En la noche del 24 de julio de 1783, en la ciudad de Caracas, Venezuela, vino al mundo Simón Bolívar, el cuarto de los hijos de Juan Vicente Bolívar y Ponte y Doña María de la Concepción Palacios y Blanco.
Bolívar nació en cuna de oro, y era no solamente rico, sino también de ascendencia noble, con escudo de familia. Su familia era propietaria de haciendas, de esclavos, poseían un templo de su propiedad, el templo de la Santísima Trinidad, ahora convertido en Panteón Nacional.
Como padrino de bautismo del pequeño Simón, está su abuelo materno Don Feliciano Palacios y Sojo, y oficia con licencia como sacerdote el primo Don Juan Félix Jeréz de Aristeguieta y Bolívar. La ceremonia se efectúa en la Catedral en la Capilla de la Santísima Trinidad.
Cuando Bolívar no había cumplido aún los dos años, su primo el sacerdote que le llevó a la pila, le dejó heredero de todos sus bienes; una gran casa en Caracas, entre la catedral y el palacio del obispo, y de cuatro haciendas que sumaban 125.000 árboles de cacao con su respectiva esclavitud.
Bolívar, nació en el seno de una de las familias más antiguas y de mayor tradición de la sociedad colonial de fines del siglo XVIII.
La rama paterna de esta familia, los Bolívar y Ponte eran originarios de un pueblo de Vizcaya, en el País Vasco, llamado Cenarruza o Puebla de Bolíbar donde nacieron los ancestros del Libertador (en Euskera se escribe actualmente Bolíbar de acuerdo a las reglas ortográficas modernas del idioma).
La conexión entre el Libertador y la pequeña aldea vizcaína de la Puebla de Bolívar se encuentra en un antepasado directo de Simón Bolívar, su quinto abuelo, conocido como Simón de Bolíbar , "El Viejo", quien emigró a mediados del siglo XVI desde Vizcaya a América.
En la ascendencia del Libertador encontramos común el nombre de Simón, así se llamó su quinto abuelo paterno, el primer Bolivar que llegó al continente americano había nacido en la Puebla de Bolíbar, Villa de Marquina, en Vizcaya en 1532, es conocido en la historia como Simón "El Viejo".
Llegó a la isla de Santo Domingo en 1559, donde casó con la gallega Ana Hernández de Castro, de esa unión nació en 1569, Simón Bolívar de Castro, conocido como "El Mozo" o "El Joven" cuarto abuelo nacido en América.
Simón "El Viejo" llegó a Venezuela en 1588, durante treinta años se desempeñó como escribano público del cabildo y secretario de la Real Audiencia de las Indias y luego Procurador de la Provincia. Fue "El Viejo" quien cambió la segunda "B" del apellido por la "V", tal como actualmente se escribe.
La rama gallega de Simón Bolívar: Los abuelos y el padre de su abuela María Petronila de Ponte- Andrade y Marín de Narváez, de quienes procede el apellido Ponte-Andrade de su padre (más los apellidos de la línea femenina que van desapareciendo con cada descendencia) eran coruñeses, de Elviña y Boimorto.
Los abuelos coruñeses de la abuela del Libertador: Jacinto Ponte Andrade y María Jaspe de Montenegro que son los padres de Pedro de Ponte y Andrade y Jaspe de Montenegro, nacido en A Coruña (La Coruña) , quien el 16 de noviembre de 1681 emigra a Caracas.
El propio Simón Bolívar visitó A Coruña en 1802, acompañado de su esposa, en su luna de miel, a comienzos del siglo XIX, visitando en tierras de Penarredonda, la casa solariega de sus antepasados, además de la que entonces habitaban en el Cantón Grande, y fue desde el puerto coruñés que partió de vuelta a Venezuela.
La rama materna, los Palacios y Blanco, procedía de Castilla y se radicaron en tierras americanas desde los años de la conquista. Sus descendientes ocupaban lugar destacado en la sociedad colonial.
La familia del Libertador pertenecía al grupo social de los criollos, descendientes de los primeros pobladores españoles nacidos en Venezuela.
La familia disfrutó por muchos años la rica hacienda de San Mateo en los Valles de Aragua, y las minas de cobre de Aroa, que fueron las bases principales del patrimonio familiar. Con el correr del tiempo la familia Bolívar-Palacios llegó a ser una de las más influyentes de la sociedad caraqueña de finales del siglo XVIII.
En su ciudad natal transcurrieron sus primeros años, con ocasionales viajes a la hacienda que la familia poseía en los Valles de Aragua.
