Batalla de Urica, a Boves le llegó su día, la guerra toma otro rumbo y dimensión (5-12-1814)

Jueves, 05/12/2019 03:06 PM

Nota: De nuestro libro "Facetas de Historia Regional", sin editar y convencer a nadie se interese en el asunto.

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El 5 de diciembre de 1814, se produjo la batalla de Urica, aquí muy cerca de Barcelona. En ella, cuando los dos "comandos rompelíneas", bajo las jefaturas de José Tadeo Monagas y Pedro Zaraza, atacaron por el flanco derecho a las tropas de Boves, a estas desordenaron y el asturiano, sorprendido por aquella arretimada audaz, terminó ensartado en la lanza del segundo de los comandantes patriotas señalados.

Ese acontecimiento marcó un cambio en la guerra de independencia. Pone fin a la hegemonía guerrera del asturiano y el ejército patriota comienza a tomar un carácter distinto; el liderazgo pasa de manera definitiva a manos distintas y más comprometidas con objetivos populares, independentistas y republicanos. Poco tiempo después, hombres como Pedro Camejo o Negro Primero, de origen esclavo, pasan a formar parte en abundancia del ejército patriota y ya los líderes no serán figuras como el Marqués del Toro, de los godos de Caracas, sino como José Antonio Páez. Mientras que las banderas colonialistas y españolas comienzan a perder apoyo popular.

La gente se vino presurosa y con angustia desde Caracas a buscar refugio en Oriente. La población civil que por los caminos imprecisos se lanzó tras los soldados, llegó a superar a estos en cantidad. Mujeres, niños y hasta ancianos, valiéndose de cualquier medio, marcharon al mismo ritmo que imponía la tropa; de vez en cuando, ésta retrasaba su marcha para ofrecer precaria protección a los refugiados que abandonaron todo en la ciudad por temor a las represalias de las fuerzas de Boves que pisaban los talones de quienes emigraban a Oriente.

Detrás de la desordenada retirada de aquella gran masa humana que a oriente vino a buscar refugio, llegó el asturiano Boves. Le vino siguiendo desde el momento el momento mismo que escapó de Caracas. Y en deseo de aniquilar cualquier vestigio de resistencia avanzó hasta Cumaná. El general Piar asumió la responsabilidad de detenerlo.

"Banderas y banderolas en la sabana del Salado", como dijese el poema de Paco Damas Blanco, que parecían infinitas, refrescaban el espacio ancho y salitroso. Piar puso todo empeño y experiencia adquirida a partir de las batallas de Maturín y la exitosa campaña hacia el centro. La ciudad del Manzanares había puesto su esperanza en el mismo hombre que salvó a Maturín el año anterior de las arremetidas de Zuazola, De la Hoz y del mismo Monteverde.

Pero esta vez, el jefe enemigo era diferente. Y las tropas parecían empeñadas en imitar la ferocidad del caudillo y la furia y empuje que les impulsaba eran incontenibles, como también el gran número de ellas.

Boves era el más acompañado de los jefes militares de la contienda en Venezuela. Ejércitos enormes iban tras él. También era delirante el entusiasmo que sus arengas despertaban. Por donde pasaba el terrible asturiano, los hombres más humildes del país, detrás de él marchaban. Boves despertó el odio oculto e inconsciente anidado en los espíritus sencillos de hombres humillados y explotados; de gente bondadosa hizo rapaces y asesinos; de pillos y villanos, jefes de montoneras con poder y capacidad para imponerle a él mismo y exigirle el cumplimiento de ofertas. Así debió ordenar exterminios, blasfemias, torturas, degollamientos colectivos, pillaje y más pillaje, porque eso era parte del programa propuesto a sus seguidores que creyeron en la venganza como alternativa para alcanzar una vida mejor.

Este Boves, exterminador; agitador insigne y relevante; líder de masas sin propósito racional; en la sabana del Salado hizo añicos la tropa oriental del glorioso Piar. Cumaná fue arrasada. Boves hizo que los cumaneses olvidasen los tristes y dolorosos días de Cerbériz y Antoñanzas.

Y pocos días después, hasta al intrépido Bermúdez, batió Boves en la batalla de los "Maguelles".

A Urica llegaron los patriotas en diciembre de 1814, Ribas marchando desde Maturín, se unió a Bermúdez que venía del fracaso de intentar detener aquella marejada descomunal que encabezaba Boves.

