Por la calentura que me produjo la árbitro del juego del Vinotinto sub-20 contra Francia

Lunes, 18/07/2022 01:09 PM

Esta tarde, a las 4.30 p.m., se enfrentarán las selecciones femeninas de Brasil y Venezuela, en le contienda por la eliminatoria al mundial del futbol correspondiente, concerniente también a la Copa América.

Como días atrás, en la final del mundial de futbol Sub-20 masculino, entre Francia y Venezuela, la árbitro, brasileña, por cierto, se excedió casi al extremo de cometer "pecado capital, contra Venezuela, he optado ahorita por poner un artículo que escribo por eso, para advertir que esta tarde podría pasar lo mismo y por lo mismo, sin dejar de reconocer la aparente superioridad de las jugadores brasileñas. Pero esto, en muchas veces, a la FIFA, no le es suficiente, le gusta jugar a lo sobre seguro.

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Desde hace días atrás, deseaba escribir un comentario sobre el arbitraje de una señora brasileña en el juego en el que la Vinotinto sub 20 se jugó la final por la copa mundial de futbol contra Francia. Diversos motivos, unos dolorosos y otros agradables, me habían impedido hacerlo. Ahorita, cuando eso me proponía, hallé en las redes el siguiente artículo de mi autoría, escrito años antes, que dice todo lo que ahora pudiera decir sobre la final a la que he hecho referencia. Allí vi, como antes, a la árbitro, haciendo lo que aquí menciono, solo porque jugaba un débil, sin poder en la FIFA, como Venezuela, contra un poderoso, como Francia. No hay nada que agregar, pues quien vio ese juego sabe de lo que hablo.

Jorge Sampaoli y la FIFA, cueva de Alí Babá y aldea de farsantes

Eligio Damas

26-06-2015

El larguísimo "reinado" del brasileño Jao Havelange, de casi cuarenta años, sobre la FIFA, hizo del fútbol y sus competencias internacionales, por sobre todas las valoraciones morales inherentes al deporte, esencialmente en grandes negocios, oportunidades para acumular dinero, hasta estafar y donde lo importante no es competir.

Para el brasileño, eso que dijo el Barón de Coubertin, relacionado con la participación de los atletas en los juegos olímpicos, sólo fue una pendejada, un juicio de soñadores sin los pies sobre la tierra, ni una pizca de empresario. Él pensó siempre otra cosa, nada poética, ensoñadora, pero sí muy propicia para hacer del deporte por encima de todo un gran negocio, una mina de oro. Si de eso hablamos, Havelange, como el rey Midas, quien convertía en oro todo lo que tocaba, cualidad que le fue otorgada por Dionisio o Baco, convirtió al fútbol en fiesta del dinero. Desde su tiempo, las competencias futbolísticas son ferias para hacer dinero que en buena medida entran a las arcas de la FIFA misma, a lo que contribuyó bastante la presencia o participación de la televisión en la promoción y difusión del espectáculo. Entonces hubo un acuerdo empresarial entre los del fútbol y los medios de comunicación. De donde surgió la práctica, derivada de la lógica capitalista, que lo que importa, por encima del deporte, niños, jóvenes y hasta deportistas mismos son las ganancias del empresariado siempre muy posesivo, poseído, engreído y engañoso. A tanto llegó el personaje que creó premios como el balón, botín y trofeo de oro; eso sí, en ellos el oro no está presente, sólo simbólicamente, porque lo guarda la FIFA.

Como el interés dinerario, desde siempre, mucho antes del capitalismo y con éste más aún, y los valores morales fundados en solidaridad, amistad, respeto mutuo, generosidad con el simple prójimo no se avienen, el fútbol y con este otros deportes, renunciaron a aquello dicho por el Barón francés. Lo que ahora prevalece, aunque en sus actos hipócritamente se diga lo contrario, es el ganar y para lograrlo es necesario hacer todo lo que convenga, aunque sea inmoral. Ganar una competencia genera más beneficios económicos que perderla; lo demás es insignificante. Lo importante es que cada competencia derive mayores ingresos; no importa a quien haya que atropellar y hasta frustrar.

Los deportes, sobre todo el fútbol y el béisbol, tienen la virtud de atraer grandes multitudes y particularmente entre jóvenes y niños que están en proceso de formación. Los deportistas destacados como Messi o Miguel Cabrera, uno argentino, el otro venezolano, el primero del fútbol y el segundo en el béisbol, se convierten en modelos de niños y jóvenes. Estos están pendientes de aquellos y sueñan con emularles. El deportista entonces, aunque no lo quiera, está obligado a una conducta pública que sea coherente con la atención que despierta. Quizás parezca como injusto, pero además de lo dinerario, ese es el precio de la fama.

Pero la FIFA, por sólo hablar de esta organización hoy muy cuestionada, poco interés presta a la esencia del deporte y lo que este significa en la educación y formación de multitudes. Estas son, como dijimos arriba, pendejadas que no entran en las motivaciones de la organización. Son vainas de viejos pasados de moda que sueñan con un hombre que no ponga énfasis en ganar y llenar la cartera por encima de todo, hasta del honor. ¡Qué coherencia en el pensamiento contaminado de burócratas, mercachifles que fungen de dirigentes en muchos espacios!