Simón Bolívar tenía apenas dos años y medio de edad cuando perdió a su padre y a los nueve años quedó huérfano al perder también a su madre. Al fallecer Doña Concepción María Antonia y Juana contrajeron matrimonio bien pronto, y los dos varones de la familia, Juan Vicente y Simón, siguieron viviendo con el abuelo materno, don Feliciano Palacios, tutor de ambos. La casona de la familia daba al frente de la Plazuela de San Jacinto, en pleno centro de la ciudad. Al morir el abuelo, Simón quedó al cuidado de su tío y tutor Carlos Palacios.
En julio de 1795, pasó a vivir con su hermana María Antonia y con su marido, hacia quienes sentía mayor afinidad afectiva.
Más tarde Simón Bolívar pasó varios meses como interno en la casa de Don Simón Rodríguez, quien regentaba entonces la Escuela de primeras letras de la ciudad. Entre aquel genial pedagogo y reformador social, y el niño Simón Bolívar, se estableció pronto una corriente de mutua comprensión y simpatía, que duraría tanto como sus vidas.
Fue el maestro Rodríguez quien le enseñó a estudiar y le dio las primeras ideas de libertad. Se refería a él con admiración, como hombre sabio, un filósofo consumado, y un patriota sin igual.
Andrés Bello fue otro de sus maestros, Bello se dedicó a instruir a Bolívar en Geografía y Literatura. Y el padre Andújar, un intelectual admirado por Humboldt, le enseñó matemáticas.
En 1799 emprende su primer viaje a Europa. Durante la travesía visita México y Cuba.
En Europa estudia idiomas y asiste a la Academia de San Fernando, en Madrid, para mejorara su aprendizaje en matemáticas.
En Madrid, bajo la dirección de sus tíos Esteban y Pedro Palacios y la rectoría moral e intelectual del sabio Marqués de Uztáriz, Bolívar se entregó con pasión al estudio. Recibió allí la educación propia de un gentil-hombre que se destinaba al mundo y al ejercicio de las armas: amplió sus conocimientos de historia, de literatura clásica y moderna y de matemáticas, inició el estudio del francés, y aprendió también la esgrima y el baile, haciendo en todos amplios progresos.
Uztáriz lo hizo estudiar seriamente, amar la cultura, aprender a discutir ideas. En suma, disciplinó la mente del joven, y despertó en él espíritu crítico, lo puso en el camino que le convenía para la adquisición de una cultura sólida y poder representar dignamente el papel que la historia le tenía designado.
En Madrid conoce a María Teresa Rodríguez del Toro y Alayza, de quien se enamoró. Hubo un compás de espera: en la primavera de 1801, Bolívar viajó a Bilbao, donde permaneció casi todo el resto del año.
De manera que sus vínculos y viajes dentro del Reino de España, mucho tuvieron que ver con haber nacido en una familia de origen vasco-galaico por su padre e castellana por su madre.
Hizo luego un breve recorrido por Francia que le condujo hasta París y Amiens. En mayo de 1802 estaba de nuevo en Madrid, donde contrae matrimonio con María Teresa el día 26. Los jóvenes esposos viajaron a Venezuela, pero poco duró la felicidad de Simón. María Teresa murió en enero de 1803.
El joven viudo decide regresar a Europa a fines de ese mismo año, y consigue el espectáculo fascinante de un continente en plena ebullición política y cultural. Frecuenta teatros, conferencias, tertulias y salones donde conoce a bellas mujeres, pero trata igualmente a sabios como Alejandro Humboldt y Amado Bonplandt.
Sus viajes ocurrieron en coincidencia con grandes cambios políticos en Europa y en los países más desarrollados de entonces, lo que contribuyó en despertar en Bolívar su interés por la política y reflexionar acerca de la situación en que se encontraban las colonias españolas.
El domingo 2 de diciembre de 1804, cuando Napoleón se coronó a sí mismo en la catedral de Notre-Dame en presencia del Papa Pío VII, Bolívar estaba allí. Desde mediados de agosto de 1804 el caraqueño se encontraba por segunda vez en París. Sin embargo, ya en su primer viaje a Europa, mientras pasaba una breve temporada en Bilbao, Bolívar se había escapado a la Ciudad de las Luces entre enero y marzo de 1802. Que entonces París lo había deslumbrado es evidente.
Es precisamente en la capital francesa que se encuentra con su antiguo maestro Simón Rodríguez, fortaleciendo sus lazos de amistad y cuyo saber y cuya experiencia hacen de él un extraordinario compañero de conversaciones, lecturas y viajes.
En 1805 viajan juntos a Italia y es allí, en el Monte Sacro, donde jura solemnemente luchar hasta la muerte por la libertad y la independencia de América.
El 15 de agosto de 1805, un día inolvidable para él, subió con sus dos amigos, el maestro Rodríguez y Fernando Rodríguez del Toro al Monte Sacro, una de las siete colinas de Roma.
