Los resultados. ¿La declaración de fraude sorprende? ¿No era una jugada avisada? ¿Qué dice la abstención?

Lunes, 29/07/2024 09:03 PM

Los políticos son combatientes poco dados a revisar sus procederes y reconocer sus errores. Quienes esto pudieran hacer corren el riesgo de perder el liderazgo, porque quienes le rodean y detrás de ellos andan, siempre están a la caza de aprovechar cualquier pifia para pasarle por encima al líder y hasta ungido. Porque más que un líder, un conductor humano, propenso a equivocarse, en veces esperan un dios o uno de aquellos héroes de la épica y literatura griega que, si no eran dioses, si hijos de estos y como tales sus protegidos y dotados de lo infalible.

Los resultados electorales, al margen de lo que cada quien piense sobre ellos, como el desconocimiento o negación de los mismos, resultan de un sistema totalmente ajeno a aquello de "acta mata voto".

Recuerdo como cuando Luis Herrera ganó la presidencia de la república, dos anécdotas muy significativas. La primera de ellas, es que habiendo estado con un viejo compadre y compañero, en unos humildes y populosos barrios de Barcelona, como supervisores de mesa y del proceso en tarea por nuestro partido MIR, hecho el conteo, supimos que, en ellos, el candidato arriba mencionado, había ganado de manera por demás cómoda. Al regresar al ámbito donde vivíamos, un espacio de clase media, hallamos a muchos de nuestros amigos y colegas docentes partidarios de AD, celebrando el triunfo, guiados por los resultados en apenas dos centros de votación de su mundo. Por eso, les hicimos saber que no se adelantaran y les contamos lo que habíamos visto y comprobado. Por supuesto, siguieron celebrando, pues no nos creyeron, para ellos la realidad no importaba, sino lo que se inventaron, pues les daba motivos para celebrar y soñar.

La segunda anécdota, es que mi esposa o mejor compañera, como siempre la he llamado, siendo testigo de mesa de nuestro partido, como dije, el MIR, en el mismo proceso al cual aludimos anteriormente, al momento del conteo de votos, no le fue permitido estar presente. Sólo le entregaron al final la copia del acta con los supuestos resultados. Para asombro de ella, pese haber votado en esa misma mesa, nuestro partido no sacó ningún voto, ni siquiera el de ella fue contabilizado y pese su reclamo, no logró ningún resultado.

El sistema electoral venezolano no permite eso desde hace más de 20 años. Días atrás, observadores internacionales de este proceso de ahora, lo volvieron a resaltar como antes bastante lo dejó constar Jimmy Carter. Pero como cuando Ramos Allup habló de fraude y ofreció las pruebas de su afirmación, y nunca lo hizo, ahora se vuelve a hablar de lo mismo, sin que eso para nadie sensato sea una sorpresa. No, porque es como llover sobre mojado, una manera de desahogarse, sino que forma parte de un plan nunca abandonado y del cual mucho más de medio mundo conoce.

La más alta dirigencia opositora de ahora con opción de ganar, concurrió a este proceso con la decisión de solo lograr ese objetivo; no tanto por sacar del poder a Maduro, lo que fue una tarea significativa, sino sabiendo que, su dirigencia, se jugaba el último cartucho. Para ella la única opción que le quedaba era, en el presente, la de ganar, porque el futuro, por muchas circunstancias, no le es nada promisorio. Para empezar, han disfrutado del respaldo demasiado esplendoroso y por demás cuantitativo de EEUU y no podían volver a correr el riesgo de perder, pues eso sería un acabársele su "cuarto de hora". Pues el gobierno de Maduro y el norteño, eso es evidente, pese los misterios y los rituales en medio de ambientes oscuros y enrarecidos, vienen en la actitud de cambiar o darles un nuevo carácter a sus relaciones, lo que podría ser un poner a un lado a quienes antes tanto ayudaron sin que nada lograsen.

Y fue demasiado obvio que, a lo largo de la campaña electoral, muy corta por cierto, la oposición encabezada por MCM, nunca se despojó de sus viejas aspiraciones y menos abandonó lo de hablar de fraude en caso de perder y pusieron énfasis en dejar esa imagen o mejor dejar llama ardiendo.

