Albergo la esperanza que algunos personajes de la antipolítica antivenezolana sean juzgados y condenados por todos los delitos y crímenes que han cometido contra nuestro país. Esperanza que puede subsumirse en el refrán popular: “ver muertos cargando basura”, en donde los muertos somos quienes clamamos por justicia, y la basura una esperanza inútil, de ver actuar a la justicia.
Tan anhelada justicia está condicionada por dos factores de mucho peso. Primero: la inmunidad amañada por la extorsión gansteril de los disfrazados de campeones de la democracia. Los EEUU han convertido a los delincuentes de la política oposicionista venezolana en carnadas de anzuelo, bastaría con tragarse a uno de estos bichos para que el imperio tenga una justificación para pasar de la “sanción” a la invasión.
La segunda es el peligro de guardar y cuidar mierda. Imaginemos por un instante que, a uno de los petimetres, ya juzgados condenados y presos, les pase algo en la cárcel. Algo que puede ser financiado por quienes necesitan un pretexto, una justificación perfecta, mejorando los ya emblemáticos pretextos de “armas de destrucción masiva” o la amenaza del comunismo. Ese “algo” ya no sería una justificación para invasión por morder un anzuelo, sino por hacer la digestión, pesada y trabajosa digestión, luego de comerse a uno de estos gusanos.
Se fue, lo vimos caminar solitario por el aeropuerto. Dice que pasó a Colombia a pie, lo que nos hace suponer que caminó sobre el puente sobre el rio Táchira, donde alguna vez se quemaron unos camiones luego de un concierto. No sabemos cómo llegó a Bogotá, pero por palabras del Canciller del Gobierno de Colombia, los gringos le compraron el pasaje a Miami, lugar donde sedimentan, cual lodo de desecho, a todos los corruptos de Latinoamérica.
Otros fugitivos, aunque su fuga fuese un “tres y no te veo”, están en Madrid, París, Nueva York y todas esas ciudades que sirven para ponerle nombre a los perfumes caros. Tarde o temprano irán a Miami.
Ni cargar basura, ni guardarla, ni perfumar la mierda. La historia ya los ha condenado, ya está escrita, en tiempo real y por ellos mismos. Todas sus declaraciones, incoherencias, estupideces y sandeces circulan por las redes digitales. Están a un click.
La justicia divina se la dejamos al Creador. La justicia legal, y específicamente la nuestra, la venezolana, se queda trabada, no quiero decir “engatillada” para evitar se aluda a los escenarios que los traidores merecen. La justicia moral, la que viene de la sociedad, no perdona.
Adonde quiera que vaya el otrora ovacionado en pleno por el Presidente y congresistas de los EEUU, le preguntarán por su usurpación impune. Otros les gritarán que jamás fue gobierno, ni de transición ni de mutación ni de nada. Y muchos, de manera reposada, con pruebas y con contraejemplos, le restregarán en su cara lo que nadie puede negar, las elecciones libres son propias de Venezuela, donde eligen los electores y los resultados irreversibles se publican en la web antes de 24 horas, y cualquiera puede comprobar que lo que se contó en la mesa, coincide con lo publicado.
No deseo que le vaya bonito, pero sí, le digo adiós, para que no vuelva ni él, ni otro igual.