Ahorita mismo, lunes 12 de agosto del 2024, he leído un correo, dirigido a mí, en el cual, su autor, quien vive en el exterior por cuestionar lo que sostuve en artículo de mi autoría, publicado ayer en Aporrea, el cual se puede leer siguiendo el link: https://www.aporrea.org/actualidad/a333379.html, ha hablado de la dictadura existente en Venezuela y reclama lo que él llama "democracia formal".
El Drae, de la palabra formal dice, "persona seria, responsable, educada, sensata, juiciosa, consecuente, prudente, cumplidor, formalote. Pero también expreso, preciso, determinado y explícito".
De donde comúnmente se habla de algo o alguien que cumple con las formas o formalidades. Ahora bien, ¿Qué significa cumplir con las formalidades? ¿Cuáles son las formalidades? ¿Quién las determina? ¿Esas formalidades se corresponden al interés común, colectivo o están sujetas a la imposición velada de la cultura dominante? ¿No podrían ser esas formalidades impuestas o resultantes de la alienación colectiva, en favor del interés de los amos o sujetas a sus deseos?
La "democracia formal", esa que llaman representativa, donde los electores apenas tienen el derecho a escoger representantes, sin que estos se sientan obligados a nada, tanto que terminan representándose a sí mismos, es la misma que prevaleció en gobiernos como el de Betancourt.
Y esa democracia de 1959-1963, gobernó sus cuatro años, de acuerdo a lo establecido en la Constitución de 1961, con todas las garantías individuales y colectivas suspendidas y, hasta se dio "el lujo", de allanarle la inmunidad a los parlamentarios del PCV y MIR y enviarlos a prisión y, a quienes no pudo detener, les mantuvo como perseguidos por largos años, sin que estuviesen en guerra ni en comisión de actos ilegales, hasta cuando bajo el primer gobierno de Caldera se llamó a la pacificación, varios años después. Es decir, todo eso que llamamos "formalidad", lo tiró a la basura. Me distancié, hablando en términos formales, físicos, pues a ella y ellos nunca los he olvidado, tanto que forman parte, en gran medida, de mi trabajo como escritor, de la ciudad donde nací y de los amigos que allí tuve desde la niñez y adolescencia, por esos motivos.
Por supuesto, se justificó, lo justificaron y siguen justificándolo, en la declaración de guerra, opción por la violencia, lucha armada, urbana y rural, de partidos opositores, el PCV y el MIR, en los cuales militaban los parlamentarios presos y allanada su inmunidad.
Es más, la suspensión de las garantías, que se renovaba cada vez que se cumplía el período que la constitución preveía, le sirvió a Betancourt y hasta a Leoni, para perseguir, detener, torturar, asesinar y hasta desaparecer, como mi amigo Bartolomé Vielma, a quien les viniese en gana, sólo por el hecho de pertenecer a aquellos partidos, sin necesidad que esto cometiesen ningún delito. Eran estos delincuentes per sé, sólo por existir.
No obstante lo dicho anteriormente, a Betancourt, le llamaron "el padre de la democracia", obviando el arrume de cadáveres, hasta de inocentes por él y su gobierno dejados. Y nadie de los adoradores de la "democracia representativa", esta que quien a mí se dirigió desde el exterior, llama formal, califica a Betancourt de dictador. En lo que no le falta razón, pues las "formalidades" del modelo y el deseo de Betancourt de lograr mayoría en el Congreso, pues es pertinente que el lector sepa esto, no tenía mayoría y estaba entonces limitado o impedido a hacer lo que pareciese conveniente a él y su claque, le hizo posible romper "la formalidad" y generar una mayoría arbitraria.
Y a nadie "formal", se le ocurrió decir que Betancourt se valió de aquellos errores y hasta disparates de factores del PCV y MIR, lo que se refiere a la violencia armada y la opción de la guerrilla, para generar un régimen dictatorial; más bien, según dijeron y dicen, creó una democracia que desembocó en actos bochornosos como el de Cantaura, en los tiempos de Luis Herrera, donde se masacró a un grupo de jóvenes guerrilleros que, en ese espacio se reunieron para decidir deponer la armas y acogerse a la pacificación y aquel de cuando ejercía la presidencia Jaime Lusinchi, el de "El Amparo", donde la policía política del gobierno masacró a un grupo de campesinos inocentes, creo que pescadore de río más bien, desarmados, acusados injustamente de guerrilleros, sin que el Estado castigase como era merecedor a quienes en aquel grave, horrible, delito incurrieron.
Es decir, pese sus acciones justificadas o no, particularmente al gobierno de Betancourt, no se le calificó en ningún espacio de la formalidad, nacional e internacional, de dictadura, pese los excesos de sus actos, tanto como haber convertido a todos los militantes y simpatizantes del PCV, el MIR y hasta factores de URD, en perseguidos políticos, clandestinos, sin delito o culpa alguna. Y, es más, estos no tenían oportunidad alguna de expresarse por ningún medio, aunque sea para defenderse como tampoco quienes los defendiesen. Sólo eso, ser militante de esos partidos, era un delito que se pagaba con la persecución, prisión hasta en campos de concentración, tortura, asesinato y marginación de la vida cotidiana. Esos que se libraban de esas graves sanciones, se vieron obligados a sumergirse en la clandestinidad, lo que implicó separarse, por años, de la familia, amigos y vivir en las ciudades casi como ermitaños, lo que, en fin, de cuentas, fue una "formal" manera de ser un prisionero.
