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La chamana nos reencanta a nuestros orígenes Incaicos

Lunes, 08/07/2019 01:50 PM

El chamanismo está muy ligado a nuestra cultura, como las comadronas. Es un subjetivismo real que se liga a nuestra conciencia de una manera intima, constituye una verdadera técnica indígena, ya ha pasado a otro nivel de conciencia desde que se inició la colonización y las religiones empezaron a surtir efectos en nuestra población indo- americana. Me gusta lo fármaco natural ligado con pornografía, me da más valor para la vida, hay que revelar nuestro universo subjetivo. Lo que me interesa es el cortocircuito que se puede producir entre mi conciencia ya totalmente siglo XXI occidental, desde esta subjetividad política que es la mía, y otra tradición, de resistencia a la normalización colonial.

Es una alianza entre ambas, es la relación del chamán con nuestra esencia humana, siempre tendremos una perspectiva indigenista. Podríamos decir que yo establezco con la testosterona la relación que el chamán establece con la planta: en ambos casos se trata de tecnologías de producción de conciencia. Se podría pensar que las prácticas trans y ciertas prácticas chamánicas indigenistas son en distintos contextos prácticas de resistencia a la normalización de la subjetividad. En ese sentido puede ser interesante en un momento dado establecer un cruce entre ambas. Pero a mi chamana en ningún momento la vi como indígena, tenía teléfono y WhatsApp y estaba más conectada que yo. Casi veo más indígena al médico de aquí.

¿En qué sentido?

En el sentido de atado a una arqueología colonial, que eso sí lo veo como una especie de indigenismo europeo, por decirlo de otra manera. Cuando uno se aproxima al discurso médico, anatómico, se da cuenta de que funciona con una visión del cuerpo del siglo XV (por ejemplo, de Vesalio o de Ambroise Paré) para pensar la subjetividad sexual del siglo XXI. En ese sentido el chamanismo y la medicina están en una proximidad increíble, es decir que supuestamente tienes que ir al médico cuando eres trans y el médico te va a decir: "Usted está enfermo disfórico del género y le vamos a dar la testosterona" y te hace firmar un papel que no deja de ser un ritual. Puedes hacer exactamente lo mismo con un chamán, no quiero exotizar y decir que las prácticas del chamanismo sean siempre utópicas o transformadoras por sí mismas. Hay muchísimas prácticas chamánicas que son absolutamente conservadoras, por ejemplo, con respecto a la figura patriarcal, y que son totalmente binarias. Pero me interesa explorar otras prácticas de subjetivación disidentes, porque si es necesario superar la epistemología de la diferencia sexual, va a ser necesario entre otras cosas reencantar la naturaleza. Yo reencantaría todo no sólo la naturaleza, creo que hay que reencantar la máquina, reencantar el objeto, todo.

Luego de quedar viudo, prefiero utilizar ciertos términos con la persona femenina que esta más cerca de mí, eso me erotiza y me hace varonil. Baje del apartamento varios perfumes a casa de mi hija, para ducharme y utilizarlos, no me daba un broche de perfume desde que falleció mi esposa Thais de cáncer hace tres años y medio., todo cambia.

¿A qué te referís con reencantar?

Reencantar es reanimar. Yo creo que tenemos que entrar en un tecno–animismo cósmico y que nada más puede salvarnos. Sería lo único que pueda evitar que estemos en esta relación de destrucción sistemática del planeta. Con lo cual, entender que todo es absolutamente sagrado, todo, que el lenguaje es sagrado, pero obviamente que los seres vivos son sagrados. Esta mesa en la cual estoy sentado, por muy cutre que parezca es el fruto de una cooperación histórica increíble y esa historia deberíamos honrarla cada vez que nos sentamos. Y por eso me gusta la performance, yo la veo todo el rato en la calle, cine y teatro, no veo más que performance alrededor mío, lo que me interesa es la desnaturalización y desautomatización del gesto.

Qué significaría si cada vez que hacemos algo, dijéramos algo, prestemos atención a la dimensión de coreografía política normalizada, y de repente podamos introducir ahí como un proceso de deshabituación. Un día hablé con un chamán peruano que me decía ser pornográfico, es imposible, que yo tenía que estar de un lado o de otro porque si no, no podía tomar ayahuasca ni fumar ya que la planta no sabría cómo relacionarse conmigo. Que la planta no sepa cómo relacionarse con uno es super interesante. Eso es lo que me interesaba con el proceso de la testosterona, es decir que ni tú ni la planta, ni tú ni la molécula, saben muy bien cómo establecer una relación mutua si esa relación no es una relación de causa-efecto. Porque, aunque alguien te diga "te vas a tomar tantos miligramos y era esto", da igual, el día que te levantas por la mañana y la voz es otra voz el efecto es impredecible.

