Resistencia, despojo de tierras, ritos y tradiciones del pueblo ayamán

Reminiscencias de la historia venezolana (Parte XVII)…

Lunes, 28/06/2021 12:15 PM

"Ahora calculo que hay unos 10 mil a 12 mil habitantes que poblan esos territorios de Lara y Falcón, que no saben que son Ayamanes, pero que lo son por su manera de vivir, sus costumbres, por lo que hacen, hacen su cocuy, su chinchorro"

Ramón Queráles.

Aunque aún, no se han encontrado pruebas escritas del genocidio sufrido por el pueblo ayamán, a parte del narrado por el mismo Federmann, no dudamos de que, hubo fuertes batallas donde podemos numerar las acciones de conquista en el territorio de este valiente pueblo ancestral, de la siguiente manera: 1) Los que fueron aniquilados salvajemente por los extranjeros en batallas desiguales; 2) los sobrevivientes que fueron sometidos a la servidumbre esclavista, en los repartos y encomiendas, y sometidos a las acciones civilizatorias de los curas doctrineros que, aparte de adoctrinarlos a la fuerza, también los explotaban como esclavos o peones en las haciendas pertenecientes a la Iglesia Católica y a señores españoles o sus descendientes criollos y 3) los que lograron huir como acto de rebeldía en contra de los trabajos forzados, la esclavitud y mecanismos doctrinarios ajemos a su cultura originaria, replegándose a zonas inhóspitas donde no pudieran ser alcanzados por la mano asesina de los conquistadores, ya fuesen soldados, encomenderos o curas doctrineros, -todos ellos, agentes de la misma calaña, de genocidas sin distinción alguna-, retirándose a sitios lejanos; hacia las montañas, logrando mantener sus tradiciones y cultivar algunos pequeños pedazos de tierra, donde pudieron plantar sus conucos para garantizarse la producción de sus alimentos y así la sobrevivencia de un pueblo atosigado por la violencia "civilizatoria" de los cristianos, y desde allí seguir, espiritualmente, tributándole a la Madre Tierra, donde seguramente pudieron mantener y sostener intacta la realización de la Danza de Las Turas, y es posible que hayan estado protegidos bajo la dirección de algunos caciques, piaches (gasgas del pueblo Ayamán) y principales que supieron proteger a los sobrevivientes; los que hoy conformaríamos un pueblo formalmente indígena, si no fuese sido por las leyes capitalistas que nos impusieron y nos obligaron a convertimos en campesinos. Sin embargo seguimos conservando la tradición originaria aún con el remoquete de "campesino" que por vía legal nos impusieron, como lo expresa Ramón Querales:

"Guzmán Blanco, quien por decreto "anuló" la existencia de pueblos indígenas venezolanos y los "transformó" en campesinos porque tal decisión era de interés para la burguesía agraria de algunas regiones del país, y naciones indias como los Ayamanes "desaparecieron" legalmente y sus integrantes fueron convertidos en campesinos asalariados del latifundismo que los despojó de sus tierras de resguardo aplicando diversos chanchullos legalistas, y quienes creen o siguen creyendo en los "encantos" no son individuos diferentes a los indios llamados "campesinos". El indio venezolano no "se quedó atrás en la historia" porque aun enmascarado como "campesino", siguió siendo indio sujeto a su historia de indio Ayamán, por ejemplo, distinta a la historia y usos de una sociedad supuestamente civilizada y con más historia y usos de una sociedad supuestamente civilizada y con más desarrollo aunque, eso sí es cierto, lamentablemente no "cultiva su tierra en común", no siendo eso, sin embargo el problema porque realmente es que con la eliminación de los resguardos indígenas, tierras indígenas de propiedad colectiva, los indios, ahora considerados "campesinos", perdieron sus tierras y ni aún para hacerlo individualmente poseen alguna que puedan cultivar".

Respecto a este interesante punto de la etnohistoria del pueblo Ayamán, con relación a su ancestral Danza de Las Tras, Natividad Barroso García, hace unas concluyentes acotaciones, sobre un resumido análisis que ella hace del libro "Historia de la Organización de los pueblos antiguos de Venezuela" del escritor Ambrosio Perera, referente a la situación de rebeldía, por parte de los originarios y la preocupación de la Iglesia Católica por la poca anuencia indígena para el adoctrinamiento catequístico, la autora escribe:

"Por ello, se hizo necesario la fundación de pueblos para los indios, donde ellos vivieran, fueran a trabajar sólo las temporadas o días acordados y donde hubiera una iglesia para que fueran adoctrinados.

