La dimensión cultural de las artesanías podría tener, por lo menos, cinco vertientes: la primera, una dimensión histórica; la segunda, su dimensión étnica; la tercera, la dimensión socio-productiva; la cuarta, su dimensión cultural festiva residencial popular y la quinta, una dimensión patrimonial. La actividad cultural de más vieja data es la artesanía. Estas dimensiones se entretejen y articulan, se alejan y se mezclan, se acercan y se distancian, predominando unas y otras según su desarrollo desigual y combinado. Históricamente, la mujer ha sido alfarera y la tejedora, y el hombre, el tallador y herrero; la gradual especialización de sus miembros a través de una división del trabajo ha contribuido a la multiplicación de las expresiones artísticas y estéticas de los objetos que se elaboran para fines domésticos, rituales o ceremoniales. Su forma de producción, su uso o función, su decoración y su simbolismo deben verse como expresiones concretas, es decir, materiales de la cultura, (Turok, 1988).
Existen implicaciones que derivan de la dimensión cultural de las artesanías y tiene relación con los poderes públicos, tanto del legislativo como del ejecutivo. Decir que las acciones del ejecutivo cultural artesanal no han sido acertadas sería una mezquindad. Decir lo mismo de los poderes legislativos también sería otra tacañería. No obstante, resulta necesario y urgente darle coherencia y sentido de totalidad a la gestión pública cultural, en general, y a la artesanal, en particular, porque facilita la posibilidad de procurar el cumplimiento a los preceptos constitucionales en la materia. En ese sentido, proponemos: resulta impostergable asumir la investigación sobre las artesanías y sus creadores. De igual manera, emprender la legislación artesanal en todo el país para dotar a los estados y municipios de las figuras jurídicas artesanales correspondientes e instrumentar un plan de formación y capacitación permanente del talento artesanal, así como facilitar las posibilidades crediticias para la producción y comercialización de las creaciones artesanales. Impulsar un vehemente proceso de promoción, así como de su valoración patrimonial, emprender la comercialización, en su más amplio sentido, y poner en práctica una agresiva y coherente política económica relacionada con los proyectos socio-productivos. Ello significa poner en práctica la dimensión cultural-socio-económica de las artesanías. Desde la especialidad de la Legislación Cultural, la moción está orientada a crear la Cátedra Permanente e Itinerante de Legislación Artesanal. Un contexto para el aprendizaje permanente, la investigación, en su más dilatado sentido. Un aula para la capacitación integral, particularmente en la normativa jurídica artesanal. El país requiere de una legislación artesanal para los estados y municipios. Existen dos conquistas en esta materia: las Disposiciones Constitucionales Artesanales, (1999), y la Ley para el Desarrollo y la Creación Artesanal, (2013).
La actividad y labor artesanales vienen de los lazos y de contextos familiares. Las habilidades artesanales se van heredando y adquiriendo en un contexto hogar-familia. Las artesanías constituyen parte de la tradición artesanal. Las generaciones mayores van enseñando la labor a las más jóvenes. De esa manera, se forma y constituye la familia artesanal. Resulta un perogrullo afirmar que la familia es la célula fundamental de la sociedad. Pues bien, si en Venezuela existe una familia tradicional, con sentido de pertenencia, arraigo, solidaridad, que comparte los conocimientos, habilidades y destrezas artesanales, entre otros muchos aspectos, viene a ser la familia artesanal y es posible hablar de un legado familiar artesanal. La heredad de la actividad, la familia como un gran contexto de aprendizaje permanente, la adquisición de habilidades, destrezas y conocimientos, el sentido de pertenencia, la cosmovisión cultural y la dimensión socio-cultural de la artesanía pasa a ser parte de la formación y de la personalidad étnica-cultural de la familia artesanal, que siendo tal de sangre, también asume la dimensión cultural de la creación como un hecho cotidiano que define su condición socio-histórica. Aquella expresión popular que hijo de gato, caza ratón adquiere en este tipo de familia toda una dimensión genética, social, histórica y cultural. La familia artesanal en el contexto societario local imprime un sentido de pertenencia y perfil cultural, una cosmovisión, a ese espacio residencial determinado y a la comunidad a la cual pertenece, que tiene su génesis, viene y fluye del mismo seno familiar.
Siguiendo a Manuel Pérez Vila se hace un recuento sucinto sobre los matrimonios de los artesanos pardos de entonces, quienes solían casarse con personas de su misma condición étnico-social, como lo atestiguan casos en la segunda mitad del siglo XVIII, (INCE, 1992).
Juan Félix Olivares era caraqueño, de oficio platero, Contraste de Platería y Orive, fue nombrado maestro mayor por el Cabildo caraqueño en 1775. Hijo legítimo de pardos libres, contrajo nupcias a finales de la década de los años 1750 con la dama Paula Isabel Farfán, hija de una familia de sastres. Esta pareja se dice que tuvieron no menos de 15 vástagos. Juan Félix Olivares falleció hacia el año 1787. Sus hijos, Manuel y Juan Bautista, también se dedicaron a las artesanías, concretamente en la fabricación de instrumentos musicales. Sirva este ejemplo para sustentar lo afirmado. La familia artesanal viene a ser un hecho histórico-social-cultural.
