Las emociones de un caficultor

Sábado, 12/10/2024 12:53 AM

Ciertamente, producir café es un arte y una pasión que se disfruta desde el mismo momento en que se tienen las semillas en la mano (expresiones ponderativas como esta son características: "¡- Compadre, que café tan bueno !. Me va a regalar una semilla de esas matas suyas).

Los caficultores nos deleitamos viendo crecer las chapolas desde el germinador, y con fino cuidado atendemos la labor de "chapoliar el cafe". La alegría es inconfundible cuando vemos que las plantas del vivero alcanzan el tamaño deseado (allí decimos: "Este café está pidiendo tierra").

A los seis meses, en plantilla, viéndolo formarse como arbolillo nos regocijamos cuando un amigo invitado a mirar nos dice: "¡-Este café se fue pa' rriba!".

A los dos años, viendo aquella exuberancia en las plantas, su follaje y el verdor, sabemos y así lo decimos "¡Aquí hay una esperanza…!".

Otras alegrías continúan y para los tres o cuatro años, aunque lo hemos pensado, el mismo obrero que esta macheteando (dicen en Sanare, Lara, en Venezuela) o jalando (dicen en Biscucuy, Portuguesa en Venezuela) junto con el dueño viene a decirnos:

"¡-Este café ya se trancó!"..

Una expresión que denota lo buen atendido de las plantas de café.

Hace quince años, de mi obrero ayudante sesentón, (tapa e cinc), que me colaboraba a hacer la primera limpia de Febrero, aprendí la expresión:

"Este café quedó bien vestio"…

¿Cómo es eso, Luis?

"Tapa e cinc", me dijo:

"-Porque es muy raro ver un café que después de la cosecha quede con tanta hoja, Eso es muy raro, uno coje café en otras fincas y esas matas quedan es pelás"

…¿Y, eso es bueno, Luis?, le pregunté y rápido, sentenció:

…¡: Claro, un café bien vestio, viste al dueño… !.

Que orgullo, ver nuestras plantas vestidas.

Tanto queremos a nuestras plantas de café que, en las lunas de menguante de los meses de Enero, Febrero y Marzo, para la labor del repique no podemos estar presente a causa del sentimiento de dolor que nos causa ver aquella "trozadera" de matas…

Llegamos al corte, damos la orden, y los obreros con fino filo de sus machetes comienzan la faena que nos hace girar o alejarnos para no ver aquella tortura…

Uno de ellos, el más experimentado, viene a consolarnos con una frase:

"Tese tranquilo, que el machete es como un abono pal café"…

Otro, al decirle que si tal vez no se les está pasando la mano y están trozando mucho café, nos dice:

-"Váyase pa la casa mejor, ya uste va ve como se le va compone este café"…

Dicho y hecho, porque para los meses de Junio y Julio aquellas plantas están a reventar de granos por todas sus ramas...

Un nido de paloma carbonera en las ramas de las plantas frondosas de café, en los meses de marzo o de cualquier pajarito que anida huevos con pintas de colores, nos emociona; una cueva en la tierra mientras fertilizamos nos pone en alerta buscando el rastro del cachicamo; unos murciélagos que colgados duermen por el envés de una hoja de mata de cambur nos llama a la contemplación; el susto de una mapanare, de una coral, una sabanera o de una macaurel, encontrada mientras macheteamos nos pone alertas por aquella creencia de que siempre andan dos juntas y aquel consejo de precaución: "Pendientes, muchachos que por ahí cerca debe estar la otra"…

Porque hasta las ocasionales "picadas" de hormigas, de enjambres, de avispitas papeleras, de cachicameras, de las matacaballos o de las carniceras son motivos de anecdóticas risas, ya pasado el doloroso encuentro con ellas.

Y quise dejar para último la labor de la cosecha, solo comparable a aquellos años de nuestra enamorada juventud veinteañera, los mejores años de la vida:

"¡Naguará, este café sí que está cargao!", dice el primer obrero cosechero que va punteando la cuadrilla, detrás de mí, en dirección del corte que comienza a ser cosechado en la finquita…

Todo el día con la alegría de la conversa, abordando temas de todo tipo y el dueño, "comiendito" y chupando las almendras mucilaginosas de frutos maduritos que invitan al deleite, atento a todo:

Que no le quiebren las matas; que no le "rampleen" el hilo (jilo o melga) a otro; que no hagan mucha reguera y, ocasionalmente, descubriendo amores entre muchachos y muchachas de quince o veinte años que ayudan en la faena.

A la hora de las tres o cuatro de la tarde, cuando comienzan a cargar los sacos:

"-Este café sí que esta pesao, está rendidor"… Cuando pesa, cuando carga su Toyota, cuando descarga en el tanque de despulpado, cuando despulpa, cuando seca, cuando trilla o cuando deposita en su almacén, en toda ocasión contempla con agrado aquella ruma de sacos que representa su forma de vida y la esperanza de su familia.

Esta es mi pasión de vida, mi pasión de caficultor y el de muchos de quienes leen esto, que tienen un corazón noble para albergar estas emociones irrepetibles de la vida.

Nada de esto, absolutamente nada, es comprendido por algunos funcionarios en los Gobiernos.

Seguimos con ésta pasion y el orgullo de sabernos "buenos" caficultores.

 

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