7 de marzo de 1940 – 7 de marzo 2020

Los 80 años del poeta Gustavo Pereira

Sábado, 07/03/2020 06:56 AM

7 de marzo de 1940 – 7 de marzo 2020

Querido Poeta Gustavo:

En cualquier hora cuando los arrebatos han impuesto sus arbitrariedades ha estado tu voz mesurada para acallar en la dulzura, para calmar en la impaciencia, para serenar en el desvarío. Tal es la efigie interna de tu alma ante el sosiego invisible.

En la hora infinita de la alegría te abrazamos.

Tu risa ha estado ahí, como las olas, batiendo en su porvenir las tristezas que deja la miseria, las amarguras que advienen de las injusticias, los pormenores acechantes desde las imposibilidades. Cuánto no hemos podido hacer fue porque en su hora vencida lo impuso el imposible. No en desmedro de nuestras voluntades, sino de nuestros más humildes medios.

La amistad se te brinda como una copa.

Siempre está abierta a los cuatro horizontes del cielo, siempre que medie la cordura, la locura razonable (si acaso vale el término), el bien sin condicionamiento, la entrega sobre toda vanidad, sobre todo egoísmo. La has sembrado en todo el país, y medio mundo; y en la otra mitad de la vida la dejas germinar con la poesía y la reflexión, la idea y el pensamiento; con las llamas y los resplandores, para iluminar, cautivar y celebrar cuanto nos deja el gran océano humano.

La poesía ha sido tu hallazgo y tu oficio.

La casa de tu ser. En ella depositas tus pieles, tus alforjas, tus ojos de mirar leyendo, de cantar diciendo, de preguntarte recónditas incertidumbres en ancestrales huellas. Por la poesía se te hace sol la soledad, se te hace estrella el abatimiento, se te convierten en surcos regados por el rocío las peladuras del alma que alguna vez llamaste "derrotas", o algo así. Por eso la contrapones como batalla moral contra toda insensatez, contra toda ignominia, contra toda pesadez. Hurgas en los hondos misterios de su nombre para encontrarla y edificarla, para verterla en taza o vaso, para brindarla en copa y ser. Por poeta eres amado, y por poeta eres huella germinada en los corazones humanos. La poesía es tu casa y será siempre tu tierra y tu polvo. En ella eres y en ella serás eternamente convertido.

Nada vence tu voz interior.

Al camarada y al hermano, a la dama de nieblas y a la mariposa de la noche; a la dama cauta y serena, y a la muchacha soñadora; al príncipe y al labriego, al pescador y al compañero de viaje; al joven con cuadernos y ojos de escuela, a los hijos sensibles cuando toda oscuridad azota las puertas de salir adelante, a los pintores más admirados y los músicos más entrañables; en fin, a todos —como mano de tierra para la semilla fresca—, das en la poesía tu pan, tu sentir y tu lumbre, sin pedir nada a cambio.

Por el poema del somari eres conocido.

Con tu somari aprendimos el canto breve del infinito, y la melodía de las lámparas en los misterios de la noche y la ignorancia. Nada vence la sabiduría sencilla de tus verdades, ni la pasión indoblegable de tus gritos tras el verbo que demanda la justicia, la igualdad y el bien común. Tus alforjas señalan en su lumbre interior los actos de fe de la redención por el hombre y sus sueños. Ninguna vanidad se contrapone en tu alto nombre a ese sentir, y a ese combate interior de tus venas. Tal vez porque en tu padre Benito esa voz de lucha era sabia altiva, o porque en la vieja máquina de coser Singer de doña Ofelia se tejieron los rumbos del niño pródigo con los resplandores del amor inmensurable de la humilde madre.

Eres hombre de mar y vientos.

Quienes sabemos de la isla que te extraña con la inocencia y la ternura del desterrado, quienes testificamos la fiesta de tus nostalgias frente a los trenes y las lunas de medianoche en alta mar; quienes presenciamos los destellos de tus cantos en tu lar natal, abierto de brazos frente al gran cerro Guayamurí, con serenata de pájaros; sabemos de tu inquietud para atravesar año a año las costas de Cubagua para atrapar un fantasma extraviado en las sombras, o para descubrir en el légamo, amargas y dulces experiencias de la diáspora, cuando el alma tiembla en el ala de remotos colibríes. Quizás nadie se ha fijado en la mariposa que ayudaste a volar, o en el papagayo azul que se tragó el sol ávido, antes de la edad de las copas. Así fueron también tus primeros barcos con el pie hundido en la arena cálida y la espuma indómita, allá en tu Punta de Piedras natal.

80 años desde la vida

Y un día la poesía trajo su canasto de idiomas a tu lecho, y se sentó con su gran falda de plumas, y te sedujo con los labios pintados, y te hizo bailar entre los horizontes de Venezuela, tu Venezuela. Y el naranjo de tu casa y los cambures y la biblioteca, la contemplan en tu pequeño refugio de Lecherías. Se quedan a tu lado, con tu nombre, y oyen la lluvia, y oyen tu voz, y son testigos infinitos de tus ojos y tus huellas, viviéndote. Ahí también moran las copas que tomamos, y los juegos de los hijos y los nietos que te hacen feliz. Le llamas, pequeña tribu. Por ahí, Poeta del alma, están los amigos, incluso los amigos ausentes e invencibles, que te llamaron a media noche para guarecerse de la injusticia y el derrotero. La vida, como una cometa, se hace larga y nos sube al gran árbol de la edad grande. Mas nos hace sentir que aún estamos aquí, entre los vientos, junto a los mares y junto al verbo nos salva y nos revela. De igual modo, nos ayuda a combatir por la patria y por nuestros conciudadanos, por nuestras otras almas de la tierra común; preservando y defendiendo la inequívoca identidad. Y debajo de toda palabra, por sobre todo somari, estará tu palabra y tu ejemplo civil, que nos devuelve a la cordura, y nos hace vencer los peores desamparos. Pequeña gloria de todos los soñadores. Pequeña gloria que nos das a todos tus soñadores. ¡Feliz Cumpleaños Poeta hermano! ¡Santé! ¡Salud!

Mesa de Guanipa, 7 de marzo de 2020

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