De cuando CAP, viajaba en avión "por puesto" y la meritocracia petrolera en vuelos especiales

Domingo, 10/11/2024 02:51 AM

"Los gringos no vuelven nunca".

"Lo único cierto era que se llevaron todo:

El dinero, las brisas de diciembre, el cuchillo

del pan, el trueno de las tres de la tarde, el aroma

de los jazmines, el amor".

"Vivir para contarla".

García Márquez.

La bonanza de cierto sector venezolano, que no ocultaba, más bien ponía empeño que fuese como su estandarte, hasta hacía aparecer a todo aquel que eso hiciese como superior a lo que exhibía y presumía. Y entonces le tomaban por tipo por encima y sus puntos subían en la estimación como para que dijesen, "esos venezolanos como dicen ellos mismos, son chéveres, se pasan de buena gente, se les ve por encima y ojalá aquí vengan puros de ellos".

Eran los tiempos de aquel capitalismo de bonanza porque el petróleo tenía un valor estimable, pese en veces tenía sus caídas, que la OPEP cuidaba no fuesen tan bruscas, como para afectar a los países que de ella formaban parte y los gobiernos nuestros "cuidaban con verdadero celo" sus relaciones con USA, tanto como no salirse de las normas que desde allí dictaban, entre estas hacer lo posible para que el hidrocarburo no subiese mucho, pues allí estaban nuestros principales compradores y entonces decían ellos "quien le tira a su familia se arruina", que es lo mismo o exactamente "le arruinamos". Porque en esa relación familiar, íntima, nosotros somos los familiares de ellos o los destinados a servirles y pagar los platos rotos. Y el gringo quería estar seguro, como sigue en su deseo, imperturbable, que ese petróleo estaba aquí para ellos y hasta para cogérselo, dado el caso, en cualquier momento, con la anuencia de quienes gobernasen. Salga sapo o salga rana. O lo que es casi lo mismo, Trump, que ya ganó o Harris que perdió.

Para cumplir con esa fidelidad y los empresarios y gobernantes del norte, no les incluyesen en la lista negra, esa del comunismo y enemigos de la democracia, del "mundo libre, neoliberalismo, hijo del viejo "Le laissez faire, laissez passer", nuestros gobiernos violaban las cuotas de producción de lo OPEP, producían más de la acordado, para que los compradores estadounidenses gozasen de precios más bajos. Pero también es verdad que, PDVSA, en manos de la meritocracia, había logrado cierto grado de independencia con respecto al Estado y, no era extraño que, en Miraflores, nada tuviesen que ver con aquellas componendas, salvo hacerse los locos por lo mismo, hasta donde era pertinente o se rebasaban los límites. Conducta esta, que hizo creer a los gerentes de PDVSA que la empresa era de ellos, de allí eso de la "Meritocracia".

Pero también era esa la época de cuando teníamos capacidad productiva en materia petrolera, por encima de lo que demandaba nuestro mercado y no nos habían caído las plagas, como la política petrolera fracasada de Rafael Ramírez, que cerró los pozos de petróleo liviano y luego las sanciones estadunidenses que, demostraron lo equivocado que estuvo Chávez, cuando decía a cada momento, "aunque los gringos nos compren una gota de petróleo, seguiremos adelante campantes". Hoy rogamos por un como volver atrás.

Voy a recordar nuevamente, aquél momento, nada creíble hoy, cuando José Vicente Rangel, en su programa dominical, dio la primicia que en ese preciso momento cuando hablaba, era un diciembre, el presidente Pérez (CAP), en su segundo período, salía hacia EEUU en un avión comercial, lleno de pasajeros en vacaciones, con abundantes carajitos que fastidiaban y, en otro avión, propiedad de PDVSA, viajaba hacia el mismo destino, el entonces presidente de la empresa estatal, su familia y cercanos, a hacer las compras navideñas. Lo que es todo un poema o, mejor, un discurso muy largo e ilustrativo.

