Entrevista al Sociólogo y Activista Ecologista Emiliano Terán Mantovani

“Hugo Chávez replicó el modelo extractivista que él mismo había denunciado”

Lunes, 27/03/2023 04:03 PM

Emiliano Terán Mantovani
Credito: ROSALUX

27 de marzo de 2023.-

Entrevistado por David Roca Basadre 

Venezuela vivió del extractivismo petrolero durante cien años, y hoy transita hacia un extractivismo minero devastador extenso e intenso. Sin embargo, con gobiernos de derecha y de izquierda, el país se encuentra entre los territorios con mayor pobreza y hambruna del mundo. Para entender esta gran paradoja, conversamos con Emiliano Terán Mantovani (Caracas, 1980), sociólogo de la Universidad Central de Venezuela, investigador y ecologista político, activista contra el extractivismo y por la justicia socioambiental en América Latina, y miembro del Observatorio de Ecología Política de Venezuela. 

Terán repasa en esta entrevista los “patrones de expansión capitalista que se repiten en todo el mundo”, con la atención puesta en América Latina y, sobre todo, en Venezuela. El investigador explica que es “el gobierno bolivariano el que toma, formaliza y potencia las nuevas formas de intervención extractivista” y acusa al norte global, y a China y Rusia de convertir el país “en una gran zona de sacrificio, porque ellos lo que necesitan es extraer los recursos”.  

¿En qué momento Venezuela dejó de usar el potencial agrícola que tiene, con tantas tierras buenas para la agricultura y unas existencias de agua envidiable?

Para entender Venezuela, en efecto, no solamente hay que ver el modelo petrolero, sino que además es importante saber cómo llegamos a eso. Fuimos configurados históricamente, como todos los países de América Latina, con una función extractivista agrícola (café, cacao…) para el mercado mundial capitalista. 

Venezuela venía de ser uno de los países de América Latina más azotados por guerras civiles. Cuando en algunos otros países de América Latina en el siglo XIX ya se estaban consolidando las economías y los Estados, en Venezuela las guerras civiles dejaban al país devastado. 

A principios del siglo XX, Venezuela se convierte en el primer exportador de petróleo del mundo

Pero de repente, a principios del siglo XX, Venezuela se convierte en el primer exportador de petróleo del mundo. Y este contraste entre un país absolutamente destruido, que de pronto se transforma en un país que va a tener uno de los principales ingresos por extractivismo en América Latina, con crecimiento económico acelerado, incluso con indicadores que solo se podían ver en países europeos, además de traer consigo un proceso muy acelerado de urbanización, de cambio de estilo de vida, de ingresos, por obra de la industria petrolera, sobre todo va a generar una especie de shock en el país. Y eso será también un shock cultural. Pues esa gente principalmente urbanizada empezó a movilizarse socialmente hacia un modo de vida muy moldeado por el estilo de vida americano. 

Ese cambio cultural ha tenido y tiene impactos negativos muy profundos en la manera en que se fue ocupando el territorio. Además de la gran migración hacia las ciudades hubo un cambio cultural en el campo, que devino en marginado, en cierta manera olvidado, pues el gobernante venezolano podía resolver el problema de la alimentación, o intentaba resolverlo, a través de la importación de alimentos o a través de la renta, lo que era una especie de callejón de difícil salida, que nos volvió más vulnerables y dependientes al perder soberanía alimentaria. 

Venezuela tiene más de 30 millones de hectáreas aptas para la siembra, grandes cuencas hidrográficas y fuentes enormes de agua que lo ubican entre los diez países con más reservas de agua dulce en el mundo, y vemos cómo todo eso contrasta con este país actual que, por el modelo del extractivismo petrolero, terminó en la lista de los países con la peor seguridad alimentaria, junto a Somalia, Haití, y otros países que han pasado por procesos de hambruna conocidos.

Los estudios revelan que las sociedades basadas en el petróleo son absolutamente inviables

Recordamos que, en tiempos del populista Carlos Andrés Pérez, una bajada en los precios del petróleo obligó a ajustes que derivaron en una enorme movilización social que tuvo como epílogo el evento trágico conocido como “el caracazo”. La crisis política y económica actual, entonces, no podemos achacársela tan solo al modelo bolivariano, fundado por Hugo Chávez. Pareciera que la dependencia del petróleo hace inviable cualquier proyecto político. ¿Es así?

