Del mesianismo venezolano. El "Caracazo" y Chávez se nos vinieron encima (II)

Viernes, 04/10/2024 12:47 PM

Nota: Este trabajo, parte de mi libro sin editar, cuyo título sin ser definitivo, sino a manera de propuesta es "El mesianismo venezolano del siglo XXI", por ser muy largo, opté por colocarlo en dos partes. La primera, apareció bajo el título "CAP y la Gran Venezuela. Del mesianismo venezolano. El Caracazo" y Chávez, con el socialismo del siglo XXI". https://www.aporrea.org/actualidad/a334321.html

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Aquel mesianismo que creció de repente con CAP, tanto que como antes y después, prorrogamos el asunto limítrofe con Guyana para no incomodar a otro de nuestros hermanos queridos del alma, se nos vino de a montón con la llegada del Comandante Chávez a la presidencia.

El alzamiento del 4F volvió a despertar en los venezolanos aquella vieja y hasta primitiva idea, incubada en los tiempos del caudillismo y aquellas pequeñas guerras permanentes, que en este país lo que hacía falta eran bolas y, un hombre que, con ellas "bien grandes", llegase a Miraflores. El haberse atrevido a alzarse en un país donde los actos de fuerza o cuartel habían como quedado en el olvido, viniendo aquel gesto de soldados de bajo escalafón, de comandantes para abajo o "comacates" como entonces se dijo, habiendo tanto general barrigón, sin el habitual respaldo de la embajada de USA, dejó en la gente, junto aquella expresión dicha por azar, de manera intempestiva de "por ahora", la idea de cómo si acababa de asomarse el mesías.

Pero el venezolano, de lo tanto que había aprendido y sufrido por las guerras y la violencia, de alguna manera dejó entrever, lo que es bueno que los analistas lo perciban, que ese mesianismo debía conducirse por las urnas, pero no aquellas donde se depositan los cadáveres, aunque sea de santos, sino los votos y se dilucidan las diferencias políticas en paz y sin tragedias.

Claro, antes que Chávez se alzase, se produjo aquel inédito fenómeno que se llamó el "Caracazo". Un alzamiento popular contra las medidas implementadas por Pérez, quien creyéndose curado contra eso por el respaldo casi descomunal que lo llevó a Miraflores por segunda vez, 65 % de los votos depositados, se atrevió a aceptar la receta o purgante habitual del FMI. Después de aquella hecatombe, de la cual todavía no se sabe a ciencia cierta la astronómica cifra de muertos, en la gente fortaleció la idea que a aquello le hizo falta un hombre y a Venezuela toda también. Todavía no se le había ocurrido resucitar a Juana de Arco, la heroína de "la guerra de los cien años". En estos casos, es habitual que, el común de la gente, no piense en cosas complicadas como una organización y hasta un programa para orientarse y hasta profundizar aquellas luchas, sino en un hombre que le diera orden y concierto a aquel espontáneo esfuerzo.

¿Y por qué extrañar que los hombres del MBR- 200, el movimiento militar que conducía Chávez no hubiesen llegado a la misma conclusión, aunque no lo hayan admitido?

No estaban preparados para responder en aquel momento, cuando se produjo el estallido popular. Pero pudieron creer que saliendo ellos posteriormente a la calle, en la forma que lo hicieron el 4F de 1992, provocarían una repetición de aquel fenómeno. ¿Es caso insólito pensar eso? No lo creo. Quizás, aunque ellos nunca lo han dicho, pensaron que las debilidades de su movimiento en el frente militar serían suplidas o cubiertas con las acciones que se desatarían en el movimiento popular en solidaridad con ellos. ¿Acaso no dice siempre el pueblo que, en este país, lo que falta son bolas y un hombre? ¿No se aviene este razonamiento con el secular sentimiento mesiánico que cultiva el venezolano? Obviaron como ya dije que, el hombre individual, que suma las multitudes, acostumbrado y hasta domado, por la tradicional dirigencia, espera al mesías. Y lo que es peor, esa dirigencia toda, piensa lo mismo y por ende se sobrestima.

"¡Por ahora!" ¿Esa corta frase que, según el comandante Chávez, se le salió de repente, no tuvo algo de mágica y hasta como una oferta o anuncio de lo que vendría después? ¿No surtió como una especie de santo y seña que comunicó al movimiento popular que el hombre había llegado y debía posponer su tarea para después en vista que no había sido posible la comunicación precisa?

