Según Javier Birdeaux, para pagar un pasaporte, un venezolano que sólo perciba el salario mínimo tendría que invertir el equivalente a un año de trabajo. Siendo así, y dadas las circunstancias que son unos cuantos quienes quieren irse, en vista que entre nosotros "la masa no está pa´ bollo, el gobierno estaría como tirándoles un cerco, muy mal disimulado.
Por distintos motivos, no estoy entre quienes promueve que la gente se vaya. El primero es que soy uno de esos tipos que nunca se sintió tentado a salir de este país para quedarse por allá, como que hasta poco me gusta visitar por temor a molestar o cansarme prontamente por no encontrarme en mi escenario. El mayor pesar de mi vida es no poder haber vuelto a vivir a Cumaná, el pueblo donde nací y al cual debo, en alta medida, lo que soy o irme a Río Caribe, el bello pueblo de mi eterna compañera, por ella y por los bellos recuerdos que de él tengo, que hasta lo hice ambiente de una novela titulada "La Mudanza", que formalmente aparece publicada por "El Perro y la Rana"*, por circunstancias que sería muy largo explicar . Soy pues de esos, para decirlo como suelo en casos como este, que tiraron el ancla al nacer.
Soy de una generación que salió mucho a estudiar al extranjero, de cuando el gobierno nacional de turno otorgaba muchas becas y los de los llamados "socialistas" de Europa y euroasia, como aquél, intentaban ganarse nuestro respaldo con la misma carnada y pese eso, habiendo tenido oportunidad, no me sentí tentado. Entre otras cosas, me siento obligado a luchar por mi país hasta el último hálito de vida; por algo soy docente.A lo mejor soy un tarado, pueblerino, pero así he sido y soy. Estoy anclado en muchos amores, como la música venezolana toda y especialmente la de la costa oriental. Tengo mucho de provinciano y patriotero.
A mi edad, lo confieso, siento el temor que mi descendencia se me vaya, por no quedar sólo y la frustración que me produciría percibir que ellos no viven su país, pese todas las dificultades, como yo lo he vivido y vivo. ¿De qué carajo me sirve a mi vivir de lo mejor, materialmente hablando, fuera de Venezuela, sintiéndome un extraño y en una eterna concoja? ¿Cómo pensarme, como otros, acogiéndome a otra nacionalidad, negar mi bandera, himno, a Cumaná, "Toñito" Sucre y Simón Bolívar?
Es posible que muchos que esto lean les parezca una ridiculez; no importa. Lo que intento es dejar constancia que no me gustaría nadie se vaya. Y menos sabiendo las dificultades que muchos compatriotas ahora confrontan en el exterior. Y más porque, por razones de la política y los políticos, a un país como el nuestro, con todo lo que significa, ha sinificado y a un nacional con tan bellas cualidades, les descalifican y hasta hacen víctimas de la xenofobia promovida por los medios que, en su rapacidad, confunden al gobierno con aquellos.
Con lo anterior no quiero decir que el gobierno, con el cual tengo serias divergencias, sea apropiado para que de él se diga todo cuanto ridículo y falaz se le ocurra a periodistas tarifados y políticos de baja calaña, tanta que parecen hasta agentes de la "Cosa Nostra".
Y lo dicho anteriormente, que pudiera interpretarse como una defensa del gobierno, quedaría bien explicado si el lector lee lo que a continuación sigue.
Pienso que es un derecho de los venezolanos salir, entrar cuando y cuantas veces les parezcan. Limitarles la salida, ponerles trabas, es violar un derecho constitucional. Pero si pensamos en las dificultades que atravesamos, la necesidad imprecindible de salir, por distintos motivos, que los hay en abundancia, poner tarifas impagables para la mayoría sería inhumano, aparte de, como ya dijimos, una restricción anticonstitucional, clasista, mercenaria y mercantil.
Hay casos de profesionales y artistas, conozco muy de cerca unos cuantos, que dadas las condiciones económicas del país no tienen otra opción sino la de irse. Y para mejor comprensión de este asunto, puedo asegurar que la premura no es por lo precario del salario que aquí podrían ganar, sino por algo más transcendente, la imposibilidad de realizarse, pues toda puerta está cerrada. ¿Qué hace en la Venezuela de ahorita un joven provinciano que intenta abrirse espacio en el campo del canto lírico o un bailarin de ballet con talento, si lo que paga el Teresa Carreño, donde pudiera medio realizar sus sueños, no le alcanza ni para pagar la pensión en Caracas?
Entiendo que haya preocupación por la fuga de talentos en todos los ámbitos y en esto incluyo mano de obra calificada como la que aquí abunda. Que se vayan nuestros médicos formados a cuenta del ingreso nacional, de manera gratuita. Pero la mejor manera de impedirlo es obvia y no necesita mayor explicación. Eso depende de la eficacia, pértinencia de las políticas gubernamentales, porque no nos vamos a cansar de decir que es verdad que las medidas del gobierno de EEUU y sus aliados nos afectan, también en el mismo sentido ha operado el gobierno desde tiempo atrás. Y no vamos a volver sobre lo mismo.
Es posible, no lo sé, que la decisión del SAIME, relativa al alza descomunal de la tarifa para obtener los pasaportes, una medida como las que suele solicitarel FMI, sea una ocurrencia puramente crematística de quienes esa oficina manejan sin que eso obedezca a un plan mayor. Pero no es pertinente descartar esté insertado dentro de uno macabro, de esos personajes que abundan en cualquier gobierno que creen que con soluciones como esas hacen bien y hasta se ganan el aplauso de sus jefes y de paso hace un buen negocio para y con las consabidas mafias. Como tampoco descarto sea una ocurrencia de esos extremistas que creen que con odio, retaliación y hasta medidas que agreden lo constitucional y al "otro" se hace "revolución".
Valoré altamente haberle escuchado a Fidel Castro decir una vez algo que pocos gobernantes y dirigentes osan confesar. Dijo el dirigente cubano, palabras más o menos, "si algo aprendimos es lo que no debe hacerse". Fue una manera si se quiere subliminal, inteligente y humilde de admitir cúanto se equivocaron.
La vida pasada, la historia, están allí para aprender y sobre todo saber lo qué no se debe hacer. Los errores de Cuba y los de Chávez, de Trump y de todo el mundo sirven de aprendizaje. El mayor defecto de la oposición venezolana es no haber entendido esto y vivir repitiendo a diario los mismos errores.
Impedirle la salida a los venezolanos, con una medida como punitiva, sobre todo en medio de estas dificultades, mientras no se les ofrece una opción convincente y concreta, es un garrafal error y con ello no se corrije nada; al contrario, le resta respaldo y simpatía al gobierno. Se estaría procediendo como quien intenta contener un fuerza que se acumula en un punto que pudiera desatarse con serias consecuencias y, si en eso está escondido un sucio negocio, el asunto es más grave.
Una medida como esa, resultado de una mala copia o por deliberada mala intención, podría producir el efecto contrario en todos los sentidos, aparte que como ya dije, constituye una violación a la Carta Magna. El gobierno debería en lo inmediato derogarla.
*Esto, lo que me hace escribir "formalmente", es una historia que he contado aparte.