El Arado y el Mar

Hoy cacerolazo a las ocho

Martes, 24/03/2020 04:30 PM

El humano precisa de sus semejantes para labrar su identidad, es  en el reflejo de otros y reflejado en otros que se identifica; aislado, es un doliente, se va extinguiendo, se enajena. 

Esta cuarentena aparatosa, mal implementada, nos aísla con barrotes de miedo. Los políticos insensatos se frotan las manos, resolvieron sus problemas, congelaron la política, por ahora todo seguirá sin cambios, nadie se atreve, nadie puede protestar, los mecanismos tradicionales, quedaron cancelados. El costo de esta paz sepulcral no les importa, por ahora están contentos, permanecen, juegan al gobiernito, se encadenan para mentir. 

La relación por internet es fría, sin el calor de verse a los ojos, de sentirse; en realidad, no refleja, sólo simula, es una aberración. Es cuestión de salud pública volver a la vida real, sentir la presencia de la sociedad, participar, ser oído por todos. Vivimos una situación similar a los presos aislados, ellos transforman el sonido de los barrotes en gritos de libertad, así se relacionan, se sienten mutuamente. En lo peor de la represión nazi, una pinta rebelde en una pared del ghetto valía por un abrazo solidario, una mano extendida era un gesto que reafirmaba lo humano. Siempre el humano ha conseguido maneras de seguir siendo humano, de defenderse de la demencia rompiendo el aislamiento de alguna manera. Ese es el reto de hoy.

El cacerolazo es un arma adecuada a estos momentos, debemos ejercer esa manera de relacionarnos, de hacer valer nuestra condición de elementos sociales, opinar, gritar el descontento nuestro que es similar al descontento de millones. Que nuestros semejantes sepan que no están solos, romper el aislamiento. 

Todas las noches a las ocho debemos cacerolear para no olvidar que este gobierno no sirve, que debe ser sustituido, que sus carencias evidentes no se llenaron por la llegada del virus, que sus fechorías no se pagaron, que sus errores no se solucionaron, que la condición terrible creada por el gobierno de falta de todo, desde la moneda hasta las medicinas, sigue allí. Por todo esto debemos cacerolear todas las noches a las ocho.

Debemos fracturar la idea de que el virus le dio al gobierno un cheque en blanco, un escudo que lo protege de todo ataque, un borrón y cuenta nueva. No es así, este gobierno debe renunciar, no supo gobernar en la época de bonanza, no supo resolver la crisis terrible que él creo, y no sabe resolver esta situación del virus, sus remedios serán, ya están siendo, más dañinos que la enfermedad. El cacerolazo debe ser para pedir la salida del gobierno.

Los dirigentes deben sumarse a esta iniciativa no dejar sola a las organizaciones sociales que la convocan. No son días para lamentos, de conformarnos con los partes del número de enfermos, quedarnos sentados esperando que encuentren el remedio. Son días de acción desde el encierro, es necesario buscar instrumentos para romper el aislamiento, no dejemos que nos fragmenten aún más, rompamos el cerco con iniciativas creadoras, no dejemos que nos silencien con la excusa del virus.

 

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