Pero, no podía fumar, soy cristiano evangélico, pero sí me interesaba que me funcionara la testosterona.

Hoy, los sexólogos y especialistas te ven como un débil en la relación sexual. Te ven de un solo sexo.

No puedo aceptar que en un proceso de simple paso de un lado al otro del binario en el que solamente existen dos géneros. Lo que pretende la medicina neoliberal es que ser transexual pueda ser un proceso administrativo de cambio de sexo avalado jurídicamente, dentro de la norma binaria y heterosexual. Eso no tiene ningún interés. No hay discurso anatómico, ni discurso político ni legal, para dar cuenta de la complejidad de lo que sucede en ese proceso. Esa irrepresentabilidad del proceso es precisamente lo que me interesa.

Admiro al presidente Evo Morales porque saco de Bolivia los transgénico, a McDonald’s y los alimentos chatarras, a su vez, les dijo a los bolivianos que no comieran pollos enchucados o inyectados con hormonas, simplemente no desea homosexuales y transexuales en su dominio territorial, el matrimonio es entre un hombre y una mujer, no de dos en dos, pero, ya las multinacionales farmacéuticas hicieron su papel de pervertir al ser humano. Ahora por doquier, tenemos una lucha feminista.

Por supuesto. A mí me interesa la dimensión política de ese proceso, y por tanto hacerlo público a través de la escritura y la palabra. Con todos los problemas que eso genera para la opacidad de los distintos discursos porque en el fondo cualquier discurso de poder (el médico, el legal y el de los falsos ideólogos) pero incluso el discurso blanco, heteroliberal dentro del ámbito feminista, lo que quiere es minimizar la potencia disruptiva de esa experiencia, de la que es imposible dar cuenta dentro de un sistema binario. Esa es la paradoja absoluta de un régimen que al mismo te propone la posibilidad de hacer una transición de hombre a mujer o de mujer a hombre y que simultáneamente impide toda proliferación de la vida fuera del binario.

El nuevo izquierdismo, en cierto sentido desea esto. La hija de Raúl Castro en Cuba busco la protección del padre para proteger a los homosexuales, pero, más allá, a muchos hombres normales se les pego el deseo de mujer y hoy, Cuba, en este sentido, se encuentra muy debilitada y en sus frustraciones desean irrigar la propensa de ser hombre o mujer para controlar tus sentimientos. Por eso, Putin hablo en este segundo trimestre del año 2019 muy claro sobre la sociedad rusa, no va a permitir desordenes de esta índole en la antigua UURRSS. Debe existir una identidad sexual.

El problema es que algunos de los discursos de resistencia, como el feminismo liberal, se han transformado en dispositivos de control patriarcal y colonial, en discursos de opresión racista y lesbófoba y tránsfoba. La clave de toda lucha de liberación política es el deseo de transformarlo todo y ese deseo pasa por ser capaz incluso de enviar a la mierda a un cierto feminismo liberal normativo: a la mierda los carceleros del deseo transformador. A la mierda el feminismo liberal cuando se convierte en carcelero. Y cualquier consigna que venga del feminismo que tenga que ver con la normalización que lo que significa ser mujer o ser madre, debe ser entendida como un freno a la revolución total.

Yo estoy del lado de la desidentificación crítica y no de la identidad. Para mí lo más importante es reconectar con el cuerpo vivo que somos, no con mi esencia femenina, masculina o incluso trans… La potencia de vida que me habita es lo único que me interesa políticamente. En mi caso, esta desidentificación vino de la mano de la escritura y de la testosterona. Ese proceso nunca puede ser un proceso individual, un proceso solitario, sino que siempre acaba siendo como establecer una complicidad con alguien y con algo.

Yo siempre digo que tengo con la testosterona la relación que puede tener el chamán con la planta. Es el fármaco, evidentemente en el sentido derridiano del término, es decir aquello que te mata pero que te transforma y que puede también revitalizarte totalmente. Y sobre todo el hecho de que lo que tiene que ver con la experiencia de la transición con la testosterona pone en primer plano algo que el feminismo quería dejar de lado por toda la tensión entre el constructivismo y el esencialismo

Es la pregunta por el cuerpo vivo. Cuando el constructivismo de género habla de la construcción social y cultural de la diferencia sexual olvida decir que lo que se construye es un cuerpo, una ficción política viva. El género no es una ideología, es parte del cuerpo, es una prótesis política encarnada hecha de lenguaje, de instituciones, de técnicas social ritualizadas, y todo eso también es tecno–orgánico y tiene su propia vida.

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