmediatamente se hace correr por las redes sociales, que tienen una capacidad nunca vista de difundir toda clase de mentiras, calumnias y estupideces.

Afortunadamente, el gobierno no dejó entrar al país a quienes venían claramente con el ánimo de ser la comparsa internacional, de quienes tienen planes distintos de la participación electoral, pues desde siempre han sido incapaces de aceptar sus derrotas. En unas elecciones, alguien gana y alguien pierde. El que gana queda muy contento con el resultado, pero quien pierde se resiste a creer que realmente perdió, sobre todo si ha desarrollado una campaña basada en que era imposible que perdiera. Algunos de estos seres realmente creen que nunca han perdido, que siempre les han hecho trampas, y al decir esto no estoy apoyando el ventajismo ejercido por el contrincante con posibilidades de hacerlo. Una elección debería ser siempre equitativa y completamente competitiva, sin presiones indebidas sobre los electores, sin chantajes con sus necesidades vitales, sin amenazas de ningún tipo y sin sanciones extranjeras contra ninguno de los participantes.

Lo que en este momento nos queda es desear que gane quien gane llame a un gobierno de integración nacional, en el que nadie se sienta marginado. Y eso no significa que el ganador deje de asumir las funciones que le competen como ganador, no, significa que puede y debe llamar a los perdedores a participar del gobierno, de la elaboración de políticas, del cumplimiento de la Constitución y las leyes, de la recuperación de la institucionalidad, de la economía, de los salarios, de la justicia social, de la producción petrolera, minera, agrícola y de todo tipo; de la recuperación de los servicios, de la ética de gobierno, de la soberanía plena y del rescate de la posición de Venezuela en el ámbito internacional. No tiene que ser ni debe ser un gobierno paritario ni nada por el estilo, pero debe desechar ser un gobierno de sólo quienes por él votaron. La mitad del país no puede gobernar contra la otra mitad. Buena suerte, Venezuela.

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