De repente vino un capitalismo que no sé, algún día tendremos que despejar esa incógnita, empezaron a llamar socialismo y donde los hijos de anteriores gobernantes y clases acomodadas bajo el amparo de ellos, pasaron a compartir el gobierno con gente emergente. Quizás, habría que hacer un censo, son muchos de aquellos formados en las universidades públicas y hasta privadas, hijos como dije de quienes antes gobernaron y estos acompañaron, los que pasaron a gobernar y, a llamar lo que hacían, socialismo.

La sagrada propiedad no fue vulnerada, salvo que alguien pueda decir, sin dejar de tener razón que la suya, personal, si lo fue, como alguna expropiación a lo loco, derivada de un ojo puesto encima de alguien o con un fin inconfesable y hasta demagógico, pero el modelo quedó inmaculado y, si no lo creen preguntemos empezando por Polar, que nunca, no solo ha dejado de ser de los Mendoza, sino también monopolio que, como tal, hace lo que le viene en gana. Y si aún hay dudas pidan audiencia a Adán Celis y al sólo verle, quedarán convencidos de lo que digo. Basta percibir como ponen condiciones y determinan precios de mercancías y hasta el dólar. Y quedaron los mismos, quienes, con los que posiblemente aparecieron ahora, los nuevos, se apoderan de los dólares y a estos les ponen el precio que les da la gana. Eso lo dice, a su manera, Juan Carlos Valdez.

Eso sí, se empezó a pronunciar un discurso tremendista que nada tenía que ver con lo que pasaba, como que los corruptos se fueron ilesos y aumentaron en número, audacia, agallas y hasta dejaron sus huevos, por lo que de vez en cuando se halla un nido repleto.

Y se dice que, este socialismo está hecho para acabar con la explotación de los mantuanos, porque hasta así se ha hablado, quizás porque bien sabemos que los mantuanos se quedaron en el pasado. Mientras los trabajadores vieron y ven sus contratos secuestrados, como si fueran mantuanos, quedados en la ruina.

Y hasta nos creímos capaces de derribar el orden mundial, quizás un poco obcecados por aquel, al parecer, complejo de superioridad sustentado en el petróleo y la moneda dura y desafiar a cuanto gigante se nos antojase. Y lo peor es que nunca nos creímos David, que con una honda y la habilidad necesaria podríamos derribar a un gigante, sino que intentamos igualarnos con este y nos auto nombramos vigilantes del espacio. Tanta es nuestra debilidad de ahora, ante la imagen que muchos tienen de nosotros, porque no ven los dólares correr y tampoco al petróleo, oro y paremos de contar, porque están en sus cuevas y las manos no llegan hasta el fondo, que hasta el gobierno de Lula nos sacó, vamos a decir, la alfombra, para no pecar de procaz.

Y unos más vivos, viendo nuestro engreimiento, nos aprovecharon y hasta nos sacaron el futre, mientras nosotros bobos o embobados, creíamos que viéndoles aquello hacer, en lugar de esperar de ellos humilde agradecimiento, les admiramos fingir que nos toman en cuenta. Y entonces hemos asumido la lucha por la multipolaridad, de simples mirones, como si ella estuviese destinada a sacarnos de la cuneta y hasta llevarnos a la isla de Jauja a su antojo y no a un orden donde la competencia predomine, pero sin cambiar el orden de lo geográfico ni acortar las distancias. Menos a un estado de cosas donde el capital invierta para perder o mostrarse por demás generoso y solidario,

Y entonces comenzó a llegar la crisis. Menos mal que se vino paulatinamente, como con los frenos casi a fondo para bajar por inercia, pero sin pausa. Y los venezolanos por primera vez y no por placer o "porque me sale del forro, pues aquí en esta vaina no hay disneylandia, ni mi papá que es del gobierno y hasta gobierna, dice que esto es una mierda", empezaron a irse. Y se van hijos de quienes están con el gobierno por las razones que sean, empezando por bellos sueños o simple conveniencia y de los que no también. Para empezar, los salarios son como unos perros rabiosos que hacen que la gente huya, antes que esos animales les muerdan, hasta les contaminen su rabia y les hagan, por eso, perecer de inanición. Y por ellos, los salarios, quienes no huyen o se van, se llenan de rabia, frustración y pese las tantas muestras, pareciera que quienes deberían, de eso no se percatan y esperan que la gente se inmole. Porque el dolor sólo lo siente quien lo lleva adentro. Porque zamuro no cuida carne.