La izquierda que se unió a Chávez después del alzamiento del 4F, llevó hasta él sus concepciones, tácticas y estrategias ya usadas y gastadas, esas que nunca sirvieron para atraer a la gente porque estaban diseñadas para vivir en soledad y por tanto correr a multitudes. No estuvo en el momento preciso porque, el tanto planificar, calcular y acomodar la historia, le dejó sin olfato, tacto y no hubo nadie quien le fuese a buscar y le conectase con la realidad y el estallido. Ya el Caracazo, le había agarrado desprevenida, le dejó con el bate al hombro y le demostró que, sus radares, nunca, antes ni ahora, han servido. Y, pese esto, no los repara o por lo menos hace mantenimiento, sino sigue con ellos, como el Quijote, vestido y armado a la vieja usanza.

Llegó después, estando el comandante y los suyos en la cárcel y le ofrecieron tardíamente sus servicios con sus claves y "todo lo no negociable" que es todo lo que cargaban y suelen cargar. Y "ellos pensaban seguir" haciendo lo mismo del pasado.

Ya fuera de la prisión, el comandante, cuando pudo intercambiar opiniones, más allá del círculo que le tendían los carceleros del gobierno y aquella cofradía anclada en el pasado y aferrada a la soledad, pudo hacerlo con otras opiniones y mirar con detenimiento el panorama. Esta vez, sí es verdad, como dice una canción de Carlos Puebla, "llegó el comandante y mandó a parar". Chávez entendió que, en el marco de América Latina, por muchas razones como aquella que se deriva de la geo-política, debían adecuarse a las circunstancias o las realidades y optar por la contienda electoral y, sobre todo, buscar la unión de una multitud que vivía separada, peleándose por las migajas, amparado cada grupo, en diseños ajenos al movimiento terrenal y el pecaminoso deseo de liderar, aunque sea a lotes de a cuatro, tal como un esmirriado grupo guerrillero.

Y por eso les puso en el disparadero. Le acompañaban a organizar un partido legal, meterse en las elecciones por venir o él se iba sólo a buscar gente nueva que le acompañase. Debían romper el cerco por ellos mismo tirado y acercarse a toda aquella multitud. De nuevo reaparece el Mesías y el sentimiento mesiánico. Lo lleva el comandante por dentro y también la gente que se ha aferrado a él e intuyó pudiera sacarla del ostracismo en el que ella misma se había condenado. Tanto que parecía auto encerrada en un oscuro calabozo y las llaves de la reja lanzadas al aire bajo el embrujo que, un Mesías, algún día las encontrase y acudiese a rescatarle. El "por ahora", seguía sonando en los oídos gigantescos y unos y otros se acercaron por el cumplimiento de aquella oferta y hasta promesa con mucho de atavismo. No hemos cumplido "por ahora", pero la cuenta sigue pendiente y "el día llegará".

Y para que ese día llegue, lo pertinente es revisar detenidamente lo acontecido, detectar los errores, las percepciones inadecuadas, el manejo de las relaciones con los aliados, esos que andan en busca de lo mismo que buscaba el comandante. Y, hasta definir, si lo que él buscaba, se corresponde con un ritmo y unas formas. Si lo que hizo y hacemos es lo pertinente. Definir si esa tarea nos corresponde a nosotros solos o, si, por el contrario, hay muchos que buscan y quieren lo mismo y no logramos identificarnos por lo nebuloso del espacio o las legañas que inundan nuestros ojos y esa anacrónica idea que sólo corresponde a un grupo de ungidos, por los dioses o un Dios.

¿No habrá fantasmas, diablos metidos en el medio, como ha habido corruptos, qué se valen de sus argucias para generarnos visiones aberrantes, como ver enemigos donde hay amigos y viceversa? ¿No es hora de meditar si todo esto es decadente? ¿No nos hemos vuelto demasiado obcecados o desviados, enredados, tanto que vemos lo que no es, andamos como manoteando, buscando los espacios libres para no caer y en eso nos apoyamos en quienes y donde menos debemos?

¿No fueron esos diablos, lo qué impusieron en el Comandante la vieja y fracasada idea que, la unidad implica crear un partido único, que sólo sirve para fortalecer lo autoritario, como que, hasta al Polo Patriótico aniquiló y generó fundamentos para la posterior y mayor dispersión?

