Los límites geográficos y de tiempo se dan la mano en la geohistoria, en lapsos o territorios de guerra o de paz. Así ocurrió en los Tratados de Trujillo de 1820, entre los jefes de militares Simón Bolívar y Pablo Morillo, distanciados por dos doctrinas disímiles y enfrentadas. Igual pasa hoy con la defensa de la soberanía nacional, los patriotas defienden lo que la doctrina liberadora y la moral republicana señala la bitácora a seguir, en cualquier lugar de Suramérica, sea Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú o Bolivia o más allá.
El pasado noviembre de 2020, se cumplieron doscientos años del Armisticio de Trujillo, así tanto los patriotas como los realistas acordaron un tiempo de paz y de guerra que en su artículo dos establecía:
Art. 2º La duración de este armisticio será de seis meses, contados desde el día que será ratificado; pero siendo el principio y base fundamental de él la buena fe y los deseos sinceros que animan a ambas partes de terminar la guerra, podrá prorrogarse aquel término por todo el tiempo que sea necesario siempre que expirado el que se señala no se hayan concluido las negociaciones que deben entablarse y haya esperanza de que se concluyan.
Los colaboradores de Bolívar con Sucre a la cabeza, acordaron los límites territoriales que sostenía por el lado sur la doctrina de liberación bolivariana y por el norte los realistas españoles, despeñados ya para 1821 en la franja norte de América del Sur, las costas de Venezuela y de Colombia con el Mar Caribe que le daba la ventaja marítima para escapar, más no control territorial, así lo señaló el Armisticio de 1820:
El río de Unare, remontándolo desde su embocadura al mar hasta donde recibe al Guanape; las corrientes de éste subiendo hasta su origen; de aquí una línea hasta el nacimiento del Manapire; las corrientes de éste hasta el Orinoco; la ribera izquierda de éste hasta la confluencia del Apure; éste hasta donde recibe al Santo Domingo; las aguas de éste hasta la ciudad de Barinas, de donde se tirará una línea recta a Boconó de Trujillo; y de aquí la línea natural de demarcación que divide la provincia de Caracas del Departamento de Trujillo.
La significativa comprensión geográfico por parte de ambos bandos determinaba no solo la precisión del territorio en la disputa bélica sino sus ámbitos políticos pero se impuso la voluntad de los hombres y la incertidumbre del tiempo. El Unare, es un río cuya cuenca zanja al oriente del centro de la actual Venezuela, y lo que llaman los llanos altos constituía un bastión patriota cuyos llaneros se destacaron en episodios épicos de orgullo militar en las batallas previas, durante y después de Carabobo; baste recordar uno de esos gladiadores en la persona de Juan José Rondón y con él, miles de hombres y mujeres troperas de igual arrojo y temeridad llanera en una guerra de carácter popular prolongada.
El Manapire, cuyas cabeceras están cerca de Altagracia de Orituco, hoy es una pequeña cuenca que atraviesa el corazón de Venezuela, el estado Guárico, y descansa en el Orinoco al sur, en verano abundan los caribes o pirañas y en invierno los manatíes del sur que usan sus regazos como criaderos. Esa geografía no ha cambiado, sigue allí, sus piedras, sus arenas sus quebradas, sus potreros, la misma topografía que ordenó levantar Pablo Morillo en 1815 cuando llegó como expedicionario pacificador a América, cinco años después retornó derrotado a España luego de firmar el Armisticio y entregar una capitulación velada a Miguel de la Torre. Morillo luego de servir a Fernando VII en otros cargos y campañas termina su vida en precaria situación económica y olvidado muere en Beréges, Francia en 1837.
Desde diciembre de 1820, Bolívar se había retirado a Bogotá a ocuparse de los asuntos de Estado y a apoyar la campaña del sur, victorias que confió a su más preciado general Antonio José de Sucre, mientras que Maracaibo se sometía al mando monárquico pero con aguerridos oficiales como Rafael Urdaneta y José de las Heras, colocados en alerta en los límites de control establecido durante el Armisticio.
El levantisco pueblo marabino, no soportó más la tiranía y tomó la suerte de desconocer el gobierno de la Monarquía, nombraron sus autoridades y desconocieron a España, no obstante los esfuerzos de Bolívar para sostener los acuerdos de paz y honrar los tratados de Trujillo, en vano escribió a Miguel de la Torre sobre las consecuencias de desatar la ira irracional contra el pueblo de Maracaibo y los desertores pasados al bando patriota.
La suerte estaba echada cuando el general Rafael Urdaneta acopió información para determinar una acción, ya el coronel cubano José Rafael de las Heras al mando del batallón Tiradores en Gibraltar con la fortaleza y voluntad del ejército patriota, le dio soporte a los sublevados sin esperar una orden contraria del Alto Mando Patriota. Maracaibo se hizo del lado patriota el 28 de enero de 1821, cuatro meses antes de concluir el Armisticio, se reiniciaba las acciones bélicas y los cañones y fusiles se preparaban para tronar de nuevo a lo largo de los frentes militares establecidos en el Armisticio de 1820. A los españoles les quedaba Coro, Puerto Cabello y Cumaná cuya plaza estaba asediada, rodeada y con una débil resistencia española en ese punto solitario del Oriente venezolano.
La elección del coronel José de las Heras no fue una acción de tipo administrativo, era la necesidad de cumplir con una orden militar que no estaba firmada ni declarada oficialmente pero que Bolívar la acariciaba en el entendido de la superior voluntad y conciencia de liberar los territorios que todavía ostentaba España al mando de Miguel de la Torre.
Esa geoshistoria de liberación protagonizada por el pueblo marabino el 28 de enero de 1821 sigue siendo el ejemplo histórico que hoy inspira las fuentes del pensamiento bolivariano, hoy la justificación puede ser una estrella más para la bandera venezolana pero es sobre todo la reafirmación inequívoca de un tiempo-espacio para la superación de las injusticias y para el respeto a la dignidad de los pueblos.
El territorio de Venezuela fue menoscabado durante los mandatos de distintos gobiernos entreguistas después de la segunda mitad del siglo XIX y parte del siglo XX, por la negligencia de sus mandatarios y por un claro menosprecio a la soberanía territorial original, Una doctrina contraria a la que impulsaron los independentistas del siglo XIX con Bolívar como su principal ductor, o ¿cómo podemos entender la iniciativa del Coronel Heras con Maracaibo o la de Bolívar en la defensa de la territorialidad colombiana en Panamá con la sublime idea integradora del Congreso Anfictiónico en 1826? De lo particular a lo general la defensa territorial pasa por la comprender la doctrina de la justicia bolivariana.
Suramérica sigue vista desde el norte bajo el prisma del colonialismo imperial, ayer español hoy estadounidense, no es un problema de uno u otro presidente sino de una doctrina de dominación, unos más duros, otros más diplomáticos pero la misma rapacidad e irrespeto a la dignidad de estos pueblos que siguen luchando como ayer por su soberanía.
venezuelared@gmail.com