A uno nunca dejará de asombrarlo como un descarado empujón o golpe artero de un futbolista de las selecciones brasileña, española, italiana y hasta argentina, tiene poco significado ante un leve roce que a uno de los de ellas, produzca un jugador de los equipos "pequeños", como Venezuela o Costa Rica. Por supuesto, lo "grande" y lo "pequeño", dependen del nivel o espacio de la competencia. Uno pequeño a nivel mundial como Uruguay o Colombia, se vuelve de los grandes en la "Copa América". También se es "grande" o "pequeño", según se sea o no sede de la competencia. Por ejemplo, ahora, en esta Copa América, Chile por sede, asume para la FIFA categoría de "grande".

Es sabido, desde tiempos ancestrales, que los árbitros de la FIFA, ante cada competencia, tienen órdenes precisas de favorecer a los "grandes", si aspiran que se les siga tomando en cuenta; es decir, si no atienden la orden, "no van pa´el baile".

Eso explica lo malo, en exceso, del arbitraje en todas esas competencias internacionales donde hay falta, tarjeta amarilla o roja según se trate. Una descarada patada de un jugador de los "grandes" en zona de peligro, si el agredido es de los pequeños, pocas veces es percibida por el árbitro. Pero si lo es cuando el "pequeño" apenas respira cerca del grande.

El negocio consiste en que los grandes ganen y los pequeños se queden en el camino lo más pronto posible. ¡Cuánto sudó y maldijo la FIFA, esos mismos que ahora están presos por ladrones, pero dejaron afuera, en la organización las mañas, cuando el modesto y humilde equipo de Costa Rica, iba dejando de los grandes en el camino, entre ellos España!

¡Paren a esos carajos decían con sigilo los de la FIFA! ¡Nos arruinan el negocio! ¡Cántenle falta sólo por tocar la pelota! ¡Cada suspiro de uno de esos granujas es falta y hasta penalti! Recordemos cómo la FIFA violó su reglamento y escogió ocho jugadores costarricenses, durante el desarrollo del pasado mundial, sin azar alguno o sorteo, como corresponde, de los más destacados, en la segunda sorprendente victoria de esa selección en las eliminatorias, para hacerles exámenes antidoping.

En esta filosofía -¿se puede llamar así a esa vulgaridad? – está enmarcada la actuación de la FIFA en Copa América de ahora. La expulsión del jugador venezolano, quien habiendo cometido falta, no estuvo justificada. Fue un exceso que parecería inexplicable si el árbitro no fuese de la FIFA. Había que parar a Venezuela, todavía de los pequeños y quizás por otra cosa. Pero también porque de ganar Venezuela a Perú, quedaba clasificada para la segunda ronda y ponía muy cuesta arriba el pase de Brasil. Fue una simple jugada con la marca de aquella organización cuyos jefes, casi todos, ahora están presos por "presuntos" delincuentes.

Pero también a esa "filosofía" obedece la conducta de Jorge Sampaoli y los jerarcas del fútbol chileno. Lo importante, por encima de todo, incluyendo el honor, la moral deportiva y los niños, para el entrenador sureño, por lo menos en la Copa América, ha sido ganar. Por eso, ante lo sucedido con Arturo Vidal, excelente jugador, Sampaoli actuó en contradicción con la moral y fines educativos del deporte. Aún más, se contradijo con respecto a la actitud que asumió en los tiempos de las eliminatorias del mundial, cuando suspendió a varios jugadores de su selección que violaron las reglas, en las mismas circunstancias que ahora el llamado "rey Arturo". En los tiempos cuando Arturo Vidal no era "el rey Arturo", su madre no le hubiese perdonado esa conducta y hasta lo hubiese "suspendido" por unos cuantos juegos.

No creo prudente y necesario que a un deportista, sobre todo joven, por un desliz se le sancione y vitupere, tanto como dañarle. Pero sí que éste está en un gran compromiso con el deporte y las multitudes de jóvenes que le observan y siguen. Vidal debió ser objeto de una sanción, aunque fuese un juego, para dejar sentado el ejemplo y también para obligarle a asumir su rol con humildad. No tanto por lo sucedido, pero sí por incumplir con la conducta que le impone el ser parte de la selección y estar sujeto a las normas de la concentración.

Pero Sampaoli reaccionó con la idea que "lo importante es ganar", "la moral viene después". Por eso, se olvidó de lo que había hecho antes. ¿Quién sabe qué dificultades o riesgos corrió por aquello?

Ahora, de nuevo, Sampaoli está bajo la observación del mundo del fútbol, de los niños y jóvenes de su país, de América nuestra, ante el repudiable gesto de Jara contra Edison Cavani. ¿Tendrá aquello algún significado para él? O seguirá lo de "sólo importa ganar". Sería bueno que examinara lo que los medios anuncian como la Conmebol, quizás para curarse en salud, iniciará una investigación al respecto y también que el equipo para el cual el chileno juega en Alemania, como respuesta a irrespetuoso gesto le ha puesto en venta. Pero también debe recordar y tomar en cuenta Sampaoli que, con anterioridad, Jara incurrió en la misma indecencia contra Luis Suárez, también uruguayo.

Esperemos los acontecimientos. ¿Prevalecerá el respeto por la condición humana, decencia, caballerosidad, valores del deporte, ejemplo a la niñez y juventud o la procacidad mercantilista de la vieja FIFA?

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