Ahorita, al abrir el ordenador, leo una nota, según la cual "los trabajadores por aclamación y a mano alzada aprueban una proclama a favor de las luchas salariales", estamos hablando del 11-11-18. Porque los venezolanos, por ese instinto o atavismo mesiánico, vamos de proclama en proclama.

Y hago referencia a esto, porque hasta ese momento, los trabajadores se habían conformado con que fuese Chávez quien decidiese en materia salarial y, éste eso podía hacer con comodidad, porque nadaba en la abundancia y los factores empresariales, los patronos privados, no podían recortarle la cabuya. Pero, pese a esa proclama, las cosas siguieron y siguen como entonces, esperando que el mesías o Juana de Arco, decidan lo que es un deber y derecho de los trabajadores.

Y esto parece como una atadura a los tobillos que no hay forma de quitarla. Proclamamos un caudillo, una idea, para mañana desproclamarla, por incompetente y hasta desfasada, sin percatarnos que el error estuvo en eso, en no marcar las diferencias o asumir la vida como es de variada y contingente. Aunque la proclama fue un gesto, posiblemente derivado de eso del mesianismo a la cual fueron adictos nuestros libertadores y posteriores guerreros de nuestras contiendas civiles. Fue muy frecuente que Bolívar, apenas perdida una escaramuza, estando al frente de pocos hombres, con los cuales se veía obligado a retirarse o sacarle el cuerpo al enemigo, en la primera mata que hallase para protegerse del sol, lanzaba una proclama en la cual salía a flote aquel espíritu que le embargaba, el cual le hacía sentir cada hecho, por insignificante que fuese, como toda una epopeya. Y eso no es malo, en las dificultades es cuando se requiere fuerza y entusiasmo y hasta espíritu entusiasta, por eso le llamaron "el hombre de las dificultades". Es proverbial el estilo discursivo de Cipriano Castro y sobre todo aquello de "la planta insolente del extranjero". De José Félix Rivas lo de "Entre vencer y morir, es necesario vencer" y hasta el mismo Campo Elías, pese su origen español, pero ganado por ese espíritu patriótico y propio del romanticismo, en 1812 cuando acude a La Victoria en auxilio de Rivas, expresa, "acabemos con los españoles, aunque después lo hagáis conmigo".

Chávez se decidió por la contienda electoral. "Las fuerzas del orden", desde el Caracazo se habían desordenado y hasta desprestigiado en exceso. El triunfo de Caldera, aun en contra de su partido y AD, apoyado en lo que llamó "el chiripero", que reunió a buena parte de la izquierda, fue un aviso descomunal, demasiado obvio, que se habían abierto las compuertas por lo menos para hacer el intento de llegar a Miraflores, lo mismo que buscaban los guerrilleros, por vías cerradas que ellos ilusamente veían abiertas, haciendo enemigos por la imposición mesiánica y sueños concebidos o emergidos en otros espacios y realidades, entre quienes estaban allí esperando el santo y seña y que alguien se percatara de sus señales.

Habiendo llegado en segundo lugar Andrés Velásquez, al frente de un bando que contó también con respaldo significativo de la izquierda, aquella que había decidido optar por la salida electoral, porque la otra, esa que se cuadró con Chávez a raíz del alzamiento del 4f, todavía seguía enmontada en aquello de "la lucha armada" y no tenía ojo alguno para mirar el "camino real", pese había sido deshecho el discurso, viejo discurso, que sólo eso era posible por la vía armada.

Es decir, una propuesta política de mucho ingrediente mesiánico, tanto que, hizo de fracasados guerrilleros, faros y referencias para la lucha por cambiar la sociedad, como era inevitable, quedó deshecha.

Una cosa es el viejo guerrero, como Aureliano Buendía, que entregó su vida por las banderas del partido liberal y la justicia, condenándose al absoluto fracaso, que deba, por su honestidad, buena fe y capacidad de entrega y sacrificio, ser digno de reconocimiento dentro de esos parámetros y otra es volverle un héroe y hasta asignarle glorias y triunfos inexistentes. Y menos tomarlo como referencia para orientar las luchas que vinieron y vendrán posteriormente, partiendo del fracaso y esterero que ellos dejaron. Basta con olvidar, por su buena fe, los pecados de haber perdido su tiempo y vida y hasta haber conducido a unos cuantos a la muerte y el sacrificio. ¡Cuántas derrotas y oportunidades perdidas por ese mirar la vida de manera quijotesca, ilusa, que lo es realmente desde el lado opuesto del cual, en verdad, miró Don Francisco Quijano!

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