360 lanceros de caballería se escogieron de aquel ejército de 2000 hombres. 180 al mando de Pedro Zaraza y a la otra mitad se puso bajo el comando de José Tadeo Monagas. Fueron las dos columnas conocidas como "rompe líneas". La crema de los combatientes de a caballo y de brazo fuerte y hábil para manejar la lanza. Entre los soldados de la columna de José Tadeo, en aquel soleado día en la sabana de Urica, estuvo bregando, incansable y enérgico, Juan Antonio Sotillo. ¡Sí! También estuvieron en Urica y con él, sus hermanos mayores José y Miguel. En aquella memorable jornada del calamitoso y mal año de 1814; en un diciembre lleno de presagios, murió José Tomás Boves. La sabana de Urica no sólo fue su tumba, la "tumba de los tiranos", sino también, la de una concepción de la guerra, del conflicto socio económico que embragaba a Venezuela y de la estrategia que frenaba la aspiración de libertad.

La columna "rompe líneas" comandada por Pedro Zaraza, cumpliendo su labor y estrategia militar traspasó las fuerzas de adelante del ejército enemigo y se hundió hasta el fondo. De repente el oficial patriota, en su enérgico y hasta heroico movimiento, se halló de frente al general asturiano y le ensartó en su lanza.

Y en la muerte de Boves, que no sólo fue la de un soldado y de un oficial que despertaba entusiasmos populares, tuvo mucho que ver también el guerrear incansable de los Sotillo. Porque el cuerpo "rompe líneas" de José Tadeo, del cual ellos formaban parte, jugó papel importante en la muerte del vigoroso guerrero asturiano. Las columnas "rompe lineas" atacaron al mismo tiempo por el lado derecho y de manera envolvente.

Dice José Tadeo, "formada nuestra tropa en estado de batirse marchó de frente y cuando ya sufríamos un duro fuego de cañón y fusilería, mandó el general Ribas que nuestras tropas principiaran sus fuegos; encendido el combate mandó que los dos cuerpos "rompe líneas" cargaran al lado derecho del enemigo, lo que ejecutamos de un modo decisivo".[1].

Continúa José Tadeo narrando parte de lo que pasó aquel día en Urica; y dice "Cuando Boves vio que su fuerte columna era envuelta. Salió de su centro precipitadamente y también murió en este glorioso choque". [2]

Los Sotillo, soldados de a caballo, al servicio de José Tadeo, aquel día en la sabana de Urica, empujaron con fuerza y furia colosales. Desbaratar las líneas enemigas y envolverlas fue la finalidad del "rompe líneas" en ese día glorioso de diciembre de 1814 que va a marcar un hito importante en el desarrollo de la guerra. Acabar con Boves era deseo secreto de los hermanos Sotillo.

Para ellos, Boves era algo más que el caudillo que arrastraba tras de sí, como un colosal fenómeno telúrico, fabulosos ejércitos de soldados del pueblo, campesinos sin tierra, llaneros que habían perdido el derecho al usufructo del ganado orejano, negradas que veían en el asturiano la oportunidad de alcanzar la venganza.

Ya Boves no era nada más que el general sanguinario que había arrasado varias ciudades del país y obligado a todo el ejército patriota a replegarse desesperadamente hacia la costa oriental.

Boves era la representación más genuina de aquella oleada de bárbaros que saqueó, maltrató al país; pero por encima de todo, fue quien invadió a Santa Ana y pasó por las armas a la mayoría de los adultos y otros mutiló, castró y hasta Bárbara Pérez de Sotillo, la madre de los "Macabeos", salió con dos heridas.

Y no sólo su madre; otras importantes damas del pueblo fueron víctimas en aquellos sucesos. La lista de Manuel Landaeta Rosales, incluye también a Úrsula Ledezma, quien perdió un brazo y fue herida en la cabeza. Dice el mencionado historiador, "además Úrsula Barrios perdió un brazo y Luisa Perdomo recibió herida en el pescuezo. Ciriaca Carvajal y tres hijas fueron sacrificadas".

Los "Macabeos" le llevaban la cuenta a Boves. Ellos y sus compañeros de Santa Ana, le tenían cosas pendientes que les tocaban muy de cerca. Los desorejados de Aragua de Barcelona y estos últimos abusos y excesos en su pueblo natal.

[1] Monagas, José Tadeo. Ibídem Pág.68

[2] Ibídem. Página 68.

 

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