También se recurrió a convertir en "multiplicadores" (…) a los propios indígenas, generalmente muchachos jóvenes, a quienes sí podían adoctrinar, para que ellos, a su vez, adoctrinaran a sus amigos, familiares y vecinos,

Los indígenas aprovecharon todas esas circunstancias y huían a sus montañas y bosques donde seguían practicando sus ritos y viviendo según sus costumbres".
P 137

Sobre la inusitada violencia y etnocidio, de los bárbaros conquistadores europeos, Pereira, citando al cronista López de Gómarra, cuando se refiere a los tratos de los españoles hacia los habitantes de las islas del Caribe dice:

"Los españoles abrieron muchos indios a cuchilladas en las guerras, y aún en las minas, y derribaron los ídolos de sus altares, sin dejar ninguno. Vedaron todos los ritos y ceremonias que hallaron. Hiciéronles esclavos en la repartición, por lo cual como trabajaban más de lo que solían, y para otros, se murieron y se mataron todos, que de quince veces cien mil y más personas que vivían en aquella isla, no hay ahora quinientos. Unos murieron de hambre, otros de trabajo y muchos de viruelas. Unos se mataban con sumo de yuca, y otros con malas hierbas; otros se ahorcaban de los árboles. Las mujeres hacían también ellas como los maridos, que se colgaban a la par de ellos, y lanzaban las criaturas con artes y bebida por no parir a luz hijos que sirvieran a los extranjeros".
(El resaltado es nuestro).

Aunque en las crónicas de la conquista y la colonia no se reflejan específicamente, las atrocidades en contra del pueblo Ayamán, es de conjeturar la desgracia a que este pueblo pudo haber sido sometido; podemos deducir que el sufrimiento y a la vez la resistencia, a partir del aquel primer combate en las montañas de Parupano, ha sido marcado por largos años de sobrevivencia, tal vez acogidos a la fe en sus creencias, sus dioses y en su consagrada cosmovisión afincada en el centro de la espiritualidad de su Danza Sagrada, acompañados por sus piaches o chamanes (gasgas ayamanes) con sus invocaciones espirituales, porque el ayamán resistió en las montañas, donde moraban junto a sus espíritus protectores, evadiendo la acción civilizadora, (la opresión y dominación imperial) porque de no haber sido así –viviendo con marcada resistencia por largo tiempo- hoy día no tuviéramos de la Danza de las Turas, ni la más remota noticia, y menos lo poco de historia del pueblo Ayamán que conocemos.

En cuanto a esta observación Ramón Querales aporta las siguientes explicaciones, refiriéndose al trato que los españoles le pudieron haber dado al pueblo Ayamán, en similitud al trato sufrido por otros pueblos, que cuyos suplicios sí fueron escritos por los cronistas buenos como el padre Las Casas y malos, como fueron la mayoría de los llamados cronistas de Indias que analizaremos en articulo aparte:

"Con los Ayamán no fue diferente especialmente porque estos le opusieron tenaz resistencia, abandonando sus aldeas y enfrentándolos con las armas de que disponían, flechas, sobre todo. Tras Federmann vinieron nuevas expediciones que, periódicamente traían asalto, despojo, incendio, robos y muertes al pueblo Ayamán que, desgraciadamente habitaba un territorio por el cual se extendía uno de los principales caminos de la conquista, entre Coro y El Tocuyo hasta 1545 y entre Coro, El Tocuyo y Nueva Segovia desde 1552 desde donde se seguía al Valle de Las Damas y Borburata, los llanos y Nueva Granada".
(HACIA UNA REGIÓN O COMARCA COMUNAL AYAMÁN Copia de trabajo inédito)

