Escucha insigne gachupín Arturo Pérez-Reverte: más nunca un rey de España vendrá a Venezuela, se acabó para siempre esa afrenta…

Ha declarado para los medios ese detestable escribidor de bazofias, llamado Arturo Pérez-Reverte: "Albergaba ciertas dudas sobre si Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum eran imbéciles, oportunistas, demagogos, sinvergüenzas o las cuatro cosas a la vez. Este comunicado me lo aclara todo". Los gachupines de la misma estirpe de este ridículo y bobo de Pérez-Reverte, replican defendiéndolo: "¿Pero qué quieren, que le devolvamos el oro? Que nos devuelvan primero los espejos". Qué deprimente, en general, sigue siendo España. Oye Arturito, ocúpate del amor enloquecido de los tuyos por sus reyes y reinas, por tus chulos, por tus futbolistas y toreros que dentro de poco alcanzarán la nobleza de doña Cayetana Álvarez y Peralta Ramos, por eso deberías preocuparte y ocuparte…

En cada toma de posesión de un presidente en Venezuela, se presentaban estos desvergonzados y prepotentes reyes en nuestro país. Llegaban y ponían sus inmundas posaderas en la Asamblea Nacional, para que luego, la alta burguesía llegara en cambote, se le arrodillara, llamándole majestad, el más alto dignatario de la "madre patria". México ha dado un gran paso para que esos reyes nunca más vuelvan a América, la América que ellos humillaron, expoliaron y estuvieron asesinando durante más de tres siglos (¿y aún pretenderán continuar haciéndolo?).

Ellos, los gachupines españoles, su academia (con el hijo de puta de ), su prensa, sus toreros y futbolistas dicen que el rey tiene derecho sobre estos territorios de América porque ellos los descubrieron, y porque todo se lo debemos a ellos, incluso nuestra existencia, nuestros nombres y nuestros apellidos. Como el bochorno que sigue a una larga pesadilla, vemos en nuestros pasados orfandad. Orfandad de luz en quienes llegaron a "salvar" nuestras almas; orfandad de sueños propios: sin tradición de unidad nacional para nada. Ahora nos hablan de que hubo un "encuentro", eso dice el rey Felipillo VI. Una especie de "encuentro", como quien ve un objeto precioso en el camino, se detiene, lo palpa y, feliz de su suerte, exclama: "Es mío"; pero alza la mirada y afirma que hasta donde ven sus ojos y aún más allá, y también dice que todo eso le pertenece. El resultado de un "encuentro" que nos dejó endeudados para la eternidad, sometidos, como seres mutilados y desamparados que no atinan en sus pasos; fugitivos de sí, que han tenido que surgir a la historia de occidente de la mano de Europa.

Ahora la misma tierra que vieron aquellos invasores está allí, y sigue perteneciéndoles. Creen que serán eternamente de ellos, sus inmensos recursos, no satisfechos de habernos arrancado el alma, cuando quisieron hacer de nosotros unos zombis contentos de nuestras servidumbres. El mayor crimen después del "descubrimiento" fue despojarnos del derecho a tener criterios propios, a ser soberanos, a tener dignidad, a vivir por nuestros propios medios.

Si la situación de estas tierras de América Latina mostrara un aspecto que no fuera al que nos hemos acostumbrado a ver: insólito desorden, abusos y catástrofes de toda naturaleza, quizás la figura de Colón apareciera con algún valor en los anales de las grandes exploraciones, sin el ribete de tipo moral que en virtud de los desmanes que nos destrozan y atormentan hemos dado por asociar a su persona, pero fue tal la fuerza de destrucción y maldad, el concepto de posesión y "descubrimiento" anidada en el corazón de los europeos, que nada moralmente bueno pueden abonar a su favor.

Nos recuerda el escritor Marcos Roitman Rosenmann que en 1918, el 12 de octubre de 1492 pasó a ser celebrado como el Día de la Raza. "El dictador Francisco Franco le dio continuidad y en 1958, decide apellidarlo FIESTA DE LA HISPANIDAD. Tras la coronación de Juan Carlos I en 1975, y bajo la Constitución de 1978, el gobierno de Felipe González emite en 1987 el real decreto que establece EL 12 DE OCTUBRE COMO DÍA DE LA FIESTA NACIONAL. Su redacción no deja dudas del sentido imperial: "SIMBOLIZA LAS EFEMÉRIDES HISTÓRICAS EN QUE ESPAÑA, A PUNTO DE CONCLUIR UN PROCESO DE CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO A PARTIR DE NUESTRA PLURALIDAD CULTURAL Y POLÍTICA, Y LA INTEGRACIÓN DE LOS REINOS DE ESPAÑA EN UNA MISMA MONARQUÍA, INICIA UN PERIODO DE PROYECCIÓN LINGÜÍSTICA Y CULTURAL MÁS ALLÁ DE LOS LÍMITES EUROPEOS". Síntesis perfecta de la propuesta de Alfonso XIII, quien declaró, tras el desastre colonial, que el 12 de octubre del siglo XX, sería conocido como el nacimiento espiritual del imperio hispanoamericano. Así, se construye la leyenda rosa y exculpa a los monarcas de cualquier acto de violencia cometido en sus territorios de ultramar. La identidad de España no se cuestiona. El rey lo es por origen divino y es representante de la nacionalidad española".