Quisiera mencionar dos cosas importantes que son elementos centrales del debate, que no solo tienen que ver con Venezuela, con América Latina, sino que son asuntos globales. La primera cuestión fundamental es que no solo la gestión del extractivismo petrolero fue mal administrada, sino que es un problema estructural de las economías petroleras. Venezuela ha sido un caso emblemático para estudiar los efectos de las economías petroleras, que tienen todas tendencia a la hiperconcentración en el petróleo tanto a nivel de poder político como de poder económico, y a generar sociedades profundamente rentistas, dependientes, y con altísimos impactos ambientales. Los estudios revelan que las sociedades basadas en el petróleo son absolutamente inviables. 

El otro elemento tiene que ver con que la crisis global que estamos viviendo, de profundas dimensiones, con cambio climático, pérdida de biodiversidad, grandes desigualdades sociales, se sostiene sobre un sistema basado en un patrón energético que es el de los combustibles fósiles. Es decir que no solo estamos hablando de las economías basadas en los hidrocarburos sino en un sistema global que está basado en un patrón energético que debemos cuestionar. 

¿Y concretamente sobre Venezuela?

Allí vamos. Sobre Venezuela hay que deslindar de las dos visiones que ocupan a los medios de comunicación sobre nuestro país. Una es la que endilga toda la responsabilidad de la crisis al gobierno bolivariano, y otra la que endilga toda la responsabilidad al imperio estadounidense. Esas son lecturas que, además, centran todo en el accionar político exclusivamente, y dejan de lado un montón de factores. 

Para poder entender lo que ha pasado estos últimos años en Venezuela es necesario ver el contexto histórico, este tránsito de más de 100 años de construcción de una economía absolutamente dependiente y centrada en el petróleo, y su colapso en los años ochenta en tiempos del “caracazo”, y luego esa crisis insostenible de los noventa que es cuando emerge Chávez como figura política. 

Pero el asunto fundamental fue que, a pesar de diferencias narrativas sobre algunas políticas de mayor inclusión y distribución de la renta, Chávez replicó el modelo extractivista que había sido criticado por el pensamiento político y económico más lúcido del país, y que el mismo Chávez había denunciado en sus primeros años de gobierno. Lo que profundizó una larga crisis histórica. 

¿Lo hegemónico mundial unido a las decisiones políticas en el país, explicarían la situación extrema de Venezuela?

Lo que tenemos es una larga confluencia de factores que son históricos y estructurales. Donde la responsabilidad del gobierno bolivariano es indudable y la principal. Y hay que señalar que es tanto la responsabilidad del gobierno de Chávez como la de Maduro, además del rol muy lamentable de los sectores de oposición que no han aportado nada como alternativa. 

A ello debemos sumar las injerencias internacionales, que han intensificado permanentemente los profundos malestares y contradicciones internas. No solo se trata de la injerencia de los Estados Unidos, sino también del rol que ha tenido China en profundizar estos problemas de extractivismo y rentismo, el rol que ha jugado Rusia, el rol que ha jugado Colombia antes de Petro, el de todo el bloque latinoamericano ligado a los Estados Unidos. Y el rol que ha jugado Cuba, también, del que se habla menos, porque si bien Cuba ha tenido un rol positivo con su apoyo en el sector de salud y en otras políticas sociales, también ha habido injerencismo de su parte en decisiones cruciales y fundamentales que han tenido impacto negativo. 

Una revolución tiene que ver con lo decolonial, que consiste en salir de la opción extractivista y remover las bases de la sociedad

¿La revolución decolonial sería la única revolución verdadera, posible, entonces? 

La tradición del pensamiento dominante de la izquierda ubica la revolución en la toma del poder del Estado, y con eso le falta mucho para hablar de una transformación profunda de la sociedad. Para el caso venezolano, una primera etapa tendría que haber sido el salir de esta vulnerabilidad económica, política, cultural que tenemos. Sobre todo, en un contexto geopolítico de disputas, donde si tu país es más vulnerable que antes, vas a lograr muy poco.

Ahora bien, seguramente una revolución tiene que ver con lo decolonial, que consiste en salir de la opción extractivista, capitalista seguramente, y remover las bases de la sociedad. Esto es una interpelación a todos los gobiernos progresistas que han estado y están en este momento. Si terminamos ocupando la misma estructura histórica colonial y decolonial para hacer solo una distribución de las rentas más equitativa, o hacer ciertos retoques cosméticos y algunas reformas políticas, con la misma estructura, lo más probable es que no podamos hacer una transformación profunda, y que más bien terminemos profundizando los viejos males. 

¿Cómo define políticamente al extractivismo?

El extractivismo es elementalmente una expresión colonial y neocolonial de un proceso global histórico. Profundizar el extractivismo y hablar de transformación de la sociedad es una afirmación contradictoria, no tiene ningún sentido. El extractivismo es la conexión fundamental con el voraz sistema capitalista global. Es lo opuesto a la soberanía alimentaria. 