Entre los tantos que se van, una multitud, lleva apostillados sus títulos y enorme experiencia y conocimientos forjados en el país que fuimos, pero también unos cuantos demasiados vacíos. Eso sí, todos o casi todos, se fueron y se van sin los dólares de antes, porque aquello, lo de antes, fue una loquera de la abundancia y ahora no hay nada que llevarse sino el desespero, el mismo con el que se van. Más bien salen a buscar. Llegan ahora afuera, donde pueden llegar y les alcanzan las energías y audacia, buscando trabajo, no como antes a divertirse, gastar sus reales y, para más vainas, con una enorme capacidad competitiva y actitud distinta al viajero del pasado.

Y esto último, a nadie le gusta; que venga nadie a la casa de uno a cogerse lo que es mío, quitarme lo que me pertenece, hasta la misma novia o el novio, porque en eso también se cree competitivo, como el rico viajero de antaño. Más si donde llegan, tampoco "la masa está pa´ bollo". Como por la plata baila el perro, antes al venezolano soportaron, pero ahora no, porque siempre, en todas partes, acá y allá se pregunta ¿cuánto hay pa´ eso? Y por eso de lo abundante y competitivo, nadie quiere en su país a nuestra gente y para sacarla le inventan que forma parte del "Tren de Aragua". Banda que, al parecer, ha crecido y se ha expandido tanto que, en todo país donde agarren a un mafioso, un asaltante, de inmediato lo señalan como miembro de esa banda. Y de allí, además, la venezolanidad y la pertenencia a esa banda, aparecen asociadas. Y todo porque nos hemos devaluado. Aquello del "paquete chileno", de antaño, nos lo aplican a los venezolanos.

De los que nos quedamos, unos cuantos, empezamos a soñar en unas nuevas relaciones que nos sacarían de abajo en breve tiempo. Y empezamos a firmar acuerdos con nuevas potencias y economías, tanto que, cada cierto tiempo, firmamos el mismo acuerdo de antes con el mismo factor, sin que ninguno de los dos, en apariencia, se acuerde o más bien se finge no acordarse que ya eso hicimos o, simplemente, se trata de una pantomima para ocultar que, lo anterior en nada se tradujo, porque "la luna no es pan de horno", ni en este mundo nadie está dispuesto a dar nada a cambio, sobre todo si no hay de por medio notables ventajas. Te doy, pero a cambio que des bastante de lo que tienes.

Y entonces, cuando vemos la angustia invadir cada espacio, llamamos o buscamos a un chino, iraní o ruso y firmamos un convenio para que nos saque de abajo o mejor la gente eso crea, pero pasamos por alto, que ese mismo acuerdo, ya lo hemos firmado antes, unas cuantas veces y con los mismos. Y todo sigue como venía y los acuerdos los olvidamos, casi expresamente, para firmar otro igual.

¿Cuántas veces hemos firmado con China, Rusia, etc., el mismo acuerdo? Yo, por mis simples observaciones, creo que, en cada caso, pasamos de veinte.
Y pese los discursos heroicos que pronunciamos y nuestra pose arrogante de ahora, que espera que nos compensen en nuestra crisis con la ayuda en la que antes nos prodigamos en dar, nos quedamos con las manos tendidas y miramos sólo espaldas, escuchamos discursos heroicos, pronunciados de la boca para afuera que dejan claro que, con nosotros no es. Y nos ofrecen solidaridad y ayuda, pero "de aquello nada".

Y lo que es peor, la llamada lucha por la multipolaridad, que llevaría a una especie de libertad del mercado mundial, como que "le compro y vendo con libertad a quien me convenga", la confundimos con otra vaina. Algo así como unos soñados días iniciales de enero, viendo llegar unos reyes magos montados sobre sus camellos, no en callos ni burros, cargados de regalos para todos sin discriminación.

¡Cómo nos han devaluado! Y lo que es peor, pareciera que nosotros mismos, en eso hemos contribuido por tanto disparate, egoísmo y hasta sueños infundados.

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