Cuando uno analiza con equilibrio y racionalidad aquellos acontecimientos, tiene que reconocer que factores de eso que llaman la "izquierda", particularmente un sector de la dirigencia del PCV, MIR y hasta URD, tuvo mucha responsabilidad en lo acontecido, pues fueron bastante los errores cometidos, empezando por el diagnóstico de la coyuntura y dejarse llevar por el efecto ecuménico de factores ajenos a nuestra realidad y hasta diseños también del mismo carácter y promover acciones al margen de la legalidad. Pisaron, hasta un poco inocentemente, el peine que les puso Betancourt dada su debilidad, incompetencia de entonces para llevar adelante sus planes.
Es bueno que los jóvenes que esto lean sepan que, el proyecto económico de Betancourt, acordado años antes con su amigo Nelson Rockefeller, un gran magnate estadounidense de entonces, destinado a sujetar más la economía venezolana al capital estadounidense, estaba paralizado por la composición de un congreso donde sus fuerzas eran minorías y los errores de "la izquierda", le pusieron en bandeja de plata la solución, allanar la inmunidad parlamentaria de la numerosa representación de quienes optaron por las acciones al margen de lo legal.
Entonces, "la formalidad" parlamentaria fue descabezada o desecha y se impuso la voluntad de Betancourt y sus más cercanos aliados.
Desde el año 1999, cuando Chávez asumió la presidencia y luego ratificado posteriormente por el acto constituyente, sus opositores formando una gran alianza, pero sintiéndose inferiores e incapaces de detenerlo por los procedimientos previstos en la legalidad, dadas sus definiciones, optaron como la izquierda de 1960, por privilegiar lo delictual, como el golpe de Estado del 2002 y todas la acciones violentas, particularmente aquellas obstinadas y diarias guarimbas, hasta llegar a quemar personas y escuelas con niños dentro de ellas y al final hasta los intentos de invasión con fuerzas militares extranjeras. Y, desde el inicio, justificaron eso, pues había que darle algún basamento moral, divulgando que en Venezuela había una dictadura. Y pese el gobierno desde el 2000 hasta hoy, haya incurrido en excesos, cosa que no pongo en duda, pues es difícil ser equilibrado y justo hasta los extremos, en medio de esos avatares, no es pertinente definirle como una dictadura. Pues el control que mantiene sobre los demás poderes, lo que es distinto a la "democracia formal", es el resultado de los errores, como el abstencionismo, cometidos por un factor opositor y no por decisión expresa del gobierno.
Además, el gobierno de Estados Unidos, acostumbrado siempre a deponer por la violencia a los gobiernos que no se avienen con sus intereses y llenar a nuestra América de verdaderas dictaduras, ha estado deseoso de imponer en la mente de la opinión pública, nacional e internacional, desde 1999, la idea de dictadura en Venezuela para justificar sus acciones destinadas de ahora con aquel mismo fin. Eso lo ha hecho y lo hace en el mundo entero, sobran los ejemplos y no creo necesario recordarlos ahora.
Pero quienes hablan de dictadura, para referirse al gobierno de Maduro, uno lleno de defectos, malas políticas económicas, tantas que le han restado apoyo popular y dentro del cual se incubaron numerosos corruptos, unos cuantos refugiados en EEUU o países de UE, desde donde hablan en favor de los planes estadounidenses, forman parte también de partidos, asociaciones políticas y prácticas que nada tienen de democrático ni de respeto por eso de lo "formal". Y ahora no hablo de sus acciones ajenas a la legalidad, sino a las concepciones de partido que les guían que nada tienen que ver con lo democrático y sí mucho con lo autoritario.
El Psuv, ya lo he dicho en muchas oportunidades, rompió con lo "participativo y protagónico" y esa es una de las tantas cosas que debe revisar para recuperar el apoyo popular del cual gozó Chávez.
Pero los partidos opositores en su configuración y operación, nada tienen de democráticos, pues no pasan de ser unos papeles metidos en el CNE, con gente que les apoya y hasta en ellos creen, pero sin ningún derecho a participar. Sus políticas, como las del partido de gobierno, las diseñan e imponen pequeños grupos. No pasan de ser vanguardias, uno que determina, dirige y mejor ordena y otras que ejecutan, mientras las numerosas personas que les apoyan sólo son espectadores.
Por esas prácticas, que llevó al señor Edmundo González, a la candidatura presidencial, podemos estar seguros que ninguno de los partidos existentes en Venezuela, sin excepción, atiende a lo democrático y menos a "lo protagónico y participativo". "Quien esté libre de pecados que lance la primera piedra".