El pasado jueves en un acto presidencial desde el Waraira Repano la aparición de la Orquesta Típica Nacional generó alborozo en no pocos venezolanos. "Qué maravilla: La Típica Nacional". Aplausos por el acierto.
Al culminar el evento el presidente, con alegría, anunció nuevamente a la Típica, pero no apareció, y apenas se escucharon uno acordes que luego fueron tapados por prensa VTV: "Estuvimos viendo al presidente" aprobar, exigir, solicitar, y un largo etc. que terminó evidenciando que en muchísimos casos la música (sobre todo la de tradición) es un relleno.
Lo acontecido nos lleva mucho más allá. Como todo pueblo con historia, los venezolanos en un altísimo porcentaje nos alimentamos de tradición, de sonidos, de mitos, creencias, de leyendas apuntaladas en el imaginario colectivo que tenemos como nación.
Ese mundo, que nos hace únicos debe ser cuidado intensa y amorosamente. No puede ser mirado y mucho menos mal tratado (y maltratado) por ese pensamiento eurocéntrico que sigue dominando, aún en revolución, y hace, por cierto, un gran favor al plan de dominación imperialista.
Si permitimos que los nuestros invisibilicen, maltraten y peor, que propicien el robo de ese mundo espiritual vestido de tradición que tenemos, estaremos sirviendo al enemigo la parte más vulnerable del cuerpo nacional. Vendrían con más fuerza el neocolonialismo y la desmemoria programada.
Si perdemos nuestra memoria, nuestro ADN de pueblo, estaremos indefensos, no importa cuántos cañones y aviones tengamos.
No gritemos "Viva Venezuela" mientras entregamos al olvido los valores culturales que nos apuntalan como país.
El que quiera entender, que entienda.