Juro delante de usted, juro por el Dios de mis padres, juro por ellos, juro por mi honor y juro por la Patria, que no daré descanso a mi brazo ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español".
Tenía entonces 22 años. Y no fue sólo fue por el entusiasmo y compromiso que hizo ese juramento, sino porque lo sentía en lo más profundo de su ser.
El espíritu de la Ilustración se apoyaba – no lo olvidemos – en el conocimiento, es decir, en las luces para captar la realidad plena de los hechos. De ello se empapó Bolívar en la biblioteca de Ustáriz, en Madrid, y luego prendido de ese amor – lo incrementó en el París de 1804-1805.
El progreso había de ser la meta del esfuerzo humano, siguiendo los caminos de la razón. Como era de los humanistas. Por ello impulsado por su fervor patriótico subió en Roma con su Maestro Simón Rodríguez, al Monte Sacro: Porque estaba viendo emocionalmente el espíritu de las luces, del progreso y de la razón, en un neoclasicismo sentimental. Por eso fue tan importante la guía y el consejo exaltado de fe racionalista del maestro caraqueño, reencontrado en París.
Regresa aquel joven del juramento a su patria el 1 de enero de 1807, y prontamente se encuentra participando activamente en la preparación de la lucha contra España. Bolívar estaba convencido de que Venezuela y las demás colonias españolas estaban maduras para la independencia, y que su tarea más importante era luchar por su libertad.
Ya en Caracas, Bolívar se incorpora al movimiento revolucionario, iniciado el 19 de abril de 1810.
A partir de ese momento abandonó comodidades y riquezas y se dedicó por entero a luchar por la independencia.
Fue una de las figuras más destacadas de la emancipación hispanoamericana frente al Imperio español. Contribuyó a inspirar de manera decisiva de las actuales Bolivia, Colombia, Ecuador, Panamá y Venezuela.
Sin embargo, aquel gran señor dio la espalda a su alta alcurnia, para sentir con el pueblo la miseria y el despotismo. Nunca significaron nada en la vida del Libertador ni su nobleza, ni su riqueza, que entregó a la empresa de la Libertad, ni sus dorados blasones. Él pensó siempre que todas esas cosas huecas son menos, mucho menos que el elevado ideal de las causas justas…
Tuvo la fortuna de que su aparición en la historia del mundo coincidiese con una época de florecimiento renovador, propicio para despertar un osado espíritu a las ideas nuevas y empujarlo a la acción para ponerlas en práctica. Las fuentes de su herencia cultural, de sus relaciones y experiencias se combinaron y fluyeron gracias a múltiples circunstancias, principalmente la del momento histórico, y él lograría dirigir fundamentos, inspiración y fuerzas por caminos de futuro. No necesita de guías ni apuntadores para representar su papel histórico, poseedor de un espíritu inquieto de aventuras y de libertad, aunque no sepa lo que le depara el destino, porque lleva en sí, en germen, el amor a las letras y a la libertad, junto al tesón que forjó su carácter.
El impacto de su vida en la historia tiene pocos puntos de comparación tanto en logros como en sacrificios: la independencia y unión de naciones americanas, la fundación de repúblicas, la liberación de esclavos, las bases políticas y sociales del nuevo mundo…
Siete días antes de morir, deshecho ya físicamente por aguda enfermedad y penas morales profundas, recorre con el señor Don Joaquín de Mier, propietario de San Pedro Alejandrino, donde va a instalarse, las estancias de la Quinta. Al llegar a la biblioteca, el caballero español que ofrece la hospitalidad en los últimos y atormentados días del Libertador, se excusa:
"Es muy pobre esta biblioteca, Excelentísimo Señor.
Bolívar echa una ojeada a los estantes:
¡Cómo muy pobre! - exclama. Sí tiene usted aquí a Gil Blas y a Don Quijote: el hombre como es y el hombre como debiera ser".
La influencia del Marqués de Uztáriz sobre el joven Simón Bolívar, fue sobre todo, oportuna.
La muerte de Simón Bolívar se produjo en la Quinta de San Pedro Alejandrino, allí pasó sus últimos días, en esa antigua hacienda situada en la ciudad colombiana de Santa Marta, al norte de Colombia, un 17 de diciembre de 1830. Sus restos mortales descansan desde el 28 de octubre de 1876 en el Panteón Nacional.
Bibliografía consultada:
- Demetrio Ramos Pérez
Simón Bolívar El Libertador
- Vinicio Romero Martínez
Las Aventuras de Simón Bolívar.
- Jorge Alonso
Simón Bolívar El Libertador.
- Gonzalo Gómez
Lo gallego de Simón Bolívar: sus otras raíces echadas al olvido
www.aporrea.org/cultura/n233330.html