No hay mucha maldad en la calle, lo que más abunda en la ciudad es indiferencia, soledades. La ciudad de todos es de nadie. El metro debe llevarnos y traernos porque sí, no le debemos nada. El metro debe pagarnos mejores sueldos porque sí, a él no le debemos nada. El metro debe acrecentar mi cuenta bancaria porque sí, no le debo nada. El metro es el mercado cautivo de buhoneros y mendicantes. La ciudad debe servirnos porque sí, a ella no le debemos nada. Nuestros servidores públicos solo se sirven de ella, porque así debe ser, los servidores públicos no le deben nada a la ciudad. Y por ese "porque sí" Caracas es una ciudad de malagradecidos quejosos que se creen el eje de la tierra y que se lo merecen todo de cara a su vecino. Parece que nuestras recientes pérdidas y carencias nos hacen patológicamente indiferentes.
Si tu hijo tiene necesidad de orinar lo hace sobre cualquier pavimento, bajo la mirada displicente del policía y del otro que solo le importa vender sus dólares. Las plazas son verdaderos estercoleros humanos, y nosotros, solo las circundamos y seguimos. El menesteroso que rompe los contenedores de basura para hurgar la esparce por todas partes y el mismo policía dice muy quedo que no le pagan para perseguir recogelatas. El servicio de recolección de basura no recoge cochinadas ni barre las calles. Las barrenderas de calles no barren cochinadas. Los transeúntes no caminan por las cochinadas cuando lo pueden evitar. En caso de que no se pueda, se pisan las cochinadas, ellas se van quedando por ahí, marcando su territorio. Los semáforos han dejado de funcionar uno a uno. Las luces de la ciudad se han ido apagando una a una, y no es solo una metáfora. …Las mercerías se han convertido en abastos y las tiendas de todo en zapaterías. Las zapaterías en ventas de lotería y en abastos. Las farmacias también y también en mercerías. Las perfumerías venden plátanos, las papelerías también. Los abastos ahora son licorerías. Las licorerías ahora venden solo Cucuy mal hecho, el bagazo del bagazo de la penca. El metanol envenena a los caraqueños. Alcohol y alimentos…
Ahora no es posible invitar a los amigos al café. Los café se desaparecieron, o migraron al centro de la ciudad y en el centro perecen, también uno a uno. Las cervecerías se han ido retirando hacia zonas protegidas y exclusivas y los bulevares parecen pueblos fantasmas por la tarde; ya en la noche lo son. Las heladerías también subieron a las zonas más altas. Las areperas ahora son "la arepera". Pasear es buscar oportunidades de hacer negocios. Divertirse es atormentarse e intoxicarse, un fin de semana sí y el otro también. (El bicarbonato ha vuelto a aparecer, en sustitución de la ampicilina, la pasta de dientes y el desodorante de bolita –un comentario marginal)
Los habitantes transitan en silencio, solo se oye a los pregoneros vender pocas mercancías: dólares, euros, oro… Uno que otro vendedor de café… Cuando el alcohol nos perturba la mente gritamos duro. Nadie quiere hablar de lo pasado y del futuro, solo del presente, y el que lo hace termina resignado al silencio. La conversación de la gente, que no es un cliente potencial, molesta. Hasta su presencia molesta. La cortesía es hoy una forma de manipulación. Se confunde con la buena educación, y la buena educación debe esconderse, es ofensiva para la masa. La psicología de masas nos obliga a ser indiferentes, mucha preocupación por la ciudad es sospechosa…
Poco a poco se apaga la ciudad sin luz. ¡No hay internet!: ¡hay una esperanza en la plaza!, pero tampoco hay el suficiente entusiasmo para el sosiego, viéndonos las caras, o para oler mierda. Es preferible asomarse a la ventana del mundo que es la glamorosa vida de otros… Caracas es gris, es demagógicamente gris y fétida, es injusta, inhóspita, está amargada y sola, o llena de soledades. Todos sus habitantes andan agazapados en sus misterios. Antes no había tiempo para alzar la mirada al cielo, hoy oímos silbar al viento. ¡Pero el cielo de Caracas no es Caracas, es solo una parte de su alma que muere!
…Los mapas de Teresa la Guara, estampados de mugre en el piso del metro: eso es Caracas ahora, un escupitajo seco. Así como nos queremos la queremos.