"No hacer" tiene consecuencias en prácticamente todas las actividades de la vida individual y colectiva. Un estudiante que decida no prepararse para un examen, con seguridad saldrá reprobado. Por otra parte, pensar que retardar una decisión imperiosa no tiene consecuencias es una insensatez. Un ejército, que difiera el momento de dar el golpe final al enemigo, puede a la postre ser derrotado, al permitirle al adversario tiempo para su recuperación y rediseño de su ofensiva. Con la pandemia que sufrimos esta situación es más que evidente. No iniciar la vacunación tempranamente significará nuevos contagios, la hospitalización de algunos, el colapso de los centros de salud, la desatención de otras patologías, la aparición de secuelas en una parte de quienes se recuperen y la muerte lamentable de una proporción de los enfermos.
Por otra parte, no vacunar en forma rápida a todos los susceptibles ocasiona un perjuicio que, en términos económico-sociales y sanitarios, puede ser mucho más grave, pues da tiempo a que el virus mute y aparezcan variantes inmunes a las vacunas utilizadas y, por lo tanto, se pierda todo el esfuerzo humano y económico hecho en el combate contra el SARS-CoV-2. Ya la aparición de las tres variantes detectadas en Inglaterra, Sudáfrica y Brasil, ha abierto la consideración de esta posibilidad, además de ser más contagiosas y producir infecciones más graves. Hasta ahora, no se ha demostrado que las variantes no sean susceptibles a las vacunas, pero la posibilidad de otras en el futuro, que sí lo sean, permanece abierta.
El desempeño gubernamental contra el CoVid-19 no ha sido serio, responsable ni preocupado por la salud de la gente. La gestión sanitaria estuvo preñada desde sus inicios de sectarismo político-sanitario en los procedimientos y decisiones, así como de falta de transparencia en las informaciones y utilización politiquera de sus supuestos o reales resultados. En lugar de conformar un equipo de salud de nivel presidencial con los mejores profesionales del país, se pretendió sólo exaltar inútilmente la figura de Maduro como el mayor sanitarista y científico del país. Con el transcurrir del tiempo, la insensatez se agrava a medida que la pandemia se extiende y es imposible ocultar lo que ocurre. Las promesas, efectuadas cual afirmaciones rimbombantes y autosuficientes, hacen su llegada para repetir con la vacunación contra la CoVid-19 lo mismo que se hizo en el pasado con otras serias calamidades del país.
Se incorporan en el discurso gubernamental las promesas incumplidas y la demagogia indolente. El 15-11-2020, Maduro dijo que en tres meses llegarían a Venezuela 10 millones de dosis de la Sputnik V, sólo llegaron 700 mil dosis. En diciembre 2020, se firma el contrato de compra de 20 millones de dosis, "para vacunar lo más pronto posible", según palabras de Delcy Rodríguez. Ya para terminar el año, Maduro promete que se vacunará en el primer trimestre de 2021. Un mes después, el mismo Maduro retrasa para abril la vacunación masiva y, hace unos días, Delcy Rodríguez la retrasó aún más para el segundo cuatrimestre de este año, sin precisar mes, lo que pudiera significar hasta cinco meses de posposición. Todo esto nos recuerda las numerosas arengas trasnochadas y promesas altisonantes de rendir al dólar "criminal" (terminaron aliados del mismo) y de "derrotar" la hiperinflación ocasionada por la guerra económica, que se hicieron año tras año desde 2013 para acá.
Nos encontramos en una situación muy peligrosa que nos puede llevar a una real catástrofe, y no estoy ni entre los profetas del desastre de Luis Herrera, ni entre quienes la desean para ver si reciben un "ayudita" del virus en su lucha contra Maduro. La vacunación masiva debe ser instrumentada ya, si realmente importan los venezolanos. El gasto para ello es prioritario y hay que hacerlo en este momento, no mañana ni pasado mañana. El gobierno debe entenderlo y asumir su responsabilidad a pesar de las peores adversidades que existan. No tiene excusas. Es quien gobierna. Debe abandonar la charlatanería de "la molécula DR-10", que anulaba al virus; de las 10 goticas bajo la lengua del carvativir, "poderoso antiviral que sí neutraliza al coronavirus"; así como el efecto "impresionante" de la ozonoterapia y el del té de malojillo, sauco y miel como "antídoto".