Una de las cosas que tienen vital importancia en esta re-visión y que forma parte vital en La Danza de Las Turas, es la pertenencia de la tierra para la siembra y cosechas de los alimentos, que viene siendo una de las tantas razones de ser, de La Danza de Las Turas; el elemento tierra que desde el primer momento les fue despojada al pueblo Ayamán, bien sabemos por las fuentes históricas documentadas, que desde la primera Constitución redactada en 1811, fecha de la independencia política de Venezuela, ya en ella se vislumbraba la eliminación de los "Resguardos Indígenas", que era una institución legal sociopolítica de origen colonial español en América, conformada por un territorio reconocido de una comunidad de ascendencia indígena, con título de propiedad, que según Rosas González, citando a Rodríguez Rojas escribe:

"A partir de 1811 hasta la ley de 1904, se inicia un proceso para acabar con los resguardos indígena, invocando "que estas leyes eran coloniales y ante el contexto de un pensamiento liberal y la supuesta garantía de libertad individual y el reconocimiento del indígena como ciudadano más de la Republica se abolió la propiedad comunal, contribuyendo a la desintegración de estas comunidades quienes se dispersaron como mano de obra a otras poblaciones y a formar parte de eso que se llama campesinado que abarca mucho y poco define y enmascara la diversidad étnica de nuestra Nación".

Más adelante, esta misma autora refiriéndose a la eliminación de los resguardos indígenas y la asimilación forzada de los pueblos originarios escribe:

"Para 1882, se dictó la "Ley sobre reducción, civilización y resguardos indígenas" en la cual se destacan dos puntos primordiales: 1. No se reconocerán otras comunidades de indígenas sino las que existían en el Territorio Amazonas, Alto Orinoco y la "Guajira", ofreciéndoles 25 hectáreas de tierras baldías si aceptaban el "régimen establecido para darles vida civilizada"; y 2. Extinguidos los antiguos Resguardos indígenas y "todos los privilegios y exenciones que las Leyes de Indias establecieron en favor de la reducción y civilización de la tribus indígenas"; con esta ley se desconocía claramente el legado indígena que podía existir, lo que importaba era "civilizarlos".

Fue bajo el mandato de Guzmán Blanco, que el Congreso de los Estados Unidos de Venezuela promulgó la Ley de 1882. La mayoría de las ordenanzas relativas a las tierras de resguardo llevaron a que las comunidades indígenas las perdieran. Estas tierras pasaron a formar parte de las tierras baldías que el Ejecutivo Federal administraba. Se daba legitimidad a lo que había sido un despojo de la propiedad comunal".
Pág. 194

Para esa época El pueblo Ayamán contaba con un vastísimo territorio que Ramón Querales lo afirma de esta manera:

"…ayamán cuyo territorio justamente empezaba, al sur de las vecindades de Bobare y se extendía, al norte, más allá de Churuguara y de este a oeste ocupaban las tierras que van desde los Municipios Democracia del Estado Falcón y Urdaneta y hasta las cercanías de Duaca, ya en el actual Municipio Crespo, del Estado Lara, más de sesenta mil kilómetros cuadrados en el siglo XVI, de lo cual existen numerosas evidencias toponímicas, antropológicas, históricas, geográficas culturales que lo comprueban…"

Sobre este mismo tema de los linderos de los Resguardos Indígena pertenecientes al Pueblo Ayamán, Alfredo Janh dice:

"Según informes que obtuvimos de Manuel Sira, de San Miguel, existe una Real Cédula, expedida en Agosto de 1720, la cual concedía a los indios Ayomanes la propiedad de las tierras, bajo los siguientes linderos: al Norte hasta Mapiare, al Sur hasta Matatere, al Este hasta el Cerro del Pisal (El Pisaje ) y al Oeste hasta Siquisique".

Hasta aquí hemos observado el grado de resistencia que mantuvo el valiente pueblo Ayamán, que aún hoy sus descendientes, incluso, sin saber que lo son, (con algunas excepciones) mantienen un alto grado de pureza en sus rituales, creencias, tradiciones y la peculiar manera de ser, como es la gente que ocupa este territorio: amable, solidaria, resistente a todo, trabajadora y voluntariosa, que no es otra cosa que el legado que heredamos de los ancestros Ayamanes, como la Danza de las Turas, el cocuy, el carato fuerte de maíz, la jata, el signo rebelde e indómito que a pesar de ser mellado su filo, aún se mantiene por encima de la dificultades y problemáticas producto de la transculturación; aún podemos contar nuestra historia con orgullo y abnegación por lo nuestro.

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