Al margen de las cifras, dadas por el CNE, que no es sólo Amoroso sino todos los rectores, que el nombrado mencionó en su primer boletín, lo de llamar fraude al resultado oficial, es también, como tantas cosas, algo como la "crónica de una muerte anunciada". Eso no es nada sorprendente, estaba en el guión opositor; es más, siempre lo ha estado. Pues perder ahora, más que antes, es la muerte política para una figura que había quedado viva de aquel acto colectivo de suicidios y en cadenas del pasado reciente.

Lo que llama la atención a quien esto escribe, para quién la paz de los venezolanos, amenazada desde hace muchos años, es lo primordial, es la alta cifra de abstención, que no se explica pertinentemente no se agota en el número de nacionales emigrados. Los mismos medios opositores, en las primeras horas, resaltaron como fluían votantes hacia las mesas y hablaron de altas cifras de participación, pero prontamente, antes de las horas del mediodía, tal afluencia había amainado sustancialmente. En todo caso, la lucha y estrategia electoral, está destinada a quienes pueden tener acceso al voto, como que no puedo diseñar una campaña para los menores de 18 años. La población con derecho a votar que vive en Venezuela, en gran medida, se abstuvo y esta actitud, afectó o estuvo dirigida, en buena medida contra ambos sectores. Sería bueno averiguar cuántos venezolanos votantes, que viven en Venezuela, se abstuvieron, sin escudarse más allá de lo debido en la llamada "abstención estructural o histórica".

La abstención fue alta y esa actitud afectó, fue dirigida, en buena manera deliberada, contra los contendientes con posibilidades de ganar. Contra la candidatura del señor Edmundo, por él mismo, por el manejo que de él se hizo y el destino al cual estaba destinado, por el exceso de sectarismo y el discurso clasista. Y lo fue contra las políticas del gobierno, al margen de las excusas, que han deteriorado el salario, negado los derechos contractuales y, sometido aquellos, a la bonificación para eludir obligaciones, en favor de la patronal, pero también por los servicios públicos, como salud y educación por sólo nombrar dos de vital importancia. Pese uno reconozca el peso de las sanciones y los errores heredados del pasado que pusieron al gobierno en serias dificultades.

Y los otros candidatos, al margen de los valores de cada uno de ellos, como ya era sabido, no llamaron la atención del votante porque desde el inicio se les vio de perdedores.

Es cierto, uno lo percibe hasta por la piel, por el contacto con el vecino y hasta el familiar cercano, hubo y hay quienes creen ver en lo que representó electoralmente el señor Edmundo González, la posibilidad de rescatar en lo inmediato esos derechos conculcados ya mencionados. Pues hay quienes hasta creen que, a eso llegamos, por una disposición de Nicolás Maduro, destinada a dañar por placer.

Pero el discurso opositor, ese amenazante, de buscar culpables y hasta delincuentes en humildes ciudadanos, simples opinadores, militantes y votantes, tuvo mucho que ver con la abstención; como el saber buena cantidad de votantes que los planes de esa oposición son ajenos a lo atinente al salario y a la prestación de servicios públicos eficientes y gratuitos al ciudadano, pues al contrario, su meta es privatizar todo lo que sea menester.

Es decir, la alta abstención, que no se explica sólo en los emigrados, estuvo determinada por las insatisfacciones contra ambos sectores.

Al gobierno no le cuesta nada, basta sacar unas simples cuentas, para percatarse cómo ha disminuido su votación y buen número de ella, está en los votos opositores y los abstencionistas. Y hubo un buen número de votantes que lo hizo por el gobierno, no por sentirse satisfecho con su desempeño, sino simplemente por evaluar que el mal mayor estaba representado en la oposición con opción de ganar.

La multitud, la que se abstuvo, votó por Edmundo González e indirectamente por la señora MCM y hasta se vio obligada a votar por Maduro, que bastante hay, por lo amenazante, clasista, originalmente neoliberal que vieron en el discurso de la candidatura opositora, demanda con urgencia al nuevo gobierno una profunda y emergente revisión de sus políticas económicas y de muchas de las relaciones o formas de manejar temas, como lo relativo a las comunas y la participación de la gente, hasta la militancia partidista, en la toma de decisiones. Y hay que revisar las relaciones con los potenciales aliados y percatarse que, discrepar, no es una declaración de guerra ni enemistad, sino una manera de ayudar a hallar el rumbo común a quienes luchan por los derechos de las multitudes.

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