Ya en Venezuela, por ejemplo, el 12 de octubre lo denominamos DÍA DE LA RESISTENCIA INDÍGENA. Porque España al igual que los gringos tienen su propia Doctrina Monroe y persisten en sostener que todavía estos territorios son suyos. No hay que olvidar que el rey imbécil Juan Carlos de Borbón, cuando asistió en Caracas, en 1983, a los actos del Bicentenario del nacimiento de Simón Bolívar, en el acto oficial en el Panteón Nacional, se negó a llamarlo Libertador, lo consideró simplemente como un general de montoneras. Teníamos un presidente debilucho, Luis Herrera Campins que se quedó desvergonzadamente callado. Estoy seguro que de haber estado un Chávez gobernando lo había sacado a patadas del Panteón.

Es triste ver cómo hay tantos países en Latinoamérica que siguen llevando a cuesta sus servidumbres, humillados, escarnecidos por España y EE UU, llevados por muletas que toman de los basurales dejados por los llamados países "adelantados". Algunos alegan que tienen miedo de ser ellos mismos porque han estado mucho tiempo en el regazo de los imperios. Tienen miedo salir del túnel y ver la luz. Son países que siguen recibiendo órdenes de los conquistadores del siglo XIV. La existencia debe llevar implícita alguna forma digna de comunicación y de entendimiento con el entorno, con los seres que nos rodean; algún orden que haga la vida comprensiva y armoniosa. Para concebir seres mutilados, locos, ensombrecidos por la vanidad de querer ser algo ajeno a sus tradiciones, más vale evitarse la bajeza de "existir".

Los que entre nosotros pretenden llamarse civilizados no comprendieron a Bolívar ni la gesta independentista, y les ha parecido horrible que neguemos con desprecio y con repugnancia a esa bestia española que nos engendró, cuando el mismo Libertador exclamó: "Tres siglos gimió la América bajo esta tiranía, la más dura que ha afligido la especie humana... El español feroz, vomitando sobre las costas de Colombia, para convertir la porción más bella de la naturaleza en un vasto y odioso imperio de crueldad y rapiña... Señaló su entrada en el Nuevo Mundo con la muerte y la desolación: hizo desaparecer de la tierra su casta primitiva, y cuando su saña rabiosa no halló más seres que destruir, se volvió contra los propios hijos que tenía en el suelo que había usurpado".

El escritor Brook Larmer dice que nosotros los latinoamericanos debemos vivir todos los días con las contradicciones de la conquista, pues los colonizadores españoles no sólo dominaron y explotaron las poblaciones nativas, sino que también alteraron el contenido mismo de su sangre, mediante el matrimonio y el cruce de razas. Y añade que tal mezcla en lugar de consolidar la conquista, confundió para siempre la relación. Entonces, mientras los textos escolares de nuestros países enaltecen a las culturas indígenas y cada vez que hay oportunidad de resaltar nuestras tradiciones autóctonas (con hombres con plumas y guayucos idealizando nuestros confusos antepasados), al mismo tiempo nuestra televisión ilumina las casas con líderes que llevan nombres extranjeros. Y añade Larmer que la cirugía plástica más popular en Ciudad de México es la de la nariz.

Y eso, que el pueblo español no fue beneficiario de las inmensas riquezas extraídas de estas tierras; un puñado de aventureros empujados a una expedición fantástica sin orden y sin otro plan que buscar oro, y tomarlo fuere como fuere, con los medios que exigieren las circunstancias, no traían en mente rescatar y conservar nuestros valores.

El "descubrimiento" de Colón ha sido interpretado por los gobernantes de la Tierra, como el despertar de un "nuevo mundo" por obra y gracia del juicio de los europeos: la realidad surge de lo que conciben ellos. De aquí se pasó al derecho del hallazgo, y con ello como observa Urs Bitterli, al de la pretensión de hacer de esto, soberanía de españoles, ingleses, holandeses, franceses o portugueses. Por tanto, aquello de celebrar el 12 de octubre consistía en un plan, en la estupidez de considerarnos inferiores a los europeos, y de aplaudirles eternamente por mantenernos sojuzgados, sometidos, explotados.