También era frecuente que varios parientes, específicamente hermanos varones, quienes ejercían variados oficios artesanales y sus hermanas se unían y se casaban con un colega de alguno de aquellos. Así sucedió con los hijos de Juana Juliana Núñez de Aguiar. Uno de ellos, Domingo, quien fue sastre; otro, José Antonio, platero. Por ejemplo, Ramona, fue esposa del platero, mestizo José Manuel Tablantes. La heredad artesanal, de alguna manera, se garantizaba. El testigo artesanal siempre va en camino. La carrera artesanal constituye una herencia de estirpe.
La Escuela de los Landaeta, durante el siglo XVIII e inicios del XIX, llevó a cabo un trabajo en la formación de tallistas, maestros mayores de albañilería, herreros, plateros, músicos, carpinteros, ebanistas, sastres y zapateros, entre otros muchos. La producción de los imagineros y escultores criollos fue en su mayoría de género religioso y dedicada a las iglesias, cofradías, conventos y oratorios particulares. Por sus enlaces sociales y las relaciones que les proporcionaba con todas las clases, el ejercicio de sus oficios, los Landaeta, Lovera y Olivares constituyeron una élite artesanal de origen pardo para finales del período de la Colonia. El papel de los artesanos en la historia política de Venezuela ha sido significativa y determinante. Artesanos y artesanas han sido, y son, contestatarios por antonomasia. Estos creadores y creadoras parecen afirmar: Izquierda, izquierda, ¿Quién dijo derecha?, tal como lo afirmara, Vladímir Mayakovski.
Se infiere: de las actividades artesanales derivan los artesanos-artistas, unos que llegaron de otras tierras o criollos descendientes de los primeros, por ejemplo. Hacia la tercera década del siglo XVIII, arribaría a la ciudad capital, Caracas, quien sería considerado el Maestro del Rococó en Venezuela, el ebanista y tallista, Domingo Gutiérrez. Entre tanto, entre los criollos figura el más notable artista plástico del siglo XVIII venezolano. Se trata de Juan Pedro López, también hijo de canarios, pero caraqueño, pintor, dorador y escultor.
Los oficios artesanales abarcaron en la Colonia la cerámica, el arte de la imaginería con los maestros fundidores creadores y autores de los mascarones, los cuales adornaban los portones de casas y parroquias eclesiásticas e iglesias. También la elaboración de alfombras, la orfebrería y la pintura, así como los retablos, la cama y ese histórico aporte de la artesanía criolla: Venezuela tiene el mérito y el orgullo de haber aportado al mundo de la artesanía del mueble, su diseño exclusivo llamada la butaca, (Duarte, 1966).
El mundo creador de los artesanos y artesanas sigue siendo fascinante. El detalle, la precisión, el acabado, la invención, la poiesis transitan de manera dialéctica y amable un desarrollo desigual y combinado en la vida creadora de estos seres tan particulares. Se ha observado que la práctica mercantil del artesano o de la artesana resulta, definitivamente, muy específica y muy sui generis. Si éstos establecen una relación positiva con el cliente, son hasta capaces de obsequiarte la artesanía, que se intenta comprar, pero si dicho cliente establece una relación áspera con el artesano o con la artesana, ni que intente pagarle doble no se la vende. Todavía en las artesanas y artesanos queda una relación mercantil mágica. Quizás sea esa la enorme diferencia entre un vendedor ambulante y un creador o creadora artesanal. La dimensión cultural de las artesanías facilita establecer las condiciones humanas distintas, incluso, para instaurar unas más solidarias relaciones interpersonales y sociales. No se quiere, de ninguna manera, subestimar al vendedor ambulante. En todo caso, lo que se quiere es caracterizar al artesano o artesana en su actividad de venta y en su labor creadora; en su relación interpersonal y en su marcha como un ser social creador o creadora. Resulta imposible olvidar que la artesanía es una actividad cultural-creadora; histórica-económica.
En Venezuela se produjo un diseño exclusivo de la Nación: la butaca. Tiene que ver con el aporte de los ebanistas del siglo XVII. La palabra butaca viene del ture o putaca, propia de los pueblos originarios, concretamente los cumanagotos. De allí surge un tipo de silla o asiento, más precisamente, único del planeta. La butaca se hizo embajadora en otras latitudes. Entre tanto, la orfebrería es la expresión artística más destacada de la época colonial. El Santo Sepulcro de plata y carey, construido por Ochoa entre 1721 y 1728 es la primera pieza de gran tamaño de la orfebrería vernácula. Caracas, y en otras ciudades de la provincia, llegaron a tener un total de 296 orfebres trabajando activamente, en un lapso de más de medio siglo, entre 1557 a 1810. Si en alguna oportunidad Fidel Castro afirmó: La historia tendrá que contar con los pobres de América, parece no menos posible afirmar, guardando las precisas diferencias: la historia cultural tendrá que contar con los artesanos y artesanas de América.