Y al norte global, y a China y a Rusia no le importan de ninguna manera que nos convirtamos en una gran zona de sacrificio, porque ellos lo que necesitan es extraer los recursos. Somos nosotros los que necesitamos urgentemente defender nuestra soberanía, pero hay que pensar esa soberanía desde otras claves que no son las del extractivismo. 

¿Cómo se produce la transición hacia las actividades mineras en el llamado Arco Minero, luego de la debacle del petróleo? ¿Esto se le ocurre a Chávez, o ya estaba larvado antes de que lo promoviera este? 

Eso responde a patrones de expansión capitalista que se repiten en todo el mundo, pero me voy a referir a América Latina. El extractivismo, desde que se implanta en el territorio hasta que acaba con los recursos locales, desarrolla un proceso de tierra arrasada donde agota los territorios en su productividad y fertilidad ecológica, y también en las poblaciones que se encuentran en los territorios objeto de la actividad extractiva. Donde no es casual que se generen debacles sociales entre las comunidades que allí viven. 

En los campos petroleros, un ejemplo es Cabimas, una ciudad que fue una de las ciudades principales de Venezuela y es hoy una ciudad destruida, con alto nivel de depresión. La hemos visitado, una ciudad llena de petróleo en las calles, las paredes de las casas, las aguas, el pescado que sale lleno de petróleo. Igual pasa con los territorios mineros. Se extrae hasta el agotamiento. Y a partir de ese agotamiento, se amplía la búsqueda de nuevas fronteras para la extracción. 

Esta es la realidad en toda América Latina en el siglo XXI, y en esa búsqueda de nuevas fronteras, la Amazonía es hoy una de esas fronteras. 

El modelo petrolero venezolano original territorializó el extractivismo principalmente al norte del río Orinoco, donde están las principales cuencas petroleras. Esas cuencas, después de cien años de explotación de petróleos convencionales, medianos y livianos, han venido en declive, lo que ha hecho que el extractivismo histórico esté mirando desde hace buen tiempo a nuevas fronteras para los commodities. Y entonces, el extractivismo venezolano se ha propuesto como nunca la colonización de la Amazonía. Donde ya no se trata de petróleo, sino de minería. 

Es un proceso cíclico. Así como el agotamiento del modelo petrolero generó un estallido social muy conocido en el mundo, como fue el “caracazo”, ese mismo modelo de acumulación capitalista en crisis obliga a ir hacia nuevas fronteras. Eso se inició en los años 90 bajo el gobierno del presidente socialcristiano Rafael Caldera, que dio leyes para la explotación minera en la Amazonía venezolana. Lo que pasó, y vale la pena mencionarlo, es que las movilizaciones ambientales en los años 90 contra la minería de oro en Imataca, en la Amazonía venezolana, permitieron detener momentáneamente el proyecto de Caldera. La llamada cuarta república, el Pacto de Punto Fijo, todo lo que venía antes de Chávez, se detuvo. 

¿Y Chávez?

Chávez llegó al Palacio de Miraflores con promesas ambientalistas, con promesas explícitas sobre la protección de Imataca, pero ocurrió que, años después, ese mismo Chávez es el que legaliza la minería en la Amazonía y quien divide a las comunidades indígenas que se habían negado a la minería. Y es Chávez – no fueron los gobiernos neoliberales de los noventa – quien terminó de oficializar un gran proyecto extractivista minero al que llamó el Arco Minero del Orinoco, que abarca un enorme cinturón de la Amazonía venezolana con una extensión de 112.000 kilómetros cuadrados que equivale, para hacerse una idea, a la extensión de toda la isla de Cuba. Es un megaproyecto que implica la devastación severa de la Amazonía y corresponde con esta nueva geografía venezolana del extractivismo que, habiendo entrado en crisis por la extracción en el norte del río Orinoco, va hacia nuevos flancos, de expoliación amazónica. 

El extractivismo es la conexión fundamental con el voraz sistema capitalista global. Es lo opuesto a la soberanía alimentaria

¿Cómo se desarrolla eso?

Es el gobierno bolivariano el que toma, formaliza y potencia las nuevas formas de intervención extractivista en Venezuela, con un proyecto de expoliación que hoy es fundamentalmente un proyecto de minería ilegal, fundamentado en economías ilícitas de grupos armados, que está llevando a Venezuela a una dinámica de extracción de entre 30 y 35 toneladas de oro al año, algo que nunca había sido registrado en el país. Y estamos hablando, además, de oro ensangrentado, que está poniendo en entredicho la vida de muchos pueblos indígenas de la Amazonía y nos está caracterizando como agentes de un extractivismo no solo predatorio, como siempre lo es, sino que además de expolio, caos, violencia, algo inédito en Venezuela, al menos a esta escala. 

¿Cómo vinculamos a la corrupción con todo esto? 

Si uno se pone a ver lo que, en teoría, serían originalmente pequeños focos de extracción minera, que han evolucionado desde esa minería artesanal hasta la minería de grupos armados actualmente, se imbrica todo ello con la corrupción de los grupos militares en el Estado. Esos grupos dan permiso o gestionan directamente minas en la Amazonía, o son cómplices de toda esta devastación. Porque el nivel de expansión que se generó con estas actividades ha llegado a tales extremos que es imposible suponer que no haya grandes niveles de complicidad estatal.

La minería legal de oro no existe en Venezuela, no hay una industria formal, y esa apropiación minera que llega al Banco Central de Venezuela, se da mediante la profunda corrupción de las instituciones del Estado. 

Aquí hay una conexión interesante. Porque este extractivismo altamente predatorio responde a un proceso de descomposición política en Venezuela que, entre otras razones, es porque el famoso petroestado se ha venido abajo, y lo que tenemos en su lugar es un Estado profundamente feudalizado, corrompido y penetrado por lógicas criminales que responden, precisamente, a ese extractivismo predatorio. Y viceversa, el extractivismo predatorio responde a esa política predatoria. 

Es probable que estemos hablando de la economía más desigual de la región

¿Cómo funciona todo esto?

Debe tomarse en cuenta que, en Venezuela, los canales de mediación regular, formal, están totalmente destruidos, y se gobierna por vías de autoritarismo absoluto y de una tremenda destrucción de las bases sociales. Estamos en una especie de régimen de guerra, y el extractivismo funciona como economía de guerra, donde la población queda absolutamente desprotegida, y los únicos canales de protección que existen son las interpelaciones a los derechos humanos que se canalizan a través de organismos internacionales. Y quizá formas, mecanismos de defensa propia, que se da la población. Pero, el contexto político es profundamente corrupto y desinstitucionalizado. 

Seguimos, además, en una grave crisis política, y no es cierto que estemos en un proceso de recuperación económica, como dicen. Lo que hay es una especie de espejismo debido a que hay mayor circulante monetario. Y no es cierto que haya recuperación porque los problemas de fondo siguen estando allí. Y, además, inmersos en una estructura que ha profundizado las desigualdades sociales de manera extrema.  

Es probable, según una encuesta ENCOVI, que tengamos el coeficiente de desigualdad Gini más alto de América Latina. O sea, el peor, y que estemos hablando de la economía más desigual de la región. 

¿Imagina salidas?

No voy a romantizar, pero sí destacar alternativas que existen. A lo interno, el país está en un proceso de reacomodo político cultural, en el que yo destacaría lo que está pasando en la sociedad civil. Ocurre que, desde el año pasado, se vienen dando una serie de protestas y movilizaciones en todo el país, que tienen un carácter que no habíamos visto, con mayor organización, con mayor consciencia y construcción de proyecto, y con mayor autonomía. No son movilizaciones que estén siendo impulsadas ni por el gobierno ni por la oposición, y estos últimos meses están priorizando lo referido a los salarios. Y ese proceso se suma a un malestar profundo, político, y donde también aparecen algunos rasgos de lo ambiental, y algunas preocupaciones por la Amazonia, el Arco Minero, y sobre los pueblos indígenas. 

Es difícil saber hacia dónde está llevando ese proceso, pero está mostrando rasgos claros de otros códigos políticos.

En esto hay una enorme coincidencia con los movimientos que se dieron en Chile, en Colombia, y ahora en Perú, donde no hay liderazgos y hay más bien una enorme desconfianza hacia los liderazgos políticos tradicionales. En Venezuela, el 70% de la población no se siente identificada con ninguno de los partidos políticos dominantes. La gente está cansada de esos sectores, y eso potencia la salida a las calles, a movilizaciones con mayor autonomía. No se ha llegado al nivel de masividad de Perú, o como se dio en Chile y en Colombia, pero se trata de contrastarlo con la situación anterior de Venezuela y hay allí un cambio, y posiblemente podamos pensar en un proceso de cambio de cultura política que estamos viendo en pequeños partidos políticos de base, lo que configura salidas novedosas que pueden generar, posiblemente, respuestas que surjan sin aviso como ocurriera en Chile o en Colombia. 

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