Mi Tránsito por el Cementerio: Reflexiones de una Experiencia Inusual

Martes, 03/12/2024 12:01 PM

Ahí estaba yo, escribiendo estas líneas para dejar una memoria histórica de una parte de mi vida que transformó mi manera de ver, ser y hacer. Porque, ¿quién imaginaría dirigir un cementerio sin presupuesto y con una fundación en situación de ilegalidad?

Hoy, mientras me recupero de los efectos del COVID, reflexiono sobre mi trayectoria en la administración municipal. Al mirar atrás, hacia 2017, veo a un hombre que, con determinación, asumió el reto de dirigir un cementerio con recursos limitados. Un desafío que pocos aceptarían.

Lo primero que tuve que hacer fue sacrificar mi vida familiar y social. Porque, en ocasiones, el deber nos llama a dedicarnos en cuerpo y alma a un espacio que acoge a todos los difuntos sin distinción. Un verdadero compromiso con la comunidad.

Lejos de encontrar apoyo del resto del equipo de gobierno, me enfrenté a miradas escépticas. Sin embargo, era la persona a la que todos acudían para resolver problemas relacionados con el cementerio. Una responsabilidad que asumí con seriedad.

Aprendí sobre la marcha. En una ocasión, le comenté a una periodista que, aunque un cementerio podría requerir un patólogo o antropólogo, mi preparación incluía haber visto "La Momia" y "Scooby Doo". Una respuesta que refleja la realidad de enfrentar lo desconocido con ingenio.

La experiencia fue más compleja de lo que imaginé. Un toque de misterio y magia envolvía mi trabajo, marcado por un sueño premonitorio relacionado con un cementerio. Porque, a veces, la vida nos sorprende con coincidencias inesperadas.

La cultura y las creencias mitológicas siempre han rodeado a los cementerios, convirtiéndolos en lugares de encuentro para recordar a los seres queridos. En este entorno, se entrelazan el esoterismo y las mafias asociadas a la profanación. Un desafío que enfrentamos con firmeza.

En Cabimas, los profanadores se dividen en grupos con diferentes motivaciones: rituales, comercio de restos humanos y venta de ornamentos. Una realidad que refleja la diversidad de intereses en torno a estos espacios sagrados.

El crimen parecía legal en un pueblo sin ley, donde las costumbres dictaban sus propias normas. Incluso en la morgue, se cobraba a los familiares por certificados. Un sistema complejo donde algunos operadores funerarios y sepultureros evadían controles, con la complicidad de ciertos funcionarios.

No fue fácil, pero logramos sepultar a más de 1500 difuntos por donación y rescatar áreas del cementerio, guiados por la voluntad de hacer lo correcto en un entorno desafiante. Porque, al final, alguien debe asumir la responsabilidad.

Hoy, al mirar hacia atrás, reconozco que cada sacrificio valió la pena. La vida, incluso en sus momentos más oscuros, nos enseña lecciones valiosas. Y aquí estoy, en recuperación permanente, pero lleno de vida. Porque, después de todo, cada día es un regalo.

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