El sueldo de un General en Siria eran cuarenta dólares y el de un soldado solo alcanzaba a cubrir cuatro dólares. Entonces, vayamos sacando conclusiones de por qué la pérdida del poder político sobre Damasco donde hubo una deserción masiva de los mandos militares, porque el resto de Siria siempre se mantuvo controlado por diversos grupos de terroristas, hasta que en apenas doce días fue devorado por estos mercenarios. Todo se parece a lo que pasó en Afganistán.
Desde que en el año 2011 se supo del primer disparo sobre Siria con el fin de derrocar a su presidente nada cambió hasta que lograron plenamente sus objetivos. De esto cabría preguntarnos cuánto aprendimos y si valió la pena haber llegado hasta las horribles escenas en pleno diciembre del 2024.
Como otros fines de años malévolos tenemos el 13 de diciembre del 2003 cuando fue capturado Sadam Husein, posteriormente en diciembre del 2006 era ejecutado. También en el último trimestre de otro año morían Yaser Arafat (11-11-2004) y Muamar Gadafi (20-10-2011) era asesinado.
Pero las cosas no han cambiado mucho. La guerra se asumió como propia y ninguno de estos tres líderes tuvo autonomía que les permitieran salir de aquel espiral el cual poco a poco fue devorando lo que quedaba.
Pero una cosa es la guerra tal y como se vive en esta región y otra disímil la que se quiere exagerar en otros países. Los conatos de disturbios, amenazas, o las conocidas intenciones sobre Venezuela en nada pueden parecerse al desastre militar de aquella región, donde dos de las naciones intervenidas son miembros de la OPEP; Irak y Libia.
Si Venezuela desea seguir tomando el desastre que ya superó tras las guarimbas de años anteriores, y lo internaliza de una manera exagerada como hasta ahora, dándoles gran cobertura, puede ser que terminemos peor que Irak, Libia o el más reciente y patético caso de Siria.
No podemos hacer de la guerra un hecho tal en nuestro país. Esto nos sigue aislando. Pero lo más grave y delicado de esta situación es la conducta por medio de mensajes de guerra que damos a la población.
La guerra es fracaso, desunión, desastre lo cual no veremos en Venezuela. Cuando observamos al país en sus capacidades y fortalezas se siente la fuerza de originar grandes cambios los cuales no se dan por discursos como los de las guarimbas, pareciera que aquello hubiera sido una guerra que asoló al país entero.
Veamos el golpe de Estado del once de abril del 2002 o el paro petrolero de aquel fin de año. Todos han sido eventos superados y traspasados por las cualidades especiales que tiene nuestra sociedad.
Si ponemos esto como guerra más otros hechos violentos aplicados contra el país desde 1999 podemos advertir que no saldremos de un pensamiento de guerra y una sociedad no puede definirse de esta manera.
Esas extravagancias le pueden quedar bien a quienes propician cada noche en su mente que nuestro país llegue hasta ese borde. Pero una cosas es quererla, desearla y otra ha sido no conseguirla, nuestra huella democrática es gigantesca.