No dicen nada, como si la cosa no fuera con ellos, se quedan callados
El silencio de La Contraloría no tiene nombre
Por: Luis Enrique Sánchez P.
Miércoles, 03/05/2023 09:42 AM
Mi primer trabajo de paltó y corbata y en el mundo formal del quehacer diario, lo primero que me indicaron desde la Oficina de Personal, que así se llamaba, cuando ya estaba a bordo, fue que tenía que enviar una declaración jurada de bienes a La Contraloría, donde describías específicamente, con valores estimados, los bienes que estaban a tu nombre, lo que poseías al entrar a trabajar, declaración que no sé si permanece vigente en estos años convulsivos de corrupción desatada.
Al finalizar tus labores con el estado venezolano debías hacer otra declaración jurada a La Contraloría, de los bienes que poseías al salir de la administración pública, el objetivo era evidente y ambas declaraciones obligatorias.
Se sentía el peso y la presencia de la Contraloría General en la vida de los ciudadanos.
Y en mi caso personal, pues era solo un estudiante universitario, pero que estaba en la obligación ciudadana de cumplir con los trámites formales establecidos en ese momento, para poder cobrar lo que te correspondiese como emolumentos y finalmente lo que se llamaba al retirarte, la liquidación.
Y ustedes se preguntarán por qué todo este cuento, a que viene esa historia de controles previos y controles posteriores que La Contraloría General de la República está en la obligación legal de realizar y que aparentemente no lo están haciendo.
Eso es lo que los hechos indican que la Contraloría no está controlando y de ahí el gigantesco y vulgar robo a que hemos sido sometidos, de ahí el patético, orquestado y aparentemente tapareado movimiento y apropiación de extraordinarios volúmenes de dólares sustraídos a la Nación y el actual escándalo.
Ese tsunami de dólares que se han llevado, miles de millones, aun no cuantificados con certeza, sustraídos en sus narices, en las narices de la Contraloría y de las autoridades del país, sin que se dieran cuenta, cuesta creerlo y tenemos que como la gran respuesta están sumidos en un silencio de tumbas abandonadas.
No dicen nada, no explican bien y exhaustivamente el caso.
Dónde están los administradores, los contadores y los auditores de la Contraloría General de la República que no dicen nada, que les pasa, por qué permanecen mudos, afónicos, es que acaso no van a dar ninguna explicación, no van a decir por lo menos, estamos investigando, estamos elaborando un informe pormenorizado y una vez que lo tengamos se lo vamos a mostrar a todos los que aquí vivimos, a la opinión pública, hasta el momento despreciada y puesta de lado o es que no nos merecemos saber qué es lo que pasó, qué es lo que está pasando y que van a hacer al respecto.
Hablen o callen para siempre, como si nada hubiese pasado.
No dicen nada, como si la cosa no fuera con ellos, se quedan callados.
Y el ciudadano común, ustedes, nosotros, cada uno de nosotros, todos asombrados y estupefactos ante tamaña desfachatez.
Me sorprende y debo decirlo, me causa mucha impresión que el escándalo no haya llegado a mayores proporciones, a veces tengo la sensación que el pueblo está dormido, anestesiado, como soñoliento, que los niveles de conciencia están muy bajos o que la incredulidad y la falta de esperanza se ha apoderado de gran parte de la población.
Aunque aun mantengo la esperanza de que no es así, de que estoy equivocado en mi percepción y que una vida mejor y más sana es posible en nuestro país.
El Silencio de La